“Ángel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…”, la impaciencia por entrar al sueño profundo , dormir como oso para despertar y comenzar una nueva aventura, subir a la cúspide, a aquel cerro que le parecía al igual que su hermano la cima más grande del mundo, lo embriagaba en una gran inquietud, pero desistió a mil ideas que expulsaba su infantil mente, que se prodigaba con la historia de Tom Sawy, ese sí que sabia divertirse allá por el río Misisipi, y comenzó a contar borregos, uno dos tres cuatro hasta que perdió el número y la conciencia, cayendo en un sopor que lo metió a la profundidad de su ser por unas horas.
Los gallos cantaron al nuevo día, todavía no clareaba, así que al igual que Jonas, su hermano menor, se arroparon con las cobijas, otro sueñito no haría mal para cargar energías para emprender la odisea de aquel verano, cuando los horarios globales eran impensables y el reloj biológico era sagrado, con su primo carnal Ruperto como huésped, quien tampoco chisto para acurrucarse y dormitar hasta que el güero sol iluminara con los rayos de la mañana. Ya párense para desayunar si no el calor le va cobrar por no madrugar, los huevos con jamón y café con leche y pan se abastecieron los explotadores quienes en la víspera ya habían dispuesto la mochila y todos los elementos para alcanzar en la punta del cerro cueste lo que cueste, la madresanta le dio la bendición en el nombre del padre y del espíritu santo Dios los proteja de todo mal y que lleguen con bien cuídense mucho y no se asoleen, y encaminaron por la vía del tren, pateando la grava y subiéndose a los rieles en un imaginaria línea que los salvaba de un abismo sin red de protección, pasaron por la capilllita de la Virgen de Guadalupe por el panteón se persignaron al tiempo que admiraron la enorme bugambilia, y apretaron el paso para subir a la falda del cerro que tenia una forma de corazón y donde precisamente arriba se formaba una laguna que hacia las veces de una alberca, allí ya estaban otros aventureros a pleno sol zambulléndose, y ni tardos ni perezosos se cambiaron y se sumergieron en las aguas donde algunos ajolotes eran los imaginarios monstruos del Lago Ness, “el agua está a todo dar” calificó Ruperto , quien se aventó sus busitos entretanto Juan y Jonas se metieron con cautela para sentir la humedad de aquel rescoldo de las lluvias, estuvieron un buen rato hasta que les caló el frío, en eso Ruperto, quien era el mayor, sacó una cajetilla de cigarrillos, eran Faros, prendieron los pitillos cual experimentados fumadores, echando humo, eso era vida, se asolearon, se volvieron a meter al agua y se secaron para continuar el ascenso…pero esa es otra historia…