La luz al final del túnel. Era un punto diminuto que apareció en aquella oscuridad, en una gruta donde hacia miles de años seres extraños, olvidándose del mundo se retiraban a meditar o cavilara porque habían llegado a tan desastrosa condición en sus vida, a convertirse en guiñapos, en desafiantes sujetos que les valía madres todo, pero que finalmente descubrían que eran vulnerables, quizás menos o más que todos, pero al final de cuentas, frágiles como el cristal, como cualquier tallo quebradizo de la flor más hermosa o la frondosa y fuerte rama de un macizo árbol. Ahí estaba el Jhony Barrancas, todo babeado, lleno de tierra revolcándose en sus miserias, tirando los hígados, los jugos gástricos por todo lo que se había metido en su carrera a la muerte, a toda velocidad a darse en la madre. Recordaba como se estrellaba una y otra vez, como sigiloso entre las sombras de la noche, alerta de que no se apareciera la ley en cualquier momento se dirigía en automático al barrio, por las sombras y callejuelas, topándose con fantasmas y malandros que podía pararlo de cabeza o darle un tiro con la matona, una cuchillada, para quitarle lo que trajera, pero era más sus ansiedad por la dosis. Que lo prendía como un fulgurante ángel que lo transformaba en el más apuesto de los narizotas, se borraban sus complejos y la velocidad lo arrojaba a gozarla en este mundo, que para venimos a este mundo ¡que se abra la tierra que ahí les voy!
Y ya en el chemovil, Datsun cuatro puertas, probar la golosina y meterse otra, para sentir la adrenalina e ir a destrozarse, disfrutar de la noche y de lo que se apareciera… regresaban los pasajes y ahí estaba el Jhony con esa Caleñita, una mexico-colombiana que lo había arropado después de varios intentos fallidos, bebían unas chelas y unos le metían a las carnes en la Parrilla Suiza, con la música del lugar, la fogosidad de los cuerpos comenzó a subir de tono, los besos hacían vibrar sus emociones, eran dos solitarios que se encontraban después de unos ayeres y recuperaban el tiempo perdido, la noche como siempre era cómplice en la ciudad llena de tráfico, gente que regresaba a sus casas, el caos bendito de todos los días…
Los plomazos retemblaron en el vecindario, ¡ya van a comenzar esos hijos de su chepinche madre! Están locos malaya la hora en que le hice caso a tu abuelo de venirme acá al cerro, bueno antes era tranquilo, hasta que llegaron esos demonios que traen juidos a todos y tú no te me vayas a desbalagar a salir del huacal. Escuchaba el Pablo, quien apenas salía de su sueño, de la modorra, el cansancio de la chinga de limpiar como chorromil automóviles en el crucero de la ciudad amurallada. Se había echado unos pulques y unos churros de mota el día anterior y andaba entre cruzado y más crudo de que un bistec salido del matadero. Su mente nublada y las tripas ya le rugían por un taco y se paro sin hacerle caso a su abuela y le entro a unos bolillos con frijoles y un café aguado que ya había en la mesita, después del refine como que agarro fuerza y se lavo la carota, se puso la sudadera, el panto de mezcla y sus tanques para morir iguales, cogió sus instrumentos de trabajo, unas botellas de Fabuloso, limpiador y su morral. Le pidió la bendición a la viejecita “Dios hijo, Dios padre y Espíritu Santo te proteja de todo mal y regreses con bien mijo” Cuídate ya no andes de cabeza dura muchacho, si no quieres acabar como tu padre. Salió a la calle y ahí la resolana era una bendición el sol iluminaba el horizonte, ahí podía ver el valle, los edificios, las fábricas, los automóviles la jungla de concreto. Empezó a caminar cuesta abajo y se detuvo en un frondoso pirú cuando le chiflaron, ¡fiu-fiu-fiu-fiu-fí! Era el Toto su camarada que lo esperaba para irse al jale, ¡qué paso hijo de mi corazón cómo amaneciste! jajaja si que te la pusiste Orejotas, mi chavo andas todo sope, jajaja ponte pa-que te alivianes y le extendió el cigarrillo de un extraño olor a petate quemado. El Hobbit Pablo no se hizo del rogar y exhaló todo lo que daban sus pulmones, y recobro un poco el horizonte, No pues si estuvo chido el neutle, pero ya estoy listo para la otra ja respondió al Toto, que llevaba un periódico. Ya viste a quien agarraron compadre, al pinche guey que el otro día te dio en tu cara porque te quería quitar tu feria, ¡ahhaa neta cábula! Cinta de los Rolin Ston. Ya lo decía que hay justicia divina y que tenía que pagar las costillas rotas que me dejo, proclamó Pablo. Sí cábula y lo torcieron cuando iba achicalar a los de las Sabritas y que les cae la Leyenda de Javier Solís, y luego que empiezan a cantar y que les cuelgan hasta milagros que no hicieron. —A ver, ver –arrebato el papel el Orejotas de Dumbo y se escruto la noticia en la Prensa. –Hijo de su ratera, las tenía que pagar, decía Pablote en lo que el Toto se quemaba los dedos fumándose el cigarrillo mientras el Orejotas que empieza a soltar unas lagrimas, ¿y ahora qué te pasa pedazo de res? Nada, nada, es el humo del cigarrillo que me hace llorar y que ya te lo acabaste cabrera jajajaja, bueno ya mucha charla ay que ir a chambear que los frijoles no van a llegar acá al pinche cerro. Y la pareja de mozalbetes de bajada a la cuesta, alcanzaron rápido la avenida, cuando ya iban por la tlapalería que ven un convoy de polis y que se ponen en alerta…
La noche era cálida y después de estar cheleando a discreción en la parrillada, el Juan y la Caleña, decidieron no ir a trabajar y ya iban buscando un cinco letras donde irse a morderse los labios y nadar en la pecera, pasar la noche entera mojados entre sí, pararon a uno que se veía coqueto pero les salieron con la noticia que no había cupo, siguieron avanzando un buen rato pero no había luces de neón que anunciaran un rincón para el placer de los corazones solitarios. Se aparcaron en un árbol y comenzaron a besarse y pasar reconocimiento por el mapa humano, por hendiduras, relieves, montañas, acantilados, cuando una trepidante sirena los saco de concentración al pasar a toda velocidad cerca ellos y pararse adelante unas tres cuadras adelante, donde había ocurrido un estrepitoso choque que no se habían dado cuenta por andar hurgando los fluidos, humedades y, decidieron pasara lo que pasara conseguir lo que buscaban, fueron a dar hasta la zona industrial donde, ya instalados y Jhony se quiso poner sabroso y saco un papel que abrió para colocar un polvillo blanco en el cristal de la mesita del love room, lo calentó, lo macero para dejarlo fino y antes que le dijera algo a la Caleña se lo metió por la nariz, la miro, al natural la piel canela, su carnosa boca y todo lo demás empaquetado lo excitó, como un tigre se lanzo al King-size, pero no calculó el salto y se dio un madrazo que lo dejo inconsciente momentáneamente. Cuando despertó ahí estaba la morena besándolo, dando respiración boca a boca, tratándolo de reanimar entre asustada y subyugada, pero no todo fue inútil, la sesión amatoria fue fallida, esa noche Juan Barrancas, se le fue el vigor y la caleñita en un ataque comenzó de la risa al enojo y luego a la ira pateándolo en lo más hondo de su ser. Se calmaron, ya seria para otra ocasión, si es que había otra ocasión, cuando ya iban por la avenida que los paran los de chupometro, pero esa es otra historia…