Primera de dos partes
En una mesa entre amigos, surgió el tema de la malinche. Una mayoría recordó el sitio en que, equivocadamente, la historia ha colocado a esta extraordinaria mujer. Los calificativos son diversos y sorprenden por su creatividad. Todas ellas son ofensivas para una mujer que no tuvo opción más que enfrentar su destino con inteligencia y de forma brillante. Varios estudiosos han intentado reivindicar la imagen de esta sorprendente mujer indígena que vivió la realidad en medio de dos mundos, de dos culturas totalmente diferentes.
Estuvo entre Hernán Cortés y Moctezuma; es decir entre el gran tlatoani del imperio mexica y el conquistador europeo; entre la sangre y el dolor que provocó la guerra de conquista. Fue testigo de la muerte de miles de sus paisanos y europeos en la lucha por el oro y el dominio. Fue la mejor testigo que pudo tener México en el proceso mismo de su conformación.
Vencido Cuauhtémoc, el último emperador mexica, Hernán Cortés puso el nombre de Nueva España al territorio conquistado. En una carta dirigida al rey de España expone que:“Por lo que he visto y comprendido cerca de la similitud que toda esta tierra tiene a España, y en otras muchas cosas que la equiparan a ella, me pareció que el más conveniente nombre para esta tierra era llamarse la Nueva España del mar Océano; y así, en nombre de vuestra majestad se le puso aqueste nombre” . Años más adelante, en marzo de 1535, asumiría el nombre de virreinato de Nueva España, con capital en la ciudad de México.
Si bien la expedición de Hernán Cortés no fue la primera, si fue la expedición decisiva que culminó con la derrota del imperio mexica. Las primeras expediciones las encabezaron Francisco Hernández de Córdoba (1517) y Juan de Grijalva en (1518). El primero de ellos fue derrotado por los indígenas de Potonchan por lo que se vio obligado a regresar a Cuba, donde murió al poco tiempo. “Pero abrió el interés de otros aventureros españoles por conocer esos territorios densamente poblados. Juan de Grijalva le siguió y exploró buena parte de la costa del Golfo de México. Enfrentó la oposición de los mismos grupos indígenas con mejor suerte. Sin embargo, su liderazgo resultó débil y no supo sobreponerse a los temores de sus soldados” .
Hernán Cortés partió en febrero de 1519, “hacia tierras continentales, evadiendo la orden de detención que Diego Velázquez había mandado ejecutar demasiado tarde” . Salió de Cuba al frente de once navíos rumbo a la isla de Cozumel, que sería el primer punto de su marcha hacia México. Su ejército se reducía a quinientos ocho soldados, “sin contar maestros, pilotos y marineros; dieciséis caballos, once navíos, treinta y dos ballesteros, trece escopeteros, diez cañones de broce y cuatro falconetes” . Posteriormente, avanzó hacia Tabasco y ahí libró su primer combate contra los guerreros indios transportados en numerosas canoas. Luego de hacerlos retroceder, Cortés tomó posesión de la tierra cedida en nombre del rey español Carlos V. Al día siguiente, ordenó explorar lo que consideraba las nuevas tierras de su majestad, pero es obligado nuevamente a combatir contra la resistencia indígena.
Para nivelar las fuerzas del numeroso contingente de combatientes locales, Cortés utilizó, por primera vez, los caballos como su arma secreta, porque eran animales desconocidos por los lugareños. Antes de la batalla, Cortés ordenó bajar los caballos de los navíos con collares de cascabeles a fin de infundir temor al enemigo. “Entre los indios, la aparición de los caballos causa una terrible impresión. Nunca los habían visto, y se imaginan que caballo y caballero forman un solo monstruoso ser animado de mágicos poderes” .
Luego del enfrentamiento, los indios mayas de Tabasco pierden a ochocientos guerreros, sin saber con precisión el número real por su costumbre militar de ir retirando a sus muertos y heridos. Del lado español, las pérdidas son mínimas: dos muertos, catorce soldados lesionados y cinco caballos heridos. Para el 15 de marzo, los caciques presentaron su rendición.
