NAUCALPAN, Méx.- En la pared frente a la puerta, hay un mural con un paisaje urbano donde destacan un trolebús (vehículo eléctrico que sustituyó al tranvía), un coche de los años 50, las tiendas “El Taconazo Popis” y “Milano”, y en primer plano, un pequeño local “Ricos Caldos de Gallina Indianilla”; la imagen representa un momento de la historia de este establecimiento ubicado en el corazón de Naucalpan, San Bartolo, a media cuadra del Parque Revolución.
Es la una de la tarde, a esta hora son pocos los lugares disponibles y los fines de semana hay que llegar más temprano porque el lugar se llena rápido. Sobre las mesas están dispuestos recipientes con limones, cebolla, salsa roja, guacamole, chile piquín y chile de árbol toreado, para acompañar el único platillo que aquí se sirve, cuyo sabor ha trascendido las fronteras del municipio.
María Elena Silva Serrano tiene 20 años laborando en Caldos de Gallina Indianilla y conoció a don Cayes, fundador del negocio; con ella se encuentran Enrique Cisneros y Rodrigo Sarmiento, también trabajadores con 17 y 10 años de antigüedad; entre los tres nos ayudan a reconstruir la historia del lugar y nos dieron pistas para entender el porqué del nombre tan peculiar que tiene el establecimiento.
Para ello tenemos que viajar al año de 1867, cuando tres indígenas María Clara, María Concepción y María Paula vendieron algunos predios al padre Domingo Pérez Barcia, y posteriormente a una compañía de tranvías; a partir de entonces la zona fue conocida como Indianilla, luego fue llamada colonia Hidalgo y hoy es la Doctores.
Ya en el Siglo XX, la compañía de tranvías construyó un taller de reparación que fue conocido como Estación Indianilla, en sus inmediaciones se instalaron unos puestos de madera que vendían caldos de gallina a los conductores hasta la madrugada, en uno de ellos, trabajó Cayetano Cruz, don Cayes.
Años después, siendo un conocedor del negocio, don Cayetano se vino a Naucalpan y puso su establecimiento en la esquina de las calles Venustiano Carranza y Parque, a unos pocos metros de dónde hoy se encuentra, además se abrieron otros locales, gracias al delicioso sabor del caldo, cuya receta tiene un secreto que María Elena, Rodrigo ni Enrique quisieron revelar.
No se quede con las ganas, si pasa por San Bartolo, dese una vuelta y disfrute un rico caldo con pechuga, pierna, muslo, rabadilla, ala, huacal o cabeza, con precios que van de los 40 a los 55 pesos, generosamente servidos.