Una crisis de salud, económica y social como la que atraviesa México requiere de una respuesta contundente.
De un golpe de timón, como declaran los politiqueros (AMLO dixit) aspiracionistas.
De una oposición inteligente, bien integrada, con estrategia, con un proyecto.
Andrés Manuel López Obrador difícilmente cumplirá con las promesas que le llevaron a arrasar en julio de 2018 con 31.1 millones de votos.
Sus malas decisiones en el primer año del sexenio provocaron una caída de la economía de -0.1 por ciento y la epidemia de Covid-19, sí esa que le cayó como anillo al dedo a su gobierno, llevaron los indicadores hasta -8.5 por ciento en 2020 y a perder 1.4 millones de empleos formales, que cotizan en el IMSS, y entre diez y doce millones de puestos informales, según el INEGI y el Banco de México (Banxico).
La fallida respuesta al virus, con decisiones absurdas y graves de Hugo López-Gatell Ramírez, subsecretario de Salud, como el no uso del cubrebocas por quedar bien con Andrés Manuel, que se niega a utilizarlo, o la escasa aplicación de pruebas para detectar y seguir casos y contagios, tienen hoy a México en el tercer lugar mundial con 200 mil muertos reconocidos oficialmente por Salud y el INEGI.
El daño al sistema de salud es indudable.
En los hospitales públicos no hay insumos, no hay trajes especiales para las áreas Covid y las muertes son por docenas diariamente.
Los tratamientos -sí, ya sé que no hay uno solo en el mundo avalado como tal – que han dado buenos resultados y son producto de experimentos que los mismos médicos han hecho sobre la marcha en casi un año de epidemia y encierro, no existen, no hay.
Y todo por el recorte obsesivo al gasto para reunir los 500 mil millones de pesos anuales requeridos para regalar dinero.
Porque esos recursos públicos, que Andrés Manuel entrega vía los serviles, perdón servidores, de la nación, significan votos.
Votos que significan gubernaturas de las quince que estarán en disputa el 6 de junio; treinta congresos estatales; mil 900 presidencias y juntas municipales; dieciséis alcaldías en la CDMX y, principalmente, la Cámara de Diputados.
Sí, 500 curules.
Y ahí está la clave para la segunda parte del sexenio: la mayoría que hoy tiene Movimiento Regeneración Nacional (Morena) simple y calificada, necesaria para las reformas constitucionales.
Alrededor de 95 millones de mexicanos inscritos en el Padrón Electoral del Instituto Nacional Electoral (INE) tendrán en sus manos el destino del país.
Será una especia de referéndum para el gobierno de López Obrador.
No aprovechan
Esa lista de puntos en contra del gobierno de la Cuarta Transformación no ha sido aprovechada por la endeble oposición, que pese a los destellos esporádicos continúa agazapada, temerosa, escondiéndose detrás de un árbol de delgado tronco y recién plantado.
Cuando tiene material de sobra para comenzar a arar el camino, sólo da muestra de torpeza y de ambición desmedida.
Basta observar las listas de los partidos para darse cuenta cómo son los mismos de siempre: vividores de la política a los que enfrentar al actual gobierno desde la oposición para terminar con las ocurrencias y las decisiones que tienen al país hundido en la peor crisis desde la Gran Depresión de hace casi cien años -1929- es lo que menos les importa.
Sólo buscan el poder por el poder, como dice Andrés Manuel, y como sucede en Morena también, llenos de advenedizos que brincan cual chapulines convenencieros en busca de un hueso, de un cargo, a costa de lo que sea.
En el Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón Hinojosa y su esposa Margarita Zavala Gómez Del Campo, fracasada candidata independiente a la Presidencia de México, están de vuelta, luego de que Andrés Manuel les cerró la puerta y ordenó que no se le otorgara el registro a México Libre como partido político, el año pasado.
No obstante que casi se la mentaron-en privado seguro lo hicieron- a Ricardo Anaya Cortés por apropiarse de la candidatura presidencial del albiazul y renunciaron al partido, hoy están de regreso con la cola entre las patas.
