En el siglo del jacobinismo, las mujeres mexicanas fueron clericales; en el siglo de los ciudadanos, las mujeres mexicanas fueron sólo esposas; en el siglo de la ciencia, las mujeres mexicanas siguieron creyendo en la creación; en el siglo de las luchas libertarias las mujeres mexicanas no participaron.
Esto es lo que Sara Sefchovich plantea en el desarrollo sobre un tema cultural que nos tiene ocupados desde hace siglos que es el respeto a la igualdad y equidad entre géneros. Sobre la pregunta,¿las mujeres son mejores que los hombres?, desarrolla tres puntos de vista:El primeroes una exposición del pensamiento feminista; el segundo una crítica sutil al feminismo autocomplaciente; y,el tercero es un acto de solidaridad con el debate feminista.
La escritora pone en tela de juicio el mujerismoque se refiere a hacer valer únicamente la condición de ser mujer, como lo pensaba equivocadamente Josefina Vázquez Mota en su campaña, que creía que únicamente por ser mujer los electores votarían por ella, sin sumar mayores contenidos a sus propuestas.
En cierta etapa de la historia sobre el desarrollo del género, las mujeres permanecen encerradas en lo que se llamaba “la dulce penumbra del hogar”. No participan en la vida pública, no reciben educación formal y son una más de las propiedades del marido, a quien deben obediencia y sumisión. Su papel era darle hijos y llevar el hogar.
En México las mujeres españolas y las mujeres indígenas siempre fueron depositarias de los valores más tradicionales. Su objetivo principal fue el matrimonio. Las mujeres españolas del siglo XV y XVI vivían en una sociedad feudal, autoritaria y jerarquizada, con una mentalidad medieval obediente, temerosa, cerrada y dogmática.
Esas mujeres fueron las que llegaron a América. A la mayoría las habían casado jóvenes, casi siempre alrededor de los 15 años, en matrimonios arreglados por intereses familiares.Relatos de los frailes y conquistadores que recogieron la memoria de los indios después de la conquista,las mujeres indias también eran preparadas para el matrimonio, al que esperaban como el momento cumbre de su vida y la maternidad como el mérito más alto, al punto que las que morían de parto iban al mismo cielo,al igual que los guerreros que morían en batalla.
Desafortunadamente, la sociedad mestiza nació de la violencia y la humillación, del despojo de las riquezas, las tradiciones y la dignidad. Las mujeres indias fueron tomadas por los conquistadores españoles y se les obligó a callar, obedecer y servir. De esas dos categorías culturales de mujeres nació nuestra sociedad. Por un lado, las españolas, que a toda costa trataron de conservar sus modos de vida; y las indias, a quienes humillaron y obligaron a trabajar casi como esclavas. El tipo de relación que se estableció entre ambas dio lugar al servilismo – ese mande usted- y, por otro, al ocio. Así fue durante los tres siglos que duró el virreinato de la Nueva España.
La llegada de las teorías modernas con el nuevo siglo XX no afectaría la férrea educación religiosa y sus valores, pero sin duda dio lugar a avances: se publicaron las primeras revistas para mujeres, como el “Álbum de damas”, donde se daba cuenta de las modas de París; y, “Violetas del Anáhuac”, periódico literario redactado por señoras.
Ya para los años cincuenta, se produce un fenómeno cultural importante: el contagio de la cultura norteamericana que apunta a un cambio en las relaciones sociales y en la moral tradicional. Se comienza hablar de libertad, de igualdad y de adquisición de la personalidad legal y de los derechos civiles, lo cual significaba no sólo el voto sino la autoridad en el hogar y la posibilidad de tener negocios propios e incluso de suprimir el vínculo matrimonial.
Por esos años, las mujeres mexicanas habían adoptado, desde la pasión por ejercitar su cuerpo y cuidar la salud, hasta el pacifismo y las preocupaciones ecologistas; desde el esoterismo hasta las nuevas religiosidades; desde la fe en la ciencia hasta la música tecnológica. Su participación empezaba a ser verdaderamente significativa. Adquiría poder en la política, la economía y la cultura, convirtiéndose en factor de las luchas ciudadanas.
Sin embargo, los estereotipos siguieron marcando las diferencias culturales, religiosas y de formación educativa de las mujeres. Eso las marginó a nadar entre dos posibilidades: o se es dulce, suave, trabajadora, fiel, madre amorosa y esposa abnegada, o se es una traidora, simuladora, ambiciosa, explotadora, manipuladora y zorra. Prevaleció la condicionante del rol femenino de cómo se porta con los demás, que la clasifican como buena o mala, santa o puta, salvadora o perdición. Su vida se limitó al comportamiento social del hombre que recibía de ella felicidad o infelicidad; o era una “cosa” que socialmente conviene tener, poseer y hasta presumir o esconder.Así encontramos como opciones para las mujeres, casarse y ser ama de casa, ser madre, ser o tener amante, divorciarse, quedarse soltera y envejecer.
Hoy el feminismo lucha para que la mujer pueda elegir, decidir, decir no a ciertas partes de la vida: al matrimonio, a la pareja, a tener hijos, a verse de cierta manera; quiere el respeto a la diferencia, quiere la autonomía del propio cuerpo y de los derechos sexuales reproductivos.
Los logros del feminismo son: el reconocimiento de la capacidad de las mujeres para desempeñar los mismo papeles que los hombres, desde pensar hasta realizar trabajos que requieren enorme fuerza física como ser soldados o hacer ciencia; la participación de las mujeres en la política y en la toma de decisiones; el reconocimiento del valor del trabajo tradicional de las mujeres del que no se tenía conciencia; el cambio mental de toda la sociedad que ya no puede ignorar a las mujeres ni en el discurso ni en las agendas ni en las políticas públicas.
Sin embargo, el Estado mexicano debe resolver los problemas de las mujeres que viven violencia domestica, que son explotadas sexualmente, mujeres que cruzan fronteras como ilegales en busca de un mejor modo de vida. Las mujeres no poseen virtudes esenciales que las hace mejores que los hombres, han sido circunstancias históricas y culturales las que han establecido diferencias en el desarrollo de unas y otros.