Uno macuspano y otro Jalapeño, ambos comparten una característica singular: sus acciones precipitadas, sustentadas en decisiones caprichosas y personales, han puesto de rodillas al estado mexicano ante Estados Unidos, en más de una ocasión.
Antonio López de Santa Anna, varias veces presidente del México recién independiente, con una personalidad mesiánica, megalómana y narcisista, nada alejado a la personalidad del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador. Ambos, han puesto en jaque la soberanía mexicana; el primero, durante sus 10 períodos presidenciales (que abarcan de 1833 a 1847) y, el segundo, en tan sólo su primer año de gobierno.
Con la actual amenaza de Trump de designar a los cárteles del narco mexicano como organizaciones terroristas, derivado de la incapacidad del gobierno de 4ta. para atender la creciente violencia e inseguridad en México, abre la posibilidad para que el gobierno de EE.UU. pueda intervenir a su entera decisión, para bloquear y confiscar cuentas bancarias de todos aquellos que apoyen las actividades financieras de dichas organizaciones criminales.
Aún más, el gobierno estadounidense tendría la facultad de intervenir operativa y militarmente en el territorio nacional, con la justificación de desarticular a los cárteles del narco y hasta capturar o abatir a sus principales cabecillas. Lo anterior, debido a la ineptitud o cobardía del gobierno de López, ante la capacidad de acción y el estado de fuerza de los cárteles, para ponerlo de rodillas y rendir las plazas del país ante ellos, como ocurrió en el culiacanazo de octubre pasado.
Como en tiempos de López de Santa Anna -ante un país convulsionado en luchas armadas y un estado fallido donde el poder se encontraba en torno a una sola persona-, cuando Estados Unidos aprovechó la oportunidad para invadir militarmente al país y hacerse de más de 2.5 millones de kilómetros cuadrados de territorio mexicano; ahora, Donald Trump se aprovecha de la situación de inseguridad y violencia reinante en México, así como de la incapacidad y torpezas cometidas por López, para manipular y condicionar las acciones del gobierno de 4ta. en torno a los intereses estadounidenses en migración, comercio, leyes laborales y combate al narco.
En el primer año de gobierno del actual López, México ha tenido que ceder en todo ante EE.UU.:
Primero, convertirse en el Muro de Trump y distraer a la guardia nacional y al ejército mexicano, para actuar como la “Border Patrol” de Estados Unidos, en territorio mexicano. Esto, aprovechándose de la torpeza de López al declarar el territorio nacional como zona de tránsito libre para los migrantes, ante ello, EUA amenazó con la imposición de un arancel a productos mexicanos del 5%, lo que doblegó al gobierno de 4ta., a través de Marcelo Ebrard, a acceder a las peticiones de Trump y frenar las oleadas migratorias, para que México atendiera la crisis humanitaria con cargo a su presupuesto.
Segundo, tras la penosa balconeada internacional de la derrota del Estado mexicano en Culiacán y la tragedia de los LeBaron, Trump ha aprovechado la oportunidad para presionar al aturdido gobierno de López; respuesta de ello es la tentativa de declarar como organizaciones terroristas a los cárteles mexicanos, para actuar militar y fiscalmente en el territorio y en las cuentas de ciudadanos mexicanos que presuntamente estén vinculados al narco.
Ejemplo de lo anterior, es la detención de Genaro García Luna, que ahora se convertirá en valioso informante de todos los trapitos sucios que guardan altos funcionarios de sexenios anteriores y, no quedándose atrás, altos funcionarios del actual gobierno de 4ta., empezando por Manuel Bartlett o Rubén Monreal.
Tercero, la torpe y precipitada decisión de dar refugio a Evo Morales, tras su fallido intento de perpetuarse en la presidencia de Bolivia, López acude presuroso a abrirle los brazos y hasta ofrecerle como segunda nacionalidad la mexicana. La partida inesperada de Evo a Cuba no fue casual, también es producto de las presiones del gobierno de EE.UU. al gobierno de 4ta., en esta ocasión fue previo al cierre de acuerdos del TEMEC y su ratificación por el Congreso Americano.
Y, por último, la chamaqueada en la firma y aprobación del TEMEC, que ante la urgencia de López de obtener un logro económico (aunque sea mínimo) antes del cierre del año, el gobierno de 4ta. cedió ante las condiciones adicionales impuestas por congresistas americanos y Trump, para terminar, rindiendo a la industria automotriz y del acero mexicanas, además de limitar aquello que México puede exportar a Estados Unidos y Canadá.
Con las condiciones laborales impuestas a México y la obligatoriedad de consumir sólo acero americano en la producción nacional automotriz y aeronáutica, poco les convendrán a las platas industriales establecidas en el país para continuar en territorio mexicano.
Si Antonio López de Santa Anna cedió más de la mitad del territorio nacional a Estados Unidos, dada su incapacidad de unificar al país, darle gobernabilidad y paz, ante sus decisiones personales, caprichosas y erráticas; ahora Andrés Manuel López Obrador pone de rodillas al Estado mexicano, ante sus decisiones personales, caprichosas y erráticas, cediendo soberanía en legislación laboral y producción automotriz, abriendo la puerta al intervencionismo americano en el tema de combate a organizaciones del narco en México y convirtiendo a todo el territorio nacional en el Muro de Trump.