En el barrio de la noche más fría, por el pedregoso cerro del Tenayo, donde las casas de los tunantes eran cubiertas por la niebla de la noche, ahí estaba de nuevo por el barrio de San Lucas Matoni, con sus cuates se calentó los huesos el Barrancas, la fogata echaba chispas, pero el sonido de las sirenas de la música afrocolombiana no lo hicieron chistar, se aventó un farolazo de charanda que centró sus sentidos, se puso vivo el muerto, y con el Brutus emprendieron la caminata, cuando de entre la escalinata cuesta abajo les empezaron a ladrar dos feroces perros que despertaron al vecindario, ¡quien jijos anda por ahí! Escucharon los compadres para después resonar en su humanidad unos plomazos que les recordaron los estallidos de los cañonazos revolucionarios en alguna otra de sus vidas, el Barrancas, noctívago empedernido busco unas rocas y lanzo las piedras a las mandíbulas que le querían arrancar el pedazo, fallando para su mala suerte, apuró la carrera trompicándose y rodando estrepitosamente hasta caer al primer escalón, ¡auch, auch, me lleva la que me trajo! Mientras a la distancia alcanzo a ver como su acompañante levantaba a los canes con la brazos como poseído de una fuerza sobrenatural, para lanzarnos hacia la oscuridad de la noche, perdiéndose en la estratosfera para alcanzar y luego auxiliar a su compadre en desgracia que ya se levantaba con su orgullo herido, menguado, esa noche no era su noche, –Ya fue mi Brutus, le dijo a su compadre el Barrancas, por hoy mejor la dejamos, me retiro a mi cantón, ¿Cómo quiera mi Barrancas? Luego nos topamos, quedo de conformidad el bateador de canes.
El Barrancas dolido arrastraba la cobija y los pies lentamente siguió por las callejuelas del barrio, ya lo esperaba su Dopelwanger, ¿su qué? La sombra que siempre lo acompañaba irremediablemente, que en su delirio, el Barrancas, se ponía a dialogar, cual mutante de la oscuridad. Ahora sí mi Barrancas, ¿qué te paso? Pareces manifestante enfrentado con los granaderos de Miguel Mancera en dos de octubre, ¿qué te lanzaste al Defectuoso o qué? Ya sé, te encontraste con los matutes de Damián Canales en fin de quincena, no manches ya se, unos vecinos de Santa Clara, Ecatepec te confundieron con una “rata”, ya se andabas de autodefensa con el doctor Mireles por Apatzingán, ¿qué no sabes Barrancas? ya no se puede andar tranquilo por doquier, estos son tiempos violentos, ya hasta andan rumorando que van a residir por acá el Quantin Tarantino, si ese vato director de cine de Hollywood, el de Pulp Fiction, y también el Bruce Willis “el duro de matar”, que anda dando el rol por el barrio porque acá esta de película. Bueno que por Neza ya tiene un Cantón el Matt Dammon, desde que filmo esa de ficción distópica, donde aquí viven los desheredados de planeta Tierra y, por el espacio viven a todo lujo los cacagrandes, los millonetas, donde sale el Diego Luna, pero que le dan en toda su madona…
Dopelwanger, Dopelwanger, mi querida sombra, respondió el Juan Barrancas, que diga mi hermano, no estoy para charlas, ya no se ni quien soy, ni nontoy, dame tregua carnal, no traerás por ahí mejor algo para el espíritu, me estoy cayendo de sueño, siento como que estoy muerto, ya ni se si estoy vivo o que truco, hasta siento que hablo conmigomisno, estoy en una encrucijada de la noche y tú, me sales con la guerra molecular de alta intensidad.
Eso era todo mi Barrancas ya vas agarrando velocidad, escupió el Dopel, te estaba esperando y le soltó las llaves del auto amarillochemo Resistol 5000, cuatro cilindros, perfectamente afinado, el molonqueado esqueleto del Barrancas en automático subió al rodante automotor, un olor a mendicidad y a humo, petate quemado, lo invadió, pegado estaba una propaganda del antro anarquista “Alicia”, anunciaba por la colonia Cuautémoc, de Tesmogtitlan, “Zona de Guerra, homenaje a Pepe Cruz, el Gurú del blues”. Encendió el motor, y enfiló para salir de Tenayucan, la Ciudad amurallada, pero antes hizo una escala en la vinata de “La Barca de oro”, de la guantera saco un guato de monedas de diez varos, compro tres pachas de “Anís del Mico”, abrió una y se dio un buen farolazo, ya iba por Santa Rosa de Lima cuando vio iluminar el cielo con fuegos pirotécnicos, la aguja de la gasolina marcaba ya la reserva, ahí había una estación de Pemex y “la Torre de Babel” enfrente, quizás encontraría a sus antiguos amigos del abismo infinito, con los que paso buenos y malos momentos, no la pensó, ya le servían el combustible cuando apareció por la calle el “Mota”, trompetista, baterista y un buen “parna” como decía su viejo a los verdaderos amigos, alzó la mano para saludar, y aquel espectro también reviro, en un dos por tres se estaciono, había fiesta en Babel, el Barrancas bajo del chemomovil y los dos amigos caminaron, temprano era la madrugada y la fiesta se escuchaba en aquel barrio fantasmal, aparecieron las escaleras, de nuevo escaleras pensó el Barrancas, subía o mejor se alejaba, pero esa es otra historia…