POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Normalmente, cuando llega una autoridad nueva al frente del gobierno, los malosos, los dueños del dinero, los líderes sindicales, los grupos organizados en defensa de intereses particulares miden a la autoridad. Es obvio, por repetitivo, que así suceda en cada relevo de administración gubernamental. No todos lo hacen de la misma manera, cada organización tiene sus formas para tratar de subordinar, controlar o de influir en la toma de decisiones de la autoridad.
Los empresarios solían adular al recién llegado al poder. Comidas en lugares de lujo, bebidas, entre ellos vinos de precios que el halagado ni sabía que existían; regalos y viajes a lugares paradisíacos y al extranjero eran la forma socorrida para ganarse los favores del gobernante. Todo esto acompañado de la adulación al titular: mi líder, mi señor, lo que usted diga y todo tipo de frases para incrementar el ego del personaje y, desde luego, sus atenciones para hacer algunos negocios. Comparando lo que daban con lo que recibían era cambiar espejitos y cuentas de vidrio por millones de pesos del erario público.
El periodo de gobierno de Miguel Alemán Valdés en Veracruz y luego en la presidencia de la república fueron saqueos de dimensiones escandalosas, tanto que a ese estilo de robar se conoce como el alemanismo. Con el mismo fin, pero más especializado llegó el salinismo; excesos que todos pagamos con la infame crisis de 1994, y la seguiremos pagando con el Fobaproa. Esto significa que el robo a la nación de salinas y sus secuaces seguirá costando al país unas décadas más. El zedillismo no se quedó atrás, siguió la escuela de las privatizaciones como forma de favorecer al capitalismo de cuates y fue cuando el narcotráfico se salió de control.
Con Fox vivimos una verdadera desgracia en todos los sentidos: político, social, económico, pero la hecatombe fue que la figura presidencial perdió todo respeto. Los grupos empresariales de plano montaron al presidente e hicieron con él lo que quisieron. El papel que jugó su esposa Martita, además de grotesco, fue ridículo y de brujería. Se burlaron de ellos, eran los pueblerinos que llegaron al poder sin saber que era ni para que servía. Más lenguaraz que efectivo, se pasaron por el arco del triunfo al presidente. Los priistas se crecieron y decían estar mejor con Fox que con ningún presidente del viejo régimen. Por primera vez fueron gobernadores y el líder del PRI un líder del partido. Bajo el presidencialismo priista fueron encargados de despacho que hacían lo que el de arriba instruía.
Con Calderón y Peña el daño creció, cobró relevancia la subordinación de los poderes paralelos al poder público. Dejó de tener sentido la democracia y el resultado de las elecciones; las decisiones estaban en otras manos, menos en las del presidente y su gobierno. Con el presidente AMLO eso se terminó. Los dueños del poder se sorprendieron cuando un presidente los desafió y los puso en su lugar. Primero, pagando impuestos, segundo respetando al poder del Estado. Ellos fueron dueños del Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Poder Judicial, pero nunca del poder del Estado. AMLO regresó el respeto al poder presidencial y la dignidad al Poder Legislativo.
El trabajo político de AMLO lo heredó la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Si él era una figura fuerte, es más ella. Están midiendo a una presidenta poderosa, que tiene mayoría en el Poder Legislativo y el apoyo indiscutible del pueblo. Si la siguen retando van a despertar al Poder del Estado en manos de una presidenta con la mayor legitimidad de la historia. La tolerancia tiene un límite.