Los controladores del PAN
Una estimada amiga, Laura Calzada, me preguntó, a través de mi cuenta de facebook cuál era mi opinión sobre la situación política que vive —o padece— el Partido Acción Nacional (PAN). Me sentí comprometido a construir un argumento lo más objetivo posible y, para lograrlo, lo primero era aceptar mis limitaciones para acercarme a ese propósito. A mí me parece que el PAN no sufre de una crisis política, simplemente porque todavía no llega a ella. Lo que enfrenta es una descomposición a su interior, donde los grupos que lo controlan simulan cumplir con los principios, estatutos y doctrina del partido.
Al igual que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) agrupado históricamente en sectores, los controladores del PAN y sus operadores se han enquistado en las estructuras partidarias organizando a la militancia de reciente cuño, en grupos de control político a imagen y semejanza de los seccionales de su adversario eterno: el PRI. Lejos están de parecerse a las llamadas “tribus” del Partido de la Revolución Democrática (PRD) porque en estas existe una masa crítica, de militantes que debaten y argumentan lo que consideran su razón; mientras en los “seccionales panistas”, creados por los controladores, lo que existe es la manipulación de la necesidad, incluso de la desinformación de los militantes, básicamente de aquellos que fueron “llevados a afiliarse” por alguien que quiso o quiere ser candidato.
De tal modo que los procedimientos internos de elección de candidatos, de las estructuras partidarias, de las candidaturas plurinominales y la organización de sus asambleas son escenografías o montajes, eso sí, bien organizados, donde al final todo es una simulación. La misma elección del dirigente nacional lo fue y no puede ser, por más que quiera, el fiel de la balanza. Un líder nacional, cuyo origen es el mismo de los dirigentes estatales que se deben a las prácticas del control político, no puede alzar la voz ni la cabeza ante quienes han corrompido la tradición democrática del PAN.
No hay que ir lejos para ejemplificar estas motivaciones, están en la superficie porque las hace flotar el cinismo con el que enterraron los principios que hacían diferente al partido. Por cierto, tanto citan a Carlos Castillo Peraza y su legado que no dimensionan que si este observará en lo que han convertido al partido de su inspiración, tal vez los llevaría a la comisión de orden, pero esta vez le ganarían al maestro Peraza, porque también la controlan y la usan como tribunal de la inquisición. Ahí condenan a los enemigos, a los que están en contra, a los que se oponen al líder o más bien al jefe, al caciquillo.
No hay debate de ideas ni de propuestas, lo que hay es una lucha tenaz por obtener una candidatura, una pluri, la primera sindicatura o las dos primeras regidurías para que, pase lo que pase, los del grupo entren como segunda o tercera fuerza. Tener como meta ganar para ser una opción diferente, para construir un gobierno de ciudadanos, con alternativas de desarrollo y equidad para las familias es una locura de “los viejitos del PAN”, de uno que otro resentido que no se dio cuenta cuando lo quitaron del partido en el que luchó por una vida digna y más justa para todos.
El dirigente —que tal vez se deba más a su participación en la mesa del “Pacto por México”— está acosado por una severa parálisis política, por una severa ausencia de autoridad, rodeado de escándalos y conflictos de sus propios promotores y seguidores como el gobernador de Puebla o los escenificados por sus líderes en la cámara de diputados y de senadores. En el estado de México ni que decir; no hay un líder del partido sino un jefe de plaza por el que pesan todo tipo de señalamientos, pero como apoyó la campaña del Señor Madero su peor escenario es que sea nombrado diputado local o federal, pluri por supuesto.
Es larga la lista de compromisos del dirigente nacional y puede que este vislumbrando que no le va alcanzar la nómina ni la lista de candidatos pluris, que su mejor opción sea apuntarse a una candidatura de diputado. Con suerte y se le haga la candidatura a la presidencia de la República, misma que también aspira el gobernador poblano o el de Sonora, que ya sintió la orfandad política al quedarse solo, sin el apoyo de sus líderes camerales y del partido, en su desacuerdo con el gobierno federal.
