A cien días de la instalación del nuevo gobierno federal y próximos a los 100 días, ya superados o por venir, de las legislaturas federales o locales, gobiernos estatales y municipales; lo que ha venido quedando claro, es que la oferta de un estado “diferente” y “austero”, difícilmente viene a remediar las principales demandas y aspiraciones de aquellos que compraron el boleto de la narrativa mesiánica, transformadora y salvadora, de López Obrador.
Lo anterior, al venir observando los pobres currículum, la inexperiencia, la improvisación, el bajo desempeño, la descoordinación, los errores, los escándalos y los pobres resultados, que vienen mostrando los gobiernos municipales, estatales, funcionarios del gobierno federal y legisladores, tanto federales como locales, electos en 2018 bajo las siglas de Morena y sus aliados.
La mal llamada “cuarta transformación” -ya que, este título lo otorgaran los historiadores en el futuro, cando se delibere y concuerde con la aportación histórica dada por este gobierno-, trajo a los cargos públicos nuevos o reciclados perfiles de la vida pública, en todos los niveles de gobierno: Llegaron debutantes en la política que ingresaron de relleno a las candidaturas, porque no se podían completar candidatos a alcaldes, síndicos, regidores o diputados, en varios municipios o distritos; y, también, arribaron muchos cartuchos quemados de otros partidos políticos, comprando un boleto de lotería que los sacara de las sombras de la vida pública, ya que, en sus partidos de origen difícilmente contaban con la vigencia o el bono político, para obtener candidatura alguna o un cargo en el gobierno.
Muchos de los nuevos ediles, diputados, senadores y funcionarios de gobierno, jamás hubieran imaginado ganar una elección u ocupar un cargo en el servicio público, si no fuera por el efecto López Obrador. Todos son beneficiarios del hartazgo al nauseabundo período de corrupción y desconexión con la ciudadanía, de los gobiernos federal y locales del Peñismo, antecesores inmediatos de los actuales gobiernos.
Por ello, una vez despachando en sus oficinas, estos nuevos funcionarios se topan de golpe con una realidad ineludible: no estaban preparados para el cargo. Así como los funcionarios electos (de quienes los ciudadanos jamás recuerdan que votaron por ellos, pues lo hicieron ciega y visceralmente por Morena), los funcionarios designados en los municipios y el gobierno federal terminaron siendo cuota del amiguismo, el compadrazgo, el influyentísimo y, hasta, el cobro de facturas por los apoyos a las campañas.
Hay que recordar que parte de la estrategia de López Obrador y de Morena, fue la construcción de alianzas locales, en estados y municipios, con políticos procedentes o relegados de diferentes partidos políticos; los cuales, terminaron desplazando a los llamados “puros”, que son los morenistas originales, antiguos militantes de las izquierdas que venían acompañando a AMLO desde su llamado “Proyecto Alternativo de Nación”; aquellos que reunieron a pie las firmas para lograr el registro de Morena como partido político y, ahora, llegada la victoria fueron relegados de la participación en los cargos públicos.
No fueron pocas las quejas de los morenistas puros a López Obrador y a la dirigencia de Morena, por el trato preferencial a los neomorenistas: priistas, perredistas y panistas, sin credencial en sus partidos de origen y que no logran congeniar con las bases morenistas. Ahora, los favorecidos son los que antes eran los caciques que los reprimían, los expulsados del yunque, los reconocidos por sus actos de corrupción, las viejas dinastías y familias políticas de siempre, que se suceden en el poder.
Así, Morena terminó siendo la cuarta transformación del PRI, el viejo PRI que desplazó al “nuevo PRI”, el de los “Golden Boys” (esa generación de gobernadores y, a la cabeza de ellos, Peña Nieto); es el PRI original, el creado por los últimos caudillos de la revolución, basado en los acuerdos con todos los sectores, caciques locales, líderes sindicales y cúpulas económicas, ahora refundado por un caudillo mesiánico.
Bajo la bandera de combate a la corrupción y la austeridad, se dio arranque a la transformación de cuarta, sin haber hasta el momento rendición de cuentas a los exgobernadores, miembros del gabinete del anterior y, mucho menos, al expresidente Peña nieto; no hay un ánimo de transparencia en el ejercicio del gasto público, los contratos y las licitaciones, todo se justifica bajo la santidad impoluta del Mesías, por no tener cargo de conciencia; y, no existe congruencia entre la cancelación de programas sociales en favor de la integridad de las familias y las mujeres, y el derroche multimillonario en cancelaciones caprichosas y proyectos ocurrentes de López Obrador.
Ante decisiones polémicas o cuando busca rehuir de una responsabilidad, López Obrador se escuda poniendo al frente al pueblo y apelando a su sabiduría. Atendiendo a la sabiduría popular, ésta dice: “Lo barato sale caro”.