Y la fracasada candidata dice que eso no importa, que es lo de menos.
Que lo importante es luchar por la Patria, para terminar con este mal gobierno.
Y ahí aparecen los incondicionales del ex presidente que desató esta guerra contra el narcotráfico que nomás no tiene fin y que suma, desde 2006 300 mil muertos.
Francisco Ramírez Acuña, el que lo destapó espontáneamente en una gira por Jalisco y Jorge Zermeño.
El PAN, necesitado de nombres porque con Marko Cortés sólo han nadado de a muertito, les abrió la puerta.
¿Y qué tal Ricardo Anaya, recorriendo el país a ras de piso, echando taco con el pueblo bueno, vendiendo una imagen más falsa que un billete de diez mil pesos?
¿Qué no habrá alguien, aunque sea su esposa que le haga ver el ridículo que hace?
¿Quién le cree cuando sale en un spot pasando un día, o una noche, con una familia humilde, en una vivienda en la que seguramente hasta ni ha de sentarse en una silla o banco por temor a ensuciar su pantalón dockers?
El candidato presidencial que la PGR de Enrique Peña Nieto anuló en la elección de 2018 con acusaciones falsas ha dicho que quiere ser el abanderado nuevamente.
Muy bien.
Se necesita una oposición, como ya dije, fuerte, cohesionada.
Pero no se necesitan ridículos como el que actualmente hace.
El PRI por ahí anda
Y en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no están lejos.
No cantan mal las rancheras, según el dicho.
Alejandro Moreno Cárdenas, que dejó la comodidad de la gubernatura de Campeche hace dos años por dirigir al tricolor, colocó en las candidaturas a diputados a cercanos e incondicionales, dividiendo al partido, cuando lo que se necesita es llegar unido. El impresentable Rubén Moreira es un ejemplo.
Va por México
La alianza o coalición que integraron PAN, PRI y lo que queda del PRD es el único acierto, hasta ahora, de los opositores.
Pero los nombres, los candidatos conocidos no auguran un futuro prometedor.
Dirán los pragmáticos que en esos momentos debe irse con los candidatos que tienen experiencia, que conocen, que ya han trabajado una elección.
Y acaso tengan algo de razón, pero también es verdad que esos cartuchos quemados tanto en el PAN como en el PRI y el PRD pueden resultar contraproducentes.
Un disparo en el pie, le llaman en el argot político.
Hace falta un líder, alguien que canalice la inconformidad y, sobre todo, el pobre resultado en economía y seguridad. Así no.
Estalla Olga
Olga Sánchez Cordero estalló ayer.
La secretaria de Gobernación, que tuvo beca en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) antes de sumarse a Andrés Manuel y que gusta de vestir fifí, explotó ayer.
Le hace falta ver más bax.
Cuando le preguntaron en la mañanera de Palacio, donde hace las suplencias por la enfermedad del mero preciso, sobre su voto a favor de Mario Marín Torres, El Gober Precioso, allá por 2007, cuando Lydia Cacho pedía justicia al maltrato y abuso físico de que fue objeto por parte de agentes ministeriales de Puebla, estalló.
Dijo que no, que nel, que ella no fue la única que votó en contra de que se castigara al gobernador de Puebla, que hay otros ministros que lo hicieron.
Y mostró la otra parte, la que no se le conoce: la de autoritaria y poco tolerante.
Cuando le preguntaron si había traicionado a Cacho, como ella acusa, lo negó y explotó.
Pobrecita, ¿como pasan ustedes a creer eso?
¡Por Dios!
Vámonos: Estímulo fiscal, vulgo subsidio. Eso es lo que hace el gobierno federal, pese a que Andrés Manuel siempre criticó los subsidios de los otros gobiernos.
Y es que la gasolina se ha disparado.
La Magna ronda los 19.50 y 19.60, según la zona y la estación.
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