La luz de lámpara deslumbro momentáneamente los reflejos del Juan Barrancas y los de su acompañante, viajando a bordo del chemo-móvil, pero para su buena fortuna, otro automóvil los rebasó como alma que lleva el chamuco para que fueran a interceptarlos los matutes que practicaban el chupometro.
El Johnny respiró hondo y se fue haciendo olas a velocidad moderada para luego darse a la fuga en cuanto pudo al alcanzar la avenida, rezándole a San Nabor y Chango para que no los siguieran los cumplidos y preocupados policías por su salud e integridad física, se fuera a dar en la suya y que montaban el operativo del alcoholímetro. Se perdió por las callejuelas de la noche y ya se encontraba por el mercado municipal, la Caleña ya iba bien jetona, por las emociones, la miro a la luz de la luna, respiraba tranquilidad, la ira se había despejado de su angelical rostro, bajó del automotor para una escala técnica y vacío la vejiga cual si fuera camello, los chillidos de unas ratas lo pusieron en alerta y su ratafobia hizo que subiera de volón pimpón, encendió el automotor y se arrancó a la Zona escolar, así le decían al barrio que rodeaba el Reclusorio norte. “Zona escolar” ja y la “Escuela del crimen” más jaja, eso si era para reírse, iba pensando el Juan Barrancas cuando llego al cantón de la mexicaleña, la despertó se dieron el último beso que se darían en su corto y fallido idilio y la morenaza se echó a correr en la oscuridad, otra que se le iba viva al Barrancas, otra vez de “solapa” por las calles solitarias, enchufo el carromato, avanzo por donde los perros ladraban, se le amotinaban, le hacían zafarrancho en defensa de su territorio, cuales perros de la noche.
Cuando menos se dio cuenta ya estaba a unos metros del Ranchito, el primer congal donde había posado su humanidad, alcanzaba a escuchar aquella clásica que se bailó por primera vez con las sexdamiselas del barrio del Cerro de la Serpiente, Cuautepec, la cumbia era pegajosa “En un pueblo olvidado no sé porque/la penas te sobran Negro José/en el baile es una fiera, amigo negro José/ yo te digo porque sé amigo Negro José/la-lala-lalala-lalala-lalala amigo Negro José… Detuvo la marcha del Datsun amarillo-5000, el neón del anuncio y la música lo jalaban, era su perdición, el vino, la mota, las mujeres que estaban en el quicio enseñando la rabadilla y la pechuga para animar a los incautos pajarracos nocturnos para desplumarlos, pero eso no le interesaba al Juan que se sentía para variar solo, como mutilado del alma, y resonaban en sus tímpanos la rolita del ídolo gay de Juárez, “yo no nací para amar/ nadie nació para mi mis sueños nunca se hicieron realidad/ yo no nací para amar… Cerró los ojos y hurgo en sus bolsillos si traía plata para unos tragos y olvidar su soledad, la pena y aliviar la alergia por el alcohol y quizás remover la estaca que sentía atravesar su ser…
Los ojos rojos del Toto y el Orejotas vinieron venir el convoy de patrullas por la avenida, ya bailamos dijo el primero, cálmate a las carnitas, le respondió el Hobit, no traemos bronca, usted tranquilo que yo nervioso ja, no hay falla, además vamos a trabajar, somos unos honrados y trabajadores del gremio limpiaparabrisas y certificados según la norma mexicana. Las llantas chillaron, a -ver- a- ver ¿qué traen en el morralito hijos de la chorreada? Saquen la mota vatos que los vamos a basculear, ¿qué paso, qué paso mi jefe? vamos al camello. ¿Cuál camello ni que mis Camel? Respondieron los acólitos de la placa para robar. La inspección fue rápida, “no traen nada más que su cara de pachecos” y que los dejan ir. YYUUUUUJJUUUU soltaron los macizos –Ya ve mi Toto la libramos, el jefe es grande y San Judas es mi santo