¿En qué se parecen las elecciones de 2006 y 2012?
En que en ambas hubo y hay un candidato puntero, casi inalcanzable, que cuenta con la simpatía de la mayoría, que en el PAN no hubo ni hay un candidato definido y que el tercer partido –entonces PRI y hoy PRD-, no tiene un nombre seguro.
¡Ah!, lo olvidaba: que en ambas la estrategia para destruir al puntero fue y es una campaña negra o guerra sucia.
El plan de ataques y descalificaciones da resultados.
Basta recordar 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador era “un peligro para México”.
Hoy, aunque el gobierno lo niegue, esa estrategia y discurso se vuelcan contra el PRI y su candidato Enrique Peña Nieto, puntero en todas las encuestas y señalado como seguro triunfador en las elecciones presidenciales de 2012.
La entrevista dada por el presidente Felipe Calderón al diario The New York Times, publicada el fin de semana pasado pero realizada en septiembre, en la que acusa al PRI de planear pactar con el crimen en 2012 así lo demuestra. Por supuesto que su equipo lo niega, pero la declaración ahí está, existe y es parte de la campaña negra que, seguro, arreciará conforme avance el proceso.
Calderón hizo una acusación, acaso indirecta, de que el PRI ha negociado con el crimen, pero sin prueba alguna, basado en dichos. Y es muy grave porque si las tiene, debiera presentarlas ya que sólo polariza el proceso, de por sí complicado que se avecina. Y no es la primera vez que lo hace. Cada que puede da un llegue al pasado priísta en México. Ya en el foro de The Economist hace dos semanas, hizo el símil entre los procesos electorales de 2006 y 2012, pero, qué curioso, le faltó mencionar la guerra sucia y a su autor, el español Antonio Solá Reche, contratado por él.
Política ficción
Y en ese mundo de los supuestos, las ilusiones y la política ficción ¿si hoy estuviera en sus manos un pacto con el crimen organizado que garantice el fin de las ejecuciones, los decapitados, los autos-bomba, los secuestros, las extorsiones y las amenazas usted lo firmaría?
La respuesta, seguro, es sí.
Calderón ha dicho públicamente, acaso desesperado porque se da cuenta que la guerra que comenzó sin estrategia contra el crimen para legitimarse tras la polémica elección en 2006, no avanza, que Estados Unidos debe, prácticamente, pactar con los traficantes una zona de tolerancia para la entrada de la droga.
“Si no nos ayudan a combatir al crimen impidiendo que se trafiquen armas para los cárteles mexicanos y están decididos y resignados a meterse de todo, que Washington busque nuevas rutas, nuevas formas de entrada de la droga, puntos claros de acceso, pero que no pasen por Centroamérica ni por México”, ha dicho en entrevistas, en momentos de crisis como la matanza del casino Royale y en los diálogos por la seguridad con Javier Sicilia y organizaciones sociales.
¿Qué significa eso?
Que pese a los cincuenta mil muertos, más los que se acumulen en un año dos meses que le quedan a este gobierno, los miles de desaparecidos, de viudas, de huérfanos y de familias destrozadas, el calderonismo no ve lejana la posibilidad de una legalización “global no unilateral” –o sea no sólo en México- de las drogas, como lo dijo en reiteradas ocasiones el ex vocero anticrimen Alejandro Poiré –por cierto, mucho mejor que la actual, Alejandra Sota, poco agraciada – y hasta Calderón, y de que haya, si no un pacto, sí una zona de tolerancia, como ocurre con la prostitución.
De todos modos la droga llega a su destino, no nos hagamos.
La declaración al New York Times se llevó la nota toda la semana. Que si lo dijo, que si no, que si fue cita de lo dicho por el ex gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo, al que como a Miguel de la Madrid los priístas ya lo acusan de no estar en sus cinco sentidos, de demencia senil y más.
Que el PRI era una dictadura perfecta -Vargas Llosa dixit-, que entonces jamás se hubiera escrito una crítica al presidente como las que se hicieron a Vicente Fox y hoy se hacen a Calderón -como esta-, que eran corruptos y que produjeron cientos, miles de nuevos ricos y millones de nuevos pobres por el manejo poco claro de recursos sí, pero usted, que vivió esos gobiernos, ¿no añora la paz social? ¿no extraña esa maquinaria, acaso corrupta, pero ciertamente aceitada?
Y cuando Calderón acusó al PRI -según dicho de Sócrates Rizzo- de haber pactado antes con el crimen organizado, no recordó que su gobierno lo ha hecho de cierta forma. Cuando ha detenido a decenas de criminales y se negocia a cambio de información declararles testigos protegidos ¿no se está llevando a cabo un pacto?
Y flaco favor le hizo Fox el martes, en esa disputa abierta desde que en 2006 su candidato Santiago Creel fue derrotado por Calderón en la carrera panista, al asegurar en Washington que debe pactarse con el narcotráfico y sentarse a negociar, mediante una comisión pacificadora, tal como sucedió en Chiapas con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
El PRI, consciente de que no prosperará porque al presidente sólo puede procesársele por traición a la patria, acudió al Instituto Federal Electoral (IFE) a acusar a Calderón por actos anticipados de campaña y en espera de que se le sancione. Sólo ruido y sacar provecho político en papel de víctima. Sin duda.
