Uuuuuunnnnnuu eeeguu uuu uuuuu era un sonido con el que las aves nocturnas empezaron a trinar a comunicarse con Don Nacho Valdez quien imitaba el sonido de los búhos y las lechuzas de brillante plumaje, que entraron a la derruida estación de ferrocarril de Granizo, el pueblo donde había ido a parar esta ocasión el Juan Barrancas, quien pelaba chicos ojotes observando el plumaje de decenas de aves que poblaban el espacio, al igual que el frío y la niebla que casi apaga el fogón, de manera instintiva echo unos troncos para que no se apagara el fuego, y se empujo otro fogonazo de charanda “Uruapán”, mi favorita, que los cimbro sus neurotransmisores. El viejo que le corrió el largo y oloroso cigarrillo, el Barrancas inhaló como si le faltara el oxigeno y aguantó el humo dentro de sus pulmones lo más que pudo y exhalo sintiéndose relajado, para volver a darse otro tren y regresar el porro, y cual ser alado comenzó a emitir también los sonidos de los otros seres lados, ¡que cotorreo tan locochón estoy agarrando! pensó en voz alta y en su voz interna, para sí mismo auto reflexivo se preguntaba ¿porqué tenías ese perfil aguileño? que le había provocado problemas con su autoestima, y porque le gustaba andar de noctívago, igual que las aves de la noche, ¿por qué le gustaba caminar a la madrugada mirando las estrellas y el universo infinito? Nomas le faltaban las alas para ser un águila solitaria y planear y planear por el aire, por las nubes, las espesas nubes, sin sentir frío, flotando, navegando por los cielos de la soledad. Su pensamiento pintaba un cuadro onírico, se sentía somnoliento iba flotando junto a Don Nacho estirando los brazos y para su insólita historia, el cuerpo se elevaba a cientos de metros de altura venciendo la gravedad, cruzando nubes, mirando a la distancia el bosque de la montaña, del pueblo Granizo, junto a su anfitrión y algunas aves que los custodiaba y canturreando el Barrancas se daba gusto, lo que se le venía a la mente, como aquella oaxaqueña rola de “hay que bonito es volar como a las tres de madruga/ ay que bonito es volar como a las tres de la madrugada/ me lleva la bruja me lleva mamá….” cuando un traicionero ventarrón casi lo manda a pique, apenas estabilizo el vuelo para concentrarse y seguir a Don Nacho quien fue bajado la velocidad para ponerse vertical en el aterrizaje en una cueva iluminada con antorchas casi en la cima del cerro….
Proooommmmmm ppprrroooooom estallaban los cohetones en cielo de la ciudad amurallada, traídos del pueblo de Tultepec, hacían retumbar los sentidos, en la calle de la capilla el jolgorio reinaba con el sonido Merecumbe que deleitaba a la concurrencia con las cumbias para que las parejas se animaran al Tibiritabara y espantar el frío de la ya casi medianoche, por un días unas horas, los vecinos se olvidaban de las rencillas rencores, mentadas de madre inferidas, pleitos y hasta riñas para celebrar un aniversario más de la Guadalupana, la Patrona de los mexicanos. Don Felipe, el anfitrión y propietario de la ermita, había ahorrado todo el año para honrarla y solicitarle su ayuda para que el Rey de Reyes, el Cristo Redentor, expiara todos sus pecados que no eran pocos, se presumía, la lujuria era uno de sus defectotes, nadie es perfecto y, como él muchos que no podían controlar los cachondos pensamientos leyendo el “Sensacional del Barrio” y comenzar generar las posiciones de kamasutra a la menor provocación con solteras, casadas y viudas, a quien le dan pan que llore, decía el vetarro, quien eso bien guadalupano se lucia adornando la imagen de Santa María de Guadalupe, pintando de color de oro la capilla, poniendo hermosas ramos de flores en los jarrones, empapelando con adornos la calle, faroles para dar gracias por un año más de vida y por las bendiciones que prodigaba a aquel barrio infernal donde trashumantes y tunantes iban por lo suyo, por la achicalada no importa que este fumigada, con don Peter a unas casas o con el Marciano para suministrarse de su mariguana y hacer más tolerante este mundo cruel. El altar estaba también ya dispuesto para la misa y llego el padre Rafael quien cantaba unas alabanzas con su voz grave que apacentaba al más diablo, descarriado y hocicón que anduviera por ahí buscando camorra, “en el cielo una hermosa mañana/ en el cielo una hermosa mañana, la Guadalupana, la guadalupana bajo al Tepeyac y era mexicana y era mexicana…” En el nombre del padre del hijo y el espíritu santo, podéis ir en paz la misa ha terminado. Era lo que esperaban ya algunos para que empezar a repartir los tamales y el atole y continuar con el baile, el karaoke con el Oscar de León, raspando el suelo con la de “lloraras y lloraras sin nadie que te consuele/ y así te darás cuenta que si te engañan duele/ lloraras, lloraras… cuando se soltó la corretiza el Ratón ya se estaba surtiendo al Zopi, quien le había querido bajar a su jaina y eso no es de caballeros y mas siendo carnales…
El Juan Barrancas cayo como fardo, todavía no controlaba el tren de aterrizaje y azoto como res, miro al cielo de donde había descendido y todavía no lo creía, había navegado por las nubes un buen rato en la oscura noche y, ahora después de componerse por el golpazo en su esqueleto se apuró a entrar a la oquedad de la naturaleza donde decenas de velas iluminaban las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, una escultura de tamaño natural de San Miguel Arcángel con otros seres alados y un retablo de la Guadalupana. No lo pensó dos veces, de inmediato una fuerza poderosa los hizo postrarse con la cabeza al suelo, de manera extraña ya que era medio hereje y comenzó a orar por un largo rato para que entrar en profundo sopor, un sueño pesado que lo tumbo en la inconsciencia, llevándolo a sus vidas pasadas, un recuento que lo hacía estremecer como chinicuil, pero esa es otra historia…