Los negocios de cuates, el amiguismo y el compadrazgo empiezan a asomar la cabeza en la deformación de 4ta., negocios solapados por López Obrador, con su clásico “hacerse de la vista gorda”. Y sólo cuando el tráfico de influencias es públicamente exhibido, por algún medio de comunicación, acusa de recibo argumentando desconocer del tema; eso sí, sin dejar de atacar y denostar al medio que develó el “negocio bajo el agua”.
No es ingenuidad, ni buena fe o estar limpio de conciencia que el compadre de AMLO, Miguel Rincón, dueño de la empresa Bio-Pappel, haya ganado la licitación y el contrato por 221.6 millones de pesos, para la venta de papel a la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito. El cual, ante la balconeda del diario Reforma, tuvo que retirarse de dicho concurso; no sin antes, que dicho periódico recibiera la carga de escupitajos venenosos y ponzoñosos de López Obrador, por evidenciar que la Transformación de 4ta. no está lejos de compararse al capitalismo de cuates del gobierno de Peña Nieto.
Tampoco es casual o fortuito que cuatro de ocho compañías, cuyos directivos forman parte del Consejo Asesor Empresarial de López obrador, iniciaron 2019 con 18 jugosos y millonarios contratos gubernamentales. Donde, Banorte y los grupos empresariales Ángeles, Salinas y Televisa aseguraron un mínimo de 104.6 millones de pesos (en conjunto), durante los primeros tres meses del año, según las actas de fallo del Gobierno federal.
Y para que fuera “derecha la flecha”, el 56 por ciento de los contratos fueron otorgados por adjudicación directa, según datos de los portales CompraNet y de Obligaciones de Transparencia (POT).
No es inusual que el estilo de gobernar de López Obrador sea con opacidad e información parcial o a cuenta gotas, en cuanto a rendición de cuentas y gasto público, como cuando fungió como Jefe de Gobierno, del entonces D.F., y que solo tras la resolución del Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información tenga que ordenarse, a Pemex, hacer público el contrato mediante el cual se adquirieron 680 pipas, para apoyar la distribución de combustible, a través de una adjudicación directa por 1,800 millones de pesos y, de las cuales, sólo 69 están en operación.
Tampoco, es coincidencia que los tres hijos mayores de AMLO, espontáneamente decidan “explorar su lado empresarial” y de la noche a la mañana abran su propia fábrica de chocolates y, al estilo de Wlly Wonka, dicha compañía controle todo el proceso de elaboración de chocolates, desde la plantación de cacao, en su Finca El Rocío, hasta la distribución del producto final.
Sólo falta que dichos chocolates tengan la exclusividad para ser vendidos en todas las cooperativas, de las escuelas públicas del país.
Es así como la transformación de 4ta. se revela sólo como una transferencia de negocios, para pasar de los cuates y amigos de Peña Nieto, a los cuates y compadres de López Obrador. Eso sí, ahora por vía de la adjudicación directa, para evitar el engorroso burocratismo y la molesta competencia, disfrazada como fórmula para erradicar la corrupción.
Al final, atestiguamos que aquella vieja “Mafia del Poder”, ese puñado de empresarios cómplices y beneficiados por los gobiernos neoliberales, tantas veces señalados por el dedo flamígero de AMLO, ahora se presentan purificados y salvos de todo pecado, haciendo negocios bajo el cobijo del gobierno de 4ta.
Y con esa misma opacidad y parcialidad en la información, se encarece el capricho del “Aeropuerto Patito” del presidente, al descubrirse que, de la noche a la mañana, apareció un cerro nunca visto en el proyecto del constructor favorito de López Obrador, Riobóo. El cerro de Paula ahora obliga a modificar el diseño y la ubicación de las pistas, para evadir las complicaciones que su presencia provoca para el despegue y aterrizaje de los vuelos comerciales, encareciendo en 8,000 millones de pesos adicionales dicha construcción.
Dicha modificación, además obliga a la demolición de edificaciones militares recién inauguradas, con una antigüedad no mayor a un año y medio. Tal es el caso de la Escuela Militar de Materiales de Guerra y el Hospital Militar de Zona, lo que implica una pérdida de cientos de millones de pesos, que representó dicha inversión.
Parece capítulo de “Los Simpson”, donde una ocurrencia o capricho del gobernante, avalado por una manipulada consulta patito, provoca el derroche de cientos de miles de millones de pesos:
Primero, para cancelar y finiquitar contratos de una construcción en marcha; segundo, para liquidar a inversionistas; tercero, para contratar nuevos estudios y proyectos de viabilidad del aeropuerto de sus sueños (del presidente); cuarto, para iniciar la primera fase de construcción y colocar la primera piedra; cinco, para demoler construcciones militares recién inauguradas; seis, para desmontar y demoler lo construido en Texcoco y; siete, rehabilitar y dejar en las condiciones originales (pastizal salitroso no apto para el cultivo, ni el ganado) el terreno en el cual se pretendía construir el NAICM, por mandato de la legislación ambiental.
Y todo por el capricho de un aeropuerto patito, el cual “iniciará operaciones en junio de 2021, pero que será hasta el 2069 cuando alcance su máximo potencial”, como lo declaró el general Gustavo Vallejo, ingeniero a cargo del proyecto de Santa Lucía.
Conclusión, será hasta dentro de 50 años cuando se podrá valorar el éxito o fracaso de las locuras y ocurrencias de López Obrador; tiempo suficiente para que, en el momento de los reclamos, él y su gabinete sean sólo polvo y mal recuerdo para los mexicanos.