Algo es cierto: esa droga que ha pasado, que pasa y seguirá pasando no lo hace por accidente. Hay acuerdos y es evidente. Sin la complicidad de ambos lados de la frontera sería, prácticamente, imposible.
Gasolinazo o no, es golpe
Diputados y senadores del PAN y PRI se deslindan del incremento mensual a las gasolinas, llamado gasolinazo, pero avalan la continuación del cobro del impuesto adicional a los combustibles, vigente desde enero de 2008, para que los estados reciban su tajada y que culminaría el 31 de diciembre de este año.
Bastaron cuatro horas del jueves para que en San Lázaro se aprobara vía fast track prorrogar, dicen, avalar que el golpe a los bolsillos de los mexicanos continúe tres años hasta 2014, cuando en el proyecto enviado por el Ejecutivo lo pedía para 2012.
Y es que diputados y senadores argumentan que ellos no tienen facultad para fijar precios de las gasolinas, que es exclusiva del Ejecutivo y que sólo prorrogaron el acuerdo mediante el cual se transfieren del Impuesto Especial sobre Productos y Servicios (IEPS) a los estados 42 centavos por cada litro de gasolina Premium vendido, 36 centavos por Magna y 25 por diesel.
Y estrictamente tienen razón, pero que nadie se haga como la muerte en el panteón: el trasfondo del asunto es, sin duda, el inminente año electoral, en el que los estados necesitan millones de pesos para desviarlos a las campañas y sus candidatos y la desaparición de la tenencia que les provoca un hoyo financiero. Por supuesto lo negarán y dirán que es para utilizarlo en programas, infraestructura y gasto.
Los estados, dos de cada tres son priístas, recibirán así el año próximo 25 mil millones de pesos, producto del sangrado a los bolsillos de los mexicanos. ¡Ah, pero eso sí, se hacen las víctimas y dicen que ellos nomás “prorrogaron”!
El panista Luis Enrique Mercado subió a tribuna a quejarse del maltrato social que les señala con índice de fuego: “No se vale decir a la sociedad mentiras, que nosotros somos los culpables”, dijo. El ex presidente de la Cámara, Jorge Ramírez Marín, se zafó también y los izquierdosos Vidal Llerenas (PRD) y Mario DiCostanzo (PT) aseguraron que es un golpe más para los mexicanos.
En Reforma, Manlio Fabio Beltrones dijo que el PRI está por aprobarlo y Carlos Navarrete, que el PRD no lo hará. El Senado debe dar el visto bueno aún y podría hacerle correcciones, algo que parece remoto.
Y así, el gobierno federal no cesará, por supuesto, en su incremento mensual, aunque sea independiente de éste, los estados recibirán su tajada y los mexicanos continuarán pagando más cada mes, porque todo aumento a gasolinas significa inflación, aunque los sesudos expertos de Hacienda, Economía, Presidencia y anexas digan lo contrario.
AMLO, Peña y Josefina
La pasarela de Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota el jueves en la reunión de la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión (CIRT) tiene un saldo favorable para los dos primeros, pero no para ella.
El tabasqueño, sin echarse para atrás, dijo que no tiene afanes revanchistas y que habrá facilidades para quienes quieran invertir en nuevas cadenas de televisión o en telefonía (Ahí te hablan Slim). Pidió equidad y no más guerra sucia. Mmmm…
Peña, por su parte, criticó la doble tributación que pagan los concesionarios y reiteró, en respuesta a la acusación de Calderón, que pactar con el crimen jamás pasará siquiera por la mente de los priístas.
¿Josefina? ¡Ah sí!. Hizo un tibio reclamo al PAN y al calderonismo por su método cerrado de elección del candidato. Como que reclamó, pero como que para que nadie oyera.
Y es que el descarado dedazo que el albiazul aprobó como método para la selección de candidatos a diputados y senadors no tiene… manera de justificarse. Y para que el preferido de Los Pinos, Ernesto Cordero, derrote a Josefina y a Santiago Creel, también se avaló una elección cerrada al millón 700 mil panista afiliados. Esa es la democracia panadera. Yo todavía su líder, empleado de Calderón, Gustavo Madero, dice que será un proceso transparente. ¡No jalen que descojiban!
Noroña, el porro
Y el que con sus escándalos y ridículos en aras de la democracia ya hartó hasta a sus correligionarios es Gerardo Fernández Noroña, del Partido del Trabajo (PT).
Está claro que su papel es ese: golpeador de la izquierda pejista, pero ha caído en el extremo y dicen en San Lázaro que si pudieran ya lo habrían enviado a la… ciudad más lejana.
Sus víctimas recientes fueron Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública, y Javier Lozano, secretario del Trabajo, a quienes insultó, ignoró y gritó. ¡Ah! y todavía dijo que ellos le faltaron al respeto.
Y la cereza del pastel fue el duelo verbal, al estilo de Chespirito, cuando se aventaban, manoteaban y nada de nada, Noroñita y el diputado panista, Leoncio Morán. Como verduleros, el primero acusó al segundo de haber arrollado a un peatón y no auxiliarlo y éste, sin saber qué responder y como gañán, dijo que Noroña ofrece a su asistente, secretaria “o no sé qué” al primero que se le atraviesa. Ese es el nivel de los diputados.
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