A veces las cosas no salen como quisieras, bueno casi siempre, nada le salía a Juan Barrancas, pero no se podía quejar, a final de cuentas era un buscón por la vida que le tocaba algo de lo que quizás no merecía, estaba vivo y eso ya era ganancia. Por alguna poderosa razón andaba de tunante por el planeta Tierra, de cualquier manera pensaba no afectaba a nadie su condenada manera de existir, se ganaba alguno pesos para seguirla cotorreando y ponerse hasta el gorro y andar de gorra café por donde apareciera la fiesta como aquel sábado en que lo invitaron a un bodorrio.
Allá por San Miguel Chalma, por donde los expendios de pulques finos eran una amenaza para el Barrancas, los pasajes de su mente libando del “néctar de los dioses” pasaron como centella en su torcida memoria, cuando recordó a Susana, aquella amazona que como chupaba fuerte, empataba con esa salvaje belleza que era igual a sus ímpetus suicidas de querer terminar rápido con este mundo que se va a acabar decía, traía una herida que no la dejaba descansar su alma y ahí providencialmente se había aparecido el Johnny, quien se acercaba al fogón de su corazón ardiente cuando apareció el felón que reclamo también la compañía, se hicieron de palabrejas y en eso que llega la chota y pies para que quiere Ana Guevara y ya no supo que paso con aquella pecosa idolatra de Maguey de oro.
Echo la chorcha arreglando unas cosas del Hoyo Negro de su cuarto y buscando encontró un buen “guato” de la “achicalada con semilla” que le había obsequiado el Nacho el Bailaras, el otro día que le invito unos tacos para el “bajón”, “expulgó” las semillas de la cannabis para luego arrojarlas a un lado del pirú que le daba sombra a su balcón y con unas hojas de maíz “forjo” una decena de “cigarrillos de guerra” bien ponchados, las provisiones para el fin de semana ya estaban aseguradas, se fumó un porro y tosió cual si fuera de la regañona, se relajó y en un ataque de deportivismo se arrancó a los solares adelante de “La Mantequera”, por donde ahora están unos “palomares” que se llaman Joyas Vallejo.
En aquel tiempo que no había tantos pinches locos de atar manejando a todo acelerador como maniacos sus rodantes máquinas contaminantes, la tranquilidad de las tardes eran para serenarse y conectarse con lo que todavía quedaba de naturaleza, árboles, aire no tan impuro y cielos que inspiraban y reconciliaban con la naturaleza, la Madre gaya.
El Barrancas trotaba ya casi dos horas, disfrutaba aquella soledad que luego a veces era interrumpida por alguna alma que apresurada cruzaba por aquellos solitarios lugares llevando sus carga “para ver quien se la pueda comprar, alegre el jibarito va cantando así alegre por el camino…” refulló el Johnny al ver a un ropavejero que llevaba sus carro lleno de fierros y cartón. Se olvidó por completo de la invitación al fandango y cansado se tiró al pasto bajo la sombra de un pirú y comenzó a mirar pardear la tarde noche que ya mostraban la luna tempranera con la sonrisa del Chassier Cat…
Las llantas de La Explorer negra terminaron su recorrido en la colonia San Lucas Matoni, el chofer se aparcó frente a la casa del “Chivo”, era su compadre de grado, el Manuel que lo venía a visitar desde hacía unos años en que se había al “Gabacho” a buscar el “american way of life”, o lo que es lo mesmo “el sueño americano”.
En el Aposento, donde ahora vivía el barbón cabrío, había una capilla de la Virgen de Guadalupe y había sido la morada donde sus jefecitos Don Leandro, un “curahuesos” de renombre y Doña Sofía, una piadosa y milagrosa mujer, hacía tiro por viaje unos retiros al Santuario de Atotonilco que congregaba un buena grey, que ya fuera de madrugada, en la noche o la medio día, a la hora de la partida o la llegada, se respiraba aquel hálito casi bendito de los peregrinos con sus canticos mantricos, que prodigaban su fe al Cristo redentor.