Poco puede importar a los controladores del PAN las opiniones de la militancia ni las voces que piden justicia ante tanto atropello del PAN de Madero y los maderistas; sin embargo, a pesar de lo que suponen estos jefecillos locales o municipales, no son los verdaderos ganadores. El victorioso está en otro lado y puede que sea el mismo adversario al que piensan o dicen que le van a ganar en las elecciones intermedias de 2015. Para nadie es extraño, sólo para el maderismo, que muchos de sus votos para la elección del actual dirigente nacional salieron de los palacios municipales o de las gubernaturas de todo el país y que sus operadores en vez de ir a buscar el voto de la militancia fueron a pactar con el gobierno en turno para lograr los votos hacia su candidato. Ya escucho la petición que “si hay pruebas que se presenten”, como si esa cantaleta modificara la condición en que han metido a un partido que sabía ser oposición y que demostró gobernar con acierto.
Por paradójico que parezca, no ha sido el PRI ni el PRD quienes han silenciado al panismo dirigente; es tanta la podredumbre que lo rodea que ha sido una elección personalísima acogerse a la ley mordaza. ¿Alguien ha escuchado un posicionamiento serio y con contenido o ha visto acciones concretas en favor de los ciudadanos del estado de México por la creciente y descontrolada inseguridad; o que protesten por la pésima calidad de los servicios comunitarios, por las malas condiciones de los mercados municipales, por el estado de destrucción de los parques, calles y espacios públicos?; echen de cuenta que el PAN tiene varios diputados locales y dos federales, que por mal que le fue en las elecciones pasadas tiene síndicos y regidores de representación proporcional, de quienes se desconoce asuman una posición crítica y pública por los malos resultados de gobierno de los municipios donde participan. Bueno, al menos, actitudes difundidas al nivel de sus fotos del facebook cuando están regalando una despensita, una pelotita, un pastelito o una cobijita.
Es evidente que en los municipios de Tlalnepantla de Baz, Naucalpan de Juárez, Izcalli, Nicolás Romero y Cuautitlán México existen gobiernos pésimos, pero más evidente y sospechoso es el silencio de los representantes del PAN en los cabildos, en las cámaras local y federal y en las dirigencias estatal y municipales. Bastante disminuido está el grupo de los representantes sociales que se conservan como oposición propositiva como en el Ayuntamiento de Toluca o los diputados locales Bravo y Zepeda. Puede que su participación sea poco efectiva, pero conservan y le dan vida a la razón misma de ser oposición y que al menos intentan hacer efectivo el equilibrio de poderes para mejorar la calidad del gobierno.
Por estas cosas, le digo a la Señora Calzada, que el PAN todavía no vive su momento de crisis, todavía no existe un parámetro del daño que le han provocado. Y este no se puede medir por resultados electorales. Si alguien piensa que el PAN va a cambiar porque gana elecciones se equivoca; puede que el triunfo de esos grupos de controladores-simuladores, o de manipuladores a secas, estén por hacerle más daño interno al partido por el poder y dinero públicos que pueden utilizar para, de plano, controlar toda la estructura territorial, de organización y presupuestal del PAN. Eso puede ser excelente para ellos; sin embargo, para los municipios, los estados y la federación y, en suma, para la población, las familias y los jóvenes eso constituye la peor desgracia que les puede ocurrir, porque cancela toda posibilidad de cambio que nace del equilibrio del poder público.
En nuestra joven democracia e incipiente alternancia política, un escenario de subordinación de una de las tres principales fuerzas políticas del país es peor que el autoritarismo de hace apenas dos décadas. La subordinación es una preferencia, mientras el autoritarismo es una imposición que genera un rechazo inmediato en los ciudadanos. El silencio, oídos sordos y cerrar los ojos ante tanta desgracia social son consecuencias del entreguismo, de llegar a la diputación, a la sindicatura, a la regiduría, a la dirigencia del partido a nivel estatal o municipal a ultranza, al precio que sea.
Opciones las hay: organizarse y luchar desde y para la ciudadanía. Cuando el PAN ganó fue por la convicción de la conciencia ciudadana, por insistir en la viabilidad de una revolución constructiva y hoy le toca al PAN reconstruirse desde dentro, precisamente por la crítica de los ciudadanos que aun le depositan su confianza.