patrono, decía el pariente lejano de los elfos, quien se santiguo y beso la medallita que los había librado de los matutes. Los mozalbetes todos lacios en lo que se reponían del susto siguieron su camino recordando aquella del Rockdrigo González, “Ratas por todas partes/ enredándose en mis pestañas/ por manojos, ratas los lunes y martes/ sacando la cartera, queriendo quitarte algo/ ratas por dondequiera, ratas los lunes y martes/ no-no-no-no…” Ya se iban reponiendo de la aparición de los cuicos, cuando paso Sara, una morra que traía un cabúz de campeonato, unas defensas muy bien puestas y una cara angelical que traía arrastrando la cobija al Toto. –Ahí te hablan mi rostro.– pero el interfecto-to se quedó mudo, admirando a la piel canela, a la chiquilla de sus mojados sueños, que para colmo de sus males, ni lo fumaba y ni siquiera sabía que existía, más que en los sueños del chico del barrio bajado a escalinatas del cerro. Esta con me la receto el doctor, adiós chiquilla, soltó el cábula de su pareja y le silbo como arriero, la chiquilla voltio coqueta y siguió su camino contoneándose más la ingrata. Ja jajaja te trae bien zorrillo, se burlaba del callado Toto, que solo atino decir– Órale no se ande metiendo con mis bicicletas sino para ver prrrrrum de por medio y hasta perdemos la amistad. Ayayay agua que no has de beber déjala correr, se me hace que voy apuntar para que vea que marca, reto el Orejotas, para que el Totis se le empezara a descomponer la feis, su carota de dispara-balas se encendió y con la diestra le tiró un descontón al cuate del alma. Voy por una vieja vamos a perder la amistad y yo que pensaba que éramos casi hermanos y por una funda ¡chales!…
El Johnny no la pensó tres veces, traía todavía un cambio y ya estaba en la barra echándose una chela, la música a todo lo que daba, se le acercó una del tacón dorado y pa´ luego es tarde que es mole de olla. Le soltó la clásica, ¿qué pasa mi moreno? Invítame una copa, al tiempo que lo palmeo por abajo del ombligo y aunque ya en la penumbra no se veía tan cateada por la vida, el trago, el humo y el alcohol. El matador le dijo que si, para que la caripintada pidiera su trago y después de pagar le entregaran una ficha, ¡salud! Se entrelazaron los vasos y el Johnny pidió otros tragos que se enchufaron en fa como si les quemara algo el gañote y los ojos de los sedientos brillaron en aquella oscuridad. La tetona lo invitó a bailar para dirigirse a la apretada pista donde el grupo que amenizaba a los parroquianos los consentía con los clásicos congaleros de todos los tiempos, como aquella de la Sonora Santanera que el Johnny no desaprovecho para bailar de a “cartón de cerveza” y sentir la humedad del aquel cuerpo “Aquí estoy entre botellas bien pedorro por el humo y el alcohol/ celebrando a mi manera la derrota de mi pobre corazón/ y si acaso ya inconsciente agobiado por la botella/ no me digan nada si grito y lloro/ todo tiene su razón…” Las notas se la música se difuminaban, en medio de la pista los bailarines terminaron abrazados. Cuando alguien reconoció al Barrancas, ¡Ese Juan qué paso! vengase para la mesa, era el José uno sus vales del barrio quien estaba con una gueroska empiernado, a medios a jalapeños, ¿qué paso mi chepe cuantos kilos sin verte? Desde la corretiza que nos pusieron allá por la Escalera ¿te acuerda? Cómo no, mi Johnny ponle al Bacacha y ya sentados brindaban con sus sexis-amigas cuando llegaron unos gorilas que se dirigieron hacia donde ya chocaban de nuevo los vasos con el ron del vampiro y coca, abriéndose paso entre la muchedumbre los primates ya desenfundaban la “matonas” que hicieron se le cortara la parranda al Johnny, pero esa es otra historia…