La cama era una de las cosas más maravillosas que el hombre había inventado, y ahí el Moreno se la rifaba, desde mozalbete era uno de sus espacios favoritos, siempre amodorrado se la pasaba en el colchón patas arriba leyendo y jeteándose de lo lindo, aunque lo segundo era su predilección, la güeva era una de sus adicciones además de fumar aquellos “cigarrillos de guerra” a los que se había impuesto, era todo un “oso tedy”, echado y escuchando música en sus tiempos libres, pero para su desgracia aquellos tiempos ya habían pasado a la historia. Finalmente después de buscar trabajo rogando a Dios no encontrar, lo consiguió, que si no estaba de lujo, ya lo distraía de la depresión crónica e indolencia a la que se había sometido en alto grado intensivo.
Aquella noche había regresado de San Ángel, en el sur de la ciudad, donde se ubicaban las oficinas del Ministerio de educación y bibliotecas a donde había sido adscrito, pero estaba en “la banca” y no salía de comisión, de viaje vamos, que era cuando se nivelaba su economía y su desesperanza porque salía de viaje, conocía el México Profundo, instalando bibliotecas. Esa ocasión se había lanzado a las salas del Centro cultural universitario, el “cultisur”, a caminar, fumarse su “churro” y entrar bien “prendido” a la sala José Revueltas, donde pasaban un ciclo de cine africano, que valió la pena porque aquellos paisajes le recordaron aquellas sábanas africanas y el ritmo del tambor de los negros, para que después, emprendiera el trayecto más largo a casa, de polo a polo, caminó por Chimalistac, abordó el Subterráneo, subió al Blues del autobús a la “ciudad amurallada” en el norte de ciudad, no sin antes pasar revista a “La Cabaña, donde ingirió unas “cañas” de Kloster para llegar bien pachorrón a su cantón, y quedarse en los brazos de Morfeo para terminar el día.
Luego a levantarse a las seis de la madrugada cuando cantaba el gallo madrugador y se dio una ducha y de nueva a la rutina, caminó por el canal de residuos industriales que destilaba vapores tóxicos, para darse un “mañanero” de “la planta amiga” para evitar el venenoso aire, pero sobretodo evadir la maloliente realidad, pudo “subirse de mosca” en el bus atiborrado de zombis desesperados por llegar al “jale” y de nuevo rumbo al subterráneo y tratar de entrar al convoy en el Metro y darse un “baño turco” durante una hora, cual castigo divino por haber comido del fruto prohibido del paraíso.
Ese día, ya lo estaban esperando en la oficina la “banda”, el Polo, un pintor bizarro de la Condesa Rats; el “Demonio” Domínguez, heredero de don Belisario y trotskista ultra incendiario; el Ángel del diablo, del estado de Guerrero; el Chagüis y Pancho “el Cumbias”, de la Azcapotzalco; el Ramis, el poeta del Molinito, allá por Naucalpan, y otros “fresas” que habían sido comisionados para viajar al hermoso estado de Chiapas, para “echarle carne al asador” e instalar bibliotecas. Ese viaje sería de antología, el “bomberazo”, fue al día siguiente, y ahí en el aeropuerto “Benito Juárez”, de Chilangolandía ya estaban los “promotores de la lectura y el conocimiento”. El aeronave partió y el Moreno, arribó con la boca reseca y los ojos para no marearse, el trayecto de más de dos horas entre las nubes fue normal, hasta que ya para aterrizar de la cabina, les dijeron que se tendrían que regresar porque la nubosidad era extrema y que tal vez al día siguiente, sí las condiciones meteorológicas lo permitían a lo mejor… La mañana llegó y de nueva cuenta reprogramados, los viajeros de casi del Mayab, pudieron aterrizar en aquella cálida tierra, el trayecto al hotel fue de reconocimiento. Los compañeros del Moreno, en un dos por tres, organizaron el tour y se fueron a un lugar donde las piñas con vodka, aquietaban la ansiedad y las altas temperaturas. Al día siguiente fue la travesía del corazón, pasaron por Chiapas de Corzo, y llegaron al Cañón del Sumidero, donde el malora del Moreno saco un cigarrillo forjado con aquellas inolvidables hojas de maíz color amarillo y entre el Demón, el Chagüis y el Cumbias, empezaron a fumar a discreción, aquellos paisajes en tecnicolor eran insuperables y la vista panorámica de aquella majestuosa herencia de la naturaleza era única, cuando de repente el Pancho, se quedo pasmado, paralizado, y empezó a perlarse de sudor, el Moreno, dijo para sus adentros, ya valió a este chintololo ya le dio la taquicardia, se va “pasonear” como el Jimy Hendrix, ahora sí que ya no lo vuelvo a hacer, pero que regrese de donde este, pensaba para sus adentros, cuando después de media hora el Pancho, “qué onda a poco pensaron que me estaba desvaneciendo, nomas quería ver qué cara ponían esta preciso el material je je je jee” les dijo a los “compañeros de viaje”, lo que pasa es que estoy admirando la naturaleza no se saquen de onda. -Pues qué bueno que ya te repusiste porque estamos retrasando el recorrido, y después del “pancho” del Francisco, el turibus empezó a repartir a los aventureros de la comisión por el enriquecimiento del hábito de la lectura, subiendo la montaña al Moreno le toco irse hasta la el último pueblo de la cima, cuando una llovizna tupida comenzaba y mojaba rudo, en medio de aquel paisaje donde sobresalía una construcción enorme, una añeja misión fantasmal que le dio escalofríos al viajero, quien viendo pasar a uno de sus habitantes lo saludo en el castellano acostumbrado, para recibir por respuesta un lenguaje que nunca en su vida había escuchado, ¿A dónde vine a parar” se pregunto. Para contestarle ya iban a su encuentro unos caminantes con unos atuendos fantasmagóricos y cara de pocos amigos, pero esa es otra historia…