Libando el néctar de los dioses en la ciudad amurallada y tras el sepulcro del Rey Xólotl
Nopalzint se rasco la cabeza y a su mente vinieron los recuerdos, ese rostro con esa sonrisa de pocos amigos, y ojos de toro loco, lo descontrolaron por un instante, hurgaba en los rincones de la memoria, sin que hubiera resultado, las emociones por traspasar el umbral del pasado al caos caótico y el danzón callejero de la Matancera con la morena Margarita – así se llamaba su ya inseparable jaina, su piel canela.
No le ayudaron a recordar las palabras que le profería el paisano que detrás de la barra seguía sirviendo el néctar de los dioses, pero presupuso que debía ser alguien al que le debía una deuda de importancia, porque le dijo bien clarito: “ya se estaban tardando, es hora de que pagues la deuda que tenemos pendiente Nopalzint”. Shhaaaa haber primero sírveme una cubeta de curado de jitomate, es bueno para el corazón, que ando un poco alterado con tantas emociones y a toda la banda sírvele una catrina de lo que quiera, que voy a hacer todo lo posible por recordar quien eres y que te debo ingiriendo ese tlachicotón que ya tengo sed y hace agua la boca, mi Ojos de fuego y obsidiana.
¿No que no te acuerdas Nopalzint? Le dijo el que tenía mano pesada para servir que ponía bien briagobertos a todos los que entraban al expendio de pulques finos más reconocido del barrio y anexas los países bajos y que para que no quedara duda ya echaban porras al del taparrabo por el pulque invitado. Ojos Rojos de obsidiana, le paso una cubeta bien servida y le dio su jícara, ¡Órale mi príncipe póngase como quiera! puro mayahuel del reinado de mi gran señor Xólotl.
El Nopalzint ya iba recordando, tanta familiaridad del ojos negros y rojos-rojos corazón contento ¡Qué paso compadre del alma! Porque tan misterioso y nagualeado, bien que tiene trabajado el desdoblamiento, no lo reconocí está bien protegido, hasta que sirvió el néctar recordé que solo un sabio sabe la medida de un guerrero.
Pero sobre todo cuando le recuerda su albedrío de ponerse como burro ¡jaajaajaja¡ se entremezclaba ya la risa del príncipe con la del despachador de la “baba de oso” que chocaba ya también su jícara con el acompañante del Juan Barrancas, que ya también alzaba la diestra para brindar por la ocasión de encontrar a los amigos, ¡Salud por la amistad! que ya le entraban a la botana también al igual que los tunantes de “El Rinconcito”: unos frijolazos y chicharrón en súper-salsa para que amarrara el convite de los neochichimecas y las “catrinas” y las jícaras chocaron una y otra vez como si estuvieran celebrando el arribo de una nueva era en la zona sagrada de “la ciudad amurallada” de Tenayucan. La rocola también no dejaba de sonar con las rolas del Piporro, Javier Solís, Las hermanitas Núñez, El Mike Laure, Daniel Santos, Bienvenido Granda y del blusero ranchero José Alfredo Jiménez, y una larga lista de ídolos del pueblo, aquello estaba de lujo, hasta que tanto jolgorio puso cachondos a dos que tres y ya improvisaban la pista de baile con las del Acapulco tropical que un vato por querer sacar a bailar a la acompañante de Nopalzint no midió el terreno y salió disparado a la puerta estrepitosamente y sus cuates ya iban armar la bronca, cuando el Ojote de Fuego negros de obsidiana alzó la voz ¡qué paso compadre ya te acordaste de la deuda que tenemos pendiente o qué?
En ese instante el Nopalzint recordó los destrozos que había ocasionado algunas lunas y eclipses, por andar de cachondo con las princesas chichimecas, había pasado a arrasar la plantación de magueyes y hasta las milpas de la parcela de padrino de las bebidas espirituosas del Rinconcito. Ya valió dijo el Barrancas le diste en su cara al Chilo y es bien chillón y se va armar va a traer a su banda. ¡A mí me las Pérez Prado! Ese vato para que aprenda a respetar las mujeres ajenas. Es más aquí está mi Ojos del infierno lo que te debía, y el príncipe saco unos torcales de oro con piedras preciosas que recibió el ojitos gustoso– nos veremos luego vamos a un toquín y se nos hace tarde compadre ¡ahí te wacho loco! bien caliche el príncipe Nopalzint dejaba casi mudo al Juan Barrancas, quien solo le espetó –Ya te aclimataste carnal ya estas—.
La comitiva guerrera avanzaba para llegar al baile pero los obstáculos se presentaban cada rato, tuvieron que esperar en el crucero del tren, iba pasando el ferrocarril de las nueve, uno de carga pesado, decenas de vagones y las góndolas, corrían rápido casi echando chispas sobre las vías generando una corriente de aire que casi le vuela los penachos al personal y para cuando quedo libre el paso una aura irradiante los iluminaba, era una luz de colores violeta y amarillo cuando los perros que andaban por ahí les empezaron a ladrar como si fueran los malandros del barrio, hasta que el Tenoch se acercó unos labradores que espumeaban el hocico, eran los más bravos que hambrientos reclamaban la cena y casi arrancan el pedazo, el guerrero los acarició para que se serenaran y en un momento ya movían la cola jugueteaban y lamían a los forasteros.
Mientras el Cacama , el Tizoc y el príncipe empezaron a santiguarse en la capilla de Tonatzin, el altar resplandecía con unas hermosas rosas de todos colores, cirios y veladoras que le prendían sus fieles, que estaba enmarcada por un gigantesco árbol y una bugambilia bien crecida, que los hizo inclinarse para entonar unos cantos que no entendía el Barrancas, pero que lo enternecieron hasta las lágrimas y sosegaron su corazón, para que solo atinara a decir, Ese pulque sí que es fino, este alucine esta chido.—
¿Cuál alucine Juanito estas en vivo y a todo color con los hijos de Xólotl? por cierto ves aquella luz donde comienza el cerro, el Barracas abrió sus ojos apipizca para asentir y observar una luz en lo alto del panteón, que se veía al igual que el arco de la entrada que tenía una cruz en el centro y la semioscuridad de la penumbra iluminada por las luminarias de la calle cerro arriba y de los focos de las viviendas. Antes de ir al tibiritabará de la Matancera, tenemos que pasar donde estaban las reliquias del gran Tlatoani. Ya es tarde hay que descansar a los muertitos.
Se arrugó el Barrancas, te están temblando las corvas juar juar mi Johnny, pero es natural vas hacer el primer mortal en conocer donde murió el Rey Xólotl. El Barrancas se estremeció, saco una bacha de siguaraya para prenderla, exhalar a todo pulmón hasta que le dio la toz y darse valor para empezar el ascenso al cerro del Tenayo, pero esa es otra historia….