Los compas fueron a darse un rol para visitar la iglesia del pueblito de Teocelo, rápido, por aquello de los sustos del día anterior y recorrer la plazuela del amor, donde de manera particular, daban la vuelta las chicas casamenteras y en sentido contrario los varones en edad de merecer, costumbres de aquellos lugares, –que al lugar que fueres haz lo que vieres—complacidos, hacían el Ramirrón y Barrancas, cuando se iluminó y aceleró su corazón al ver al Ángel caído del cielo que había aparecido en su estancia a aquel lugar mágico y comenzó a maquinar en su cabezota de alcornoque como poder tener algo que ver con aquella chiquilla, que también lo miraba.
En medio de la plazuelita un kiosko era el epicentro del amor de que poblado cafetalero bordeado por algunos árboles que mecían sus hojas a un costado la fachada del templo con sus torres imponentes, mientras para completar el cuadrángulo casas con techos de tejas rojo naranjadas y ese olor a humedad y el calor que exacerbaba los sentidos , pero eso quedaba en segundo plano para el Juan Barrancas quien ya levitaba mirando a la chilanguita que estaba como se la había rectado el doctor y que iba directo a su encuentro, cuando intempestivamente en la boca del estómago sintió un dolor que lo doblo y que estrujó su aparato digestivo para sin pensarlo desviarse y correr como desesperado a buscar un trono donde pudiera desahogarse, el retortijón fue como un gancho al hígado, ni adiós dijo a su compadre el Ramirron quien se quedó desconcertado dando algunas vueltas a la plaza del amor por si la suerte le favorecía con las chiquillas del pueblo.
Como la Providencia le dio a entender, el Barrancas fue a parar a un centro de salud y libación donde se dirigió apresurado al barman, quien a pregunta inútil, solo espetó. Al fondo a la izquierda donde está el platanar. Ahí como pudo llego a la letrina que de entrada le asesto un rudo golpe a su olfato y se acuclillo en aquel rustico cajón para empoderarse y esforzase porque todo saliera bien, por ¡aaaaaahh¡ un buen rato para luego coger unas grandes hojas y cubrir la higiene en las circunstancias que podía llevar al cabo un zombi de la selva de concreto en la ceiba donde había que improvisar costara lo que costara.
Terminado el trámite del desfogue humanoide, se acercó y pidió un anís o lo que se le pareciera para aliviarse de su mal y olvidarse del fallido encuentro con aquel ángel caído del cielo, de nueva cuenta se sentía de un desgraciado, cuando estaba al punto de romper esa maldición de circundar por el mundo como un vagabundo “solo voy por el mundo/ sin que nadie me quiera/ solo el que me acompaña es Dios/ ouuuuuo vagabundo soy… pagó la bebida y repitió una zarzaparrilla que le asentó la panza y empezó el regreso a la realidad, en aquel pueblo de calles de tierra fangosa flores silvestres y mariposas que revoloteaban a su alrededor, pensó que no era tan infeliz como le atolondraba la mente, el cocote, se trató de orientar y fue a parar a donde lo estaban hospedando los amigos, buscó la cama de costales donde se sobo la panza por un buen trato y se tiro todo babeado quedando profundamente dormido, bien jetón.
La oscuridad penetro a su corazón, iba corriendo como si lo persiguieran la chota, pero no, eran sus miedos que no lo dejaban tranquilo, era una sensación diabólica, de sentirse sin salida, ni para dónde ir, como cuando no tienes para la renta y ya se va llegar el pago con el casero, o cuando no llegaba la remesa después de haber laborado como penitente y que unas culebras te mordían, pero no eran serpientes, eran los insepultos que querían desangrarte hasta la última gota de plasma, cual pinches capitalistas, era una sensación de que tus minutos estaban contados y que no había salvación corrieras a donde corrieras porque serías alcanzado.
No había salvación ¡ya estáis muerto, muerto ,muerto! como cantaban los Escorbutos con tu ¡cerebro destruido! y ¡mucha policía, poca diversión! con esos guitarrazos de”!¿quién tiene el dinero. el dinero ,el poder, el futuro/ mucha policía poca diversión /depresión, depresión!”. Pensó en los brazos de Morfeo que no había futuro, que quedaría ahí tirado en aquel cafetal sin haber amado y haber bordeado el mundo y volvió a soñar a estrellita marinera, en la entrada de una cueva que tenía como ventana natural la caída de aquella cascada donde le rendían culto al jaguar de los descendientes de la cultura olmeca.
Ahí estaba aquella ilusión que iluminó su rostro y dibujo una sonrisa que se apagó cuando la fría agua mojo su cara de neochichimeca en edad de merecer.. era el Ramirrón, que de nueva cuenta lo despertaba con un balde agua. ¡Despierta Barrancas! nos están esperando para el baile el cierre del encuentro de la Radio Teocelo, te anduvimos buscando, pensamos que te habían dado tus ataques de esquizofrenia, cuando saliste disparado como cohete Sputnik ¿quién sabe a dónde? No me andes espantando que soy cardiaco Barranquitas, además tu amiga me pregunto que si te daban ataques o que onda, si ya la traes bien muerta , pero de miedo, se preocupó por tu salud, por cierto ¡salud! y el poeta del Moliniux de Naucalpunk, saco una botellita de licor de uvita, bebida de exportación, esto te va caer bien pal desempance, chúpale pichón.
Al Barrancas no le dijeron dos veces y se empino el recipiente, ya a medio estoque enfilaron su paso por el camino rural para la fiesta, se iban fumando un porro chiclosón bien oloroso cuando un convoy de destartalas patrullas con unos mal encarados uniformado se les emparejo en aquellas tierras ignotas, pero esa es otra historia…