Un numeroso grupo de caciques y señores cruza los bosques mojados para rendir vasallaje a los blancos, a los cuales llevan un presente de oro, toscas mantas labradas y veinte esclavas jóvenes, pues son más ricos en hombres que en metales y piedras preciosas. Al preguntarles Cortés de dónde procede el oro, los caciques, señalando el poniente, responden que de un país llamado Culúa o México… al día siguiente la flota se hace a la mar, rumbo al misterioso país de México, donde se da el oro .
La rendición de los caciques tabasqueños los pone en el incómodo sitio de ser los primeros en aceptar el vasallaje de un rey al que desconocen, pero que deciden obedecer. Los españoles llamaron a este sitio Santa María de la Victoria. Más allá de esta condición de dominio, del encuentro de los caciques con Cortés surge un hecho relevante para la conquista de la Gran Tenochtitlán. Es en este sitio que el extremeño conoce a Malinali, la mujer indígena que formó parte del grupo de veinte que los caciques derrotados regalaron a los soldados españoles.
Al recibir el presente, Hernán Cortés “repartió las veinte esclavas entre sus principales capitanes. Al joven soldado Alonso Hernández Portocarrero le entregó una joven indígena, llamada “Malinalli”… una muchacha adolescente, de unos trece o catorce años” . Luego se la quitaría al enterarse que esta mujer hablaba náhuatl, enviando al joven soldado a España en una misión del propio Cortés.
Doña Marina, como la bautizó fray Bartolomé de Olmedo, juzgada injustamente por la historia, llegó a superar la fama de muchos soldados del grupo de los conquistadores y vivió la guerra con la cercanía que lo hizo el soldado cronista Bernal Díaz del Castillo. Un dato curioso es que los indígenas que veían siempre juntos a Hernán Cortés y a su intérprete, empezaron a llamarle, “señor Malinche”, en vez de decirle a ella “la Malinche de Cortés” .
Ella, la fiel e inteligente traductora, estuvo al lado Cortés en los momentos clave de su empresa. Fue la amante, la mujer y madre de su primer hijo, de un mestizo con sangre india y española. Doña Marina, como nadie, atestiguó los mensajes que cada uno expresaba, supo los secretos y los guardó; en los diálogos duros, tuvo la sensibilidad de comunicarlos correcta y diplomáticamente. “No sólo fue el enlace entre Cortés y los pueblos que hablaban náhuatl, sino también fue la más efectiva fuente de información en relación a cuestiones políticas, costumbristas y hasta en situaciones conectadas con el protocolo de la monarquía indiana” .
Lamentablemente, esa fama que acompaña a doña Marina quedó ligada a un reproche injusto como desafortunado al colocarla popularmente como penoso ejemplo de infidelidad. Su nombre Malinali, Malinalli o Malitzin se simplifica en una distorsión popular que la identifica como “la malinche”, y cada vez que alguien quiere ser señalado de traición: “eres un malinchista”.
Penosa frase que se atribuye a una mujer que no pudo traicionar a su patria, simplemente porque no existía; que no pudo traicionar a los suyos, cuando fue vendida como esclava a unos comerciantes de Xicalango que salían para Tabasco. De ser hija de un señor cacique, Malinalli pasó a ser esclava sólo por quitarle el derecho de heredar el cacicazgo de su extinto padre y dejar el campo libre para que el hijo del nuevo esposo de su madre quedara con ese privilegio. Cómo puede llamarse traidora cuando su dueño tabasqueño la regaló como un objeto a los españoles, tras ser vencido en batalla.
En dónde está la traición, cuando combatió a un imperio que obligaba a los pueblos sometidos a pagar tributo, que violaba a sus mujeres y se llevaba a los hombres como ofrendas para el sacrificio a los dioses. Y, dónde está la traición cuando el hijo que tuvo con Cortés le fue arrebatado y obligada a casarse con un extraño por órdenes del hombre al que le había servido durante la guerra de conquista. Camino de su nueva aventura militar hacia las “Hibueras”, lo que actualmente es Honduras, Cortés casó a Malinali con el soldado Juan Jaramillo. La boda tuvo lugar en 1524, en Ostoticpac, pueblo cercano a Orizaba, Veracruz. “La ceremonia religiosa fue oficiada por el franciscano apenas llegado de Flandes, fray Juan de Tecto” .