¿A qué responde la decisión de López Obrador de “solicitar licencia” como militante del PRD como reacción a la decisión de la dirigencia estatal del partido en el Estado de México –avalada por su presidente nacional- de realizar una consulta para determinar si van o no en alianza con el PAN a elección por la gubernatura?
Desde luego, no puede tratarse de un berrinche, López Obrador está muy lejos de la espontaneidad que eso supondría, es un “no perdedor” compulsivo y, por tanto, un calculador.
Decíamos en colaboraciones anteriores que el mayor temor de AMLO es a la derrota, lo que a veces le permite triunfar, pero más que el triunfo real, claro, incontrovertido, lo que más le importa es salirse con la suya.
Así, su decisión explica no por el ánimo de ganar la elección: como lo demuestran los más recientes procesos, la única forma de ganar al PRI o, al menos, de competirle es mediante las alianzas. López Obrador no puede desconocerlo, pero sabe también que es un camino riesgoso, donde las posibilidades de perder –“¡hay nanita!”- son muy altas.
En este escenario, suscribir una alianza solamente para “ser competitivos” es potencialmente catastrófico para su figura.
De ahí podría quedar:
i) como derrotado frente a Peña Nieto, humillado de antemano y sin posibilidad alguna de contender él mismo en la elección presidencial como un candidato digno;
ii) como un tramposo, incapaz de reconocer, una vez más, su derrota; o
ii) en el mejor de los casos, como un político que se sumó a la estrategia de su potencial adversario: Marcelo Ebrard, quién sería el verdadero ganador en el proceso (en el supuesto de que una alianza PRD-PAN triunfara y, además lo hiciera con un candidato filo perredista).
Muchos inconvenientes y ningún beneficio. No son apuestas que juegue López Obrador. Él sabe, y con razón, que él y sólo él es y debe ser el centro de su estrategia: es él el personaje, el nombre de la marca, el producto ¿o no ha quedado claro esta convicción luego de tanto tiempo que se ha dedicado exitosamente a bombardear al PRD desde otros partidos “de izquierda”?.
Lo que pase con el PRD no importa, porque en realidad él vale más que todo el partido. De hecho, el controla el partido. Había un equilibrio entre los chuchos y AMLO, pero el desgaste de los primeros ha dejado pavimentado el camino de regreso de sus huestes a la dirigencia del PRD.
Cuando eso ocurra, la derrota –previsible- de la alianza PRD-PAN en el Estado de México será sólo de sus adversarios, concretamente de Marcelo Ebrard. La victoria “moral” será de López Obrador y los suyos, los que no transigieron; los que mantienen ideales y representan algo distinto –diría el iluminado- “a la ambición vulgar por el poder.
No es gran cosa, pero ayuda a legitimar su triunfo en el juego interno sobre Marcelo Ebrard –el i) ingenuo, ii) colaboracionista o iii) desbocado- y le pone bien lejos y salvo de una derrota que parecía inminente.
¿Pero si gana? Si una alianza así llegara a triunfar y lo hiciera con un candidato potencialmente cercano a López Obrador, entonces ¡ganamos!, total para esas fechas uno de los suyos ya estará despachando en la presidencia del PRD.