Pero bueno el Manuel se llevó la sorpresa del día porque el “Chivo” y la Chepa, su esposa, no estaban ya que para no perder la tradición habían ido a “pagar una manda” a la “Virgen Milagrosa” allá por Puebla, habría de explicarle su ahijada Alicia, “la Licha” que junto con hermanos y sus primos que también vivían en la humilde morada, recibieron a los visitantes y empezaron a platicar de aquí y de acullá, la noche fue entrando e improvisaron la cena con unos pollos rostizados de la panificadora San José, ya hacia “jaira” por la charla y estaban probando los que se salvaron de la gripe aviar, cuando un estruendo retumbo en la sala comedor, que hizo saltar a más de uno, a otra de los comensales la hizo desvanecerse de un “changazo” y a casi docena de comelones-del-pollito-pío los hizo buscar un refugio para salvarse del ataque de los plomazos que hacían orificios en muebles, vidrios y láminas, hasta olvidaron al bebe que sin inmutarse se ponía concentrado con la pierna de pollo saboreándose la piel el gallináceo.
Los balazos “duraron una eternidad” rompieron los cristales y la tranquilidad sabatina, el miedo se apoderó de grandes y chicos, quienes no salieron hasta después de un buen rato de sus escondite que pareció toda la noche.
Afuera los descerebrados de la bandita del “Picoro”, la paranoia también les cobraba su cuota de miedo, que los había asaltado desbordándolos, apretando el gatillo de su “matonas”, después de varios botes de PVC, se les había metido la furiosa y acalambrante idea que unos judiciales estaban adentro de la casa del Chivo y que les seguían la pista para enchiquerarlos, sus cerebros infurtados hasta el “queque” de solvente, como en estos casos no daba para más y soltaron plomazos para luego echarse a correr en fuga….Los peregrinos del Aposento llamaron a los “cuicos” pero como ocurre en la mayoría de los casos los policías no llegaron, quienes llegaron al día siguiente si fueron los otros peregrinos, quienes después de conocer lo ocurrido se apuntaron para otra peregrinación pero ahora al Santuario del Señor de Chalma…
El frío del sereno mañanero y el trinar de los pájaros despertó al Juan Barrancas, el rocío azul del amanecer hizo que se encogiera y todavía atisbara el brillo de la luna sonriente, espero a que se alzara el sol para calentarse y desentumirse, se había quedado completamente “jetón” y perdido, las tripas le empezaron a reclamar algo sólido y se dirigió hacia la pirámide de Tenayucán, zona de poder, haber si se agenciaba un “desayuno obrero” de perdida, un atole y “una güila” ayy papa un tamal de rajas con bolillo, no había para más, todo adolorido alcanzo el jardín de la “Plaza Wichita”, ahí vaporizante el puesto de la comida prehispánica estaba como si regalaran, franco llego con el tamalero para pedir su “tentempié” cuando lo recibieron con una cachetada de esas “guajoloteras” y en lo que se sobaba el cachete le zumbaron un patín donde el honor varonil vale peniques en estos casos, alzo la vista y reconoció medio nublado a su ejecutor, era la amazona de San Miguel Chalma, quien primero se reía de su gracia para luego atenderlo chincuetes ahora si te desgracie Barrancas, pero tenía un coraje que no podía guardar nomas te vi me las tenías que pagar kábula.-Te perdono pero patrocina el desayuno exulto el lesionado en su honor, le dieron mate a los de hoja de maíz al tiempo que Barrancas pidió auxilio – —
Ayúdame que me dejaste sin aire y lo más preciado de mis fans. Lo levanto como hilacho y luego brincaron la barda y se recostaron en el prado de la pirámide, se acomodaron junto a una escultura de Quetzalcóatl, la Serpiente emplumada, donde ya serenos empezaron a recordar otros momentos de placer, cuando una neblina empezó a cubrir el jardín y una música se filtraba a sus oídos pero esa es otra historia…