“Los pobres no comen gasolina”, asegura el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo.
Tiene razón.
Ni comen.
Mucho menos gasolina, porque, en caso de que así fuese, está muy cara.
Nomás 19.90 pesos por litro.
Casi igual que la leche.
Ha subido 80.2 por ciento -más/menos- desde que comenzó el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Sí, 80.2 por ciento, según la gasolinera. Ya ve que con la reforma energética México es parte del primer mundo y ahora hay diversidad y marcas.
El sábado 8 de diciembre de 2012, una semana después de que Peña Nieto asumiera la Presidencia, fue el primer gasolinazo.
Nueve centavitos, nomás.
En la misma tendencia que con el nefasto Felipe Calderón Hinojosa.
El litro de Magna pasó de 10.72 a 10.81; el de Premium de 11.28 a 11.37, y el de diesel de 11. 08 a 11.17 pesos.
Hoy, la Magna o su equivalente oscila entre 19.75 y 19.90: la Premium, entre 21.70 y 21.99, y el diesel entre 20.70 y 20.90.
Los expertos en números dirán que el precio de los combustibles tenía que liberarse. Que así lo preveía la reforma energética.
Que el subsidio beneficia sólo a los ricos, a quienes tienen vehículo y más.
Que son, al menos, 200 mil millones de pesos anuales.
Que los pobres no comen gasolina (sic) y que los precios de la canasta básica no se ven afectados.
¡Qué mentira!
La leche costaba 13 pesos en ese diciembre de 2012.
Hoy, según la marca, claro, 18 pesos.
Un incremento de 5 pesos o el 40 por ciento.
Entonces, ¿los pobres toman leche?
La tortilla rondaba los 10 pesos. Hoy, entre 13 y 14 pesos. Aumento de 3 y 4 pesos, según el negocio.
Un 30 por ciento promedio.
Guajardo dijo que se incrementó 17 por ciento.
Y así, parafraseando al neolonés.
Los alimentos y todo, absolutamente todo, se mueve por tierra, mar o aire.
En vehículos y éstos consumen combustible. Y eso afecta su precio.
El aún funcionario -le queda poco más de mes y medio- soltó una de esas frases que serán recordadas cuando concluya el sexenio, y más.
Asegura, como todos los que han cobrado en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), en el Banco de México (Banxico) y en cualquier otra dependencia relacionada con números y con hacer creer a la gente que la economía va bien, que los pobres comen pollo, tortillas, leche y huevo.
Y, además, que en el agonizante sexenio tuvieron alzas mínimas, casi imperceptibles.
O sea, están al alcance de todos.
En México, según cifras del Inegi, hay 55.6 millones de pobres y 11 millones en pobreza extrema, más, como dice el slogan de Pronósticos Deportivos, los que se acumulen esta semana.
¿Con qué cara el señor Guajardo, al que todos los mexicanos le pagan cuando menos 200 mil pesos mensuales de salario, comida, teléfono celular, boletos de avión, traslados terrestres, escolta y, por supuesto, gasolina, se atreve a decir semejante insulto?
El frustrado candidato a gobernador de Nuevo León -Peña Nieto envió a Ivonne Alvarez, apaleada por Jaime Rodríguez El Bronco, en 2015 -dijo en su comparecencia en el Senado con motivo del último informe, que el alza fuera de todo control de la gasolina no afecta a los pobres, a los jodidos.
Guajardo comenzaba a caerme bien.
¿Por qué?
Por su presunta inteligencia, con la que negoció la entrega al gobierno de Donald Trump con un tratado comercial que favorece absolutamente a Estados Unidos, pero que, finalmente, permite a México mantener la continuidad.
Digamos que podría ponérsele una estrellita en la frente, con salivazo y todo.
No más.
Pero, ¿qué cree?
Esa tontería es del nivel del “¿Y yo por qué?”, del ignorante Vicente Fox; del “seis mil pesos alcanzan para casa, coche y colegiaturas”, de Ernesto Cordero, fracasado precandidato presidencial del PAN; o del “Ya sé que no aplauden”, del joven Enrique Peña Nieto.
Serán los pobres en Inglaterra o en Estados Unidos.
Y quién sabe.
Porque en México no alcanza ni para ello.
Ayer, tras reunirse con el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), dijo que
su comentario no fue despectivo.
-Lo que yo estaba haciendo era una referencia a la capacidad de contener los impactos transversales y haber logrado que en muchos productos de la canasta básica se hayan podido contener los impactos, aseguró, después de que fue destrozado en las redes sociales.
Ya sabe, los chairos.
Cenizas del PRD
Lo que queda del Partido de la Revolución Democrática (PRD) está en liquidación.
La corriente, pandilla o tribu llamada Los Chuchos se lo acabó.
No dejó nada.
Sólo quedan el logotipo y el nombre.
Y quieren cambiárselo.
Depredadores por naturaleza, los jesuses se entregaron al gobierno de Enrique Peña Nieto en un afán por mantener el poder del partido, sin importarles los principios y fundamentos y esa fue su perdición.
El Pacto por México que, para sorpresa del mundo, fue idea y propuesta suya, y las reformas estructurales que respaldaron provocaron una desbandada que no se cansaron de negar.
Obstinados, Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Guadalupe Acosta Naranjo y coequiperos creyeron que tirándose al piso con Luis Videgaray Caso, operador y compa de Peña Nieto, tenían el futuro asegurado.
Craso error.
Y su alianza con el PAN en la elección presidencial fue la puntilla.
Hoy están en liquidación.
Vámonos: Melania es más popular que Trump. Obvi.
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