¿Por qué tanto miedo a la marcha que llegó ayer a la Ciudad de México proveniente de Cuernavaca y que exige un cambio en la estrategia contra el mal llamado crimen organizado y el fin de la violencia?
Tres veces se refirió el presidente Felipe Calderón en esta semana indirectamente a los reclamos sociales de que pare esta ola de violencia y sangre que suma ya 40 mil muertos, más los que se acumulen, adelantándose al discurso que coronará el domingo el movimiento en el Zócalo.
A las exigencias de ser escuchados, encabezadas actualmente por el escritor Javier Sicilia en la marcha del “¡Estamos hasta la madre!” o Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, el gobierno federal ha respondido con una ofensiva mediática:
“No es momento de retirarse o replegarse. No es así como se vencerá al enemigo, al mal”. “Quienes de mala fe piden el retiro de las tropas se equivocan” y más.
¿Por qué? ¿Se adelanta Calderón al efecto de la marcha o no ha entendido?
Esta semana, primero, fue Alejandro Martí quien comenzó las críticas y lo secundó Javier Sicilia. A ambos los une un común denominador: sus hijos murieron a manos de la delincuencia, víctimas de la violencia que azota al país desde que el panismo, vía Vicente Fox, se hizo del gobierno en 2000.
Los dos, ciertamente, como dijera un clásico, no son los únicos que han perdido a un hijo: ahí están Eduardo Gallo, Isabel Miranda de Wallace, Nelson Vargas, y más que se han mantenido en el pelotón, por falta de tiempo, de recursos y también, ¿por qué no decirlo?, por ser menos famosos, aunque no menos importantes.
Está claro que a Calderón y a sus asesores les preocupa la marcha porque, acaso lejana en número de participantes a la de 2004, su peso y representación son indiscutibles. Significa el hartazgo y sí, el “estamos hasta la madre” de millones de mexicanos que ya no quieren más sangre.
“En México, pareciera que los políticos se han inmunizado contra el ¡Ya Basta!”, que hoy se ha generalizado, acusó el miércoles Martí, presidente de la organización México SOS, en el Tercer Foro sobre Seguridad y Justicia.
“¿Qué le puede esperar al país? ¿Qué más debemos hacer los ciudadanos para que los políticos se comprometan con el bienestar de México?”, preguntó.
Calderón reiteró que los gobiernos estatales y municipales, así como los representantes populares deben cumplir los acuerdos de seguridad y que el país no merece regateos “por meros cálculos electorales”.
Y por la noche, en un inusitado mensaje televisivo, Calderón se adelantó a la marcha al pedir “comprensión y ayuda” en la lucha.
Sicilia, que arrancó la marcha el jueves, dijo en Cuernavaca:
“Parece que el presidente Calderón no entendió, que está mal informado. Parece que no me oyó cuando me recibió. No es contra el gobierno, es mala lectura”.
Y continuó. “Que no sólo oiga, que escuche, que no estamos contra nadie. Que esta es una marcha por la paz, pero con justicia y dignidad, porque una paz basada en la guerra y en el horror ¿de qué sirve?”.
“Los que estamos sufriendo la guerra no es ni el bando del gobierno ni de los criminales. Nosotros estamos poniendo los muertos.
“O vuelven a mirar a este país, o se lo va a llevar la chingada”, advirtió.
El polémico obispo de Saltillo, Raúl Vera López, se sumó al movimiento y también exigió a Calderón y a su gobierno escuchar.
“Queremos que no se defiendan de nosotros, que no nos tengan miedo. ¿Cómo tienen miedo a escuchar a un pueblo? ¿Cómo tienen miedo a que un pueblo manifieste lo que quiere y lo que desea?, preguntó.
Calderón contestó en el aniversario 149 de la Batalla de Puebla, y al estilo del general Miguel Negrete, aseguró que “nuestras tropas” no retrocederán y que todos los mexicanos debemos tener primero Patria que partido.
“Los mexicanos de bien están en el mismo bando”, sostuvo.
Y aquí el mensaje a Sicilia: “Como presidente, compartoprofundamente el dolor, la tristeza, la indignación que ha causado la delincuencia al arrebatar cobardemente la vida y la tranquilidad en muchos hogares del país, “pero es precisamente ese dolor e indignación lo que nos motiva a seguir adelante”.
“Y hay quienes de buena o mala fe quisieran ver a nuestras tropas retroceder, bajar la guardia y darle paso a esas gavillas de criminales. Hoy les digo que eso no puede y no va a ocurrir porque tenemos la razón, porque tenemos la ley y porque tenemos la fuerza vamos a ganar”, insistió.
Por la noche, y luego de la lluvia de críticas, Presidencia emitió un comunicado, el primero con alusión directa a la marcha:
“El presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa, expresa su respeto a la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, así como a todos y cada uno de quienes la integran”. Y apenas venía.
Ayer, cuando partió de Coajomulco, Morelos, hacia Topilejo, en Tlalpan, Distrito Federal, Sicilia concedió dos veces la razón a Calderón: cuando acusa la omisión de los gobiernos estatales y municipales y cuando dice que el combate debe continuar. “No pedimos que se retire el Ejército y no se combata al crimen, pedimos cambio de estrategia”.
El Osama de Calderón
Después de ver cómo el gobierno de Barack Obama armó el espectáculo de la presunta muerte de Osama Bin Laden el domingo pasado -¡ah qué mexicanos tan escépticos!-, lo que en teoría le catapulta a la reelección, en México cabe preguntarse: ¿quién o qué podría representar para el alicaído gobierno de Calderón un Osama que le asegure al PAN, acaso no la reelección, mantenerse en el gobierno?
¡Acertó! La captura de Joaquín El Chapo Guzmán.
¿Por qué? Sencillito: porque el famoso Chapo, fugado del penal de Puente Grande, Jalisco, en el sexenio de Vicente Fox –otro punto a favor de Calderón, ¡eh!-, ha sido señalado como aliado de los albigrises-albiazules, como dijera el embajador Carlos Pascual, al grado de que Calderón ha tenido que justificar los nulos golpes a ese cártel hasta con estadísticas.
¿Lo ve? El golpe maestro y certero, aunque desesperado, del calderonismo y esta obsesiva estrategia militar sería capturar, en caso de que se ignore su paradero, o traicionar, en caso de que sea cierta esa unidad, al narcotraficante que aparece en las listas de Forbes como uno de los 500 hombres más ricos del planeta. Sería magistral, porque podría ser utilizado como estandarte de esta guerra que ha causado hasta ahora 40 mil muertos y que, a este ritmo, cerrará el sexenio con cincuenta mil.
El Chapo es, sin duda, el Osama de Calderón o la cereza del pastel. ¿No lo cree?
Blanca Nieves y sus siete enanos
Pregunta a Humberto Kid Moreira: ¿Si los aspirantes del Partido Acción Nacional (PAN) son los siete enanos del cuento, ¿quién es Blanca Nieves?
Y es que en su conferencia-taquiza de los lunes, el dirigente de los priístas llamó así a los once, que quedaron en siete, candidatos del PAN -¿recuerda que su dirigente Gustavo Madero presumió diez buenos para la grande?- tras su presentación dominguera en la que todos -Josefina Vázquez, Santiago Creel, Ernesto Cordero, Alonso Lujambio, Heriberto Félix, Emilio González y Javier Lozano, mostraron su obsesión por atacar al tricolor y a Enrique Peña Nieto.
¿Por qué no mejor ofrecer sus propuestas? (si es que las tienen) ¿Creen esos siete magníficos que ganarán seguidores? Desesperados por no perder el hueso.
Los Pocitos o las tumbas
Tiros de cincuenta o sesenta metros de profundidad de los que se ramifican túneles de un metro con veinte centímetros de altura -¿se imagina? Intente meterse debajo de la escalera de su casa y avanzar, hincado, en cuclillas o a gatas, dos o tres metros. Brutal y agotante ¿verdad?
Ahora piense en esos trabajadores, haciéndolo en jornadas de ocho o más horas diarias, sin equipo de protección o, en el mejor de los casos, caduco y por miserables 900 pesos “y hasta mil quinientos” semanales, con horas extras.
Lozano asegura que son 150 pocitos en estas condiciones en la zona carbonífera de Coahuila, y que los cerrará. El gobernador, Jorge Torres responde que no, que significaría –con veinte trabajadores en promedio por pozo-, tres mil obreros y, en consecuencia, igual número de familias sin ingresos, sin forma alguna de comer aunque sea tortillas o un pan. Ambos tienen razón.