En Palacio Nacional no sabían qué hacer, cómo reaccionar.
Andrés Manuel López Obrador sólo atinó a decir que México no estaba de acuerdo con ningún movimiento armado y que, como siempre ha dicho, se pronunciaba por la paz.
Al paso de las horas, fue Marcelo Ebrard Casaubon quien sugirió a su amigo y protector asumir una posición más clara y contundente, porque con el evidente abuso que Vladimir Putin está cometiendo en Ucrania a México no le convendría evadir el tema.
¿Qué era preferible?
No pronunciarse, darle la vuelta a la encrucijada y quedar mal con Estados Unidos, que es vecino y socio comercial mayoritario eterno, y bien con Rusia, o asumir una posición clara y firme sin importar lo que digan en el Kremlin.
La respuesta fue el mensaje en video de Ebrard Casaubon la tarde-noche del jueves, en el que aseguró que México condena enérgicamente lo que es una clara invasión de Rusia a Ucrania.
Sí, clara invasión.
Palabras claves en una declaración oficial.
La mañana del jueves, la embajadora de Ucrania en México, Oksana Dramarétska, exigió en conferencia de prensa al gobierno mexicano condenar la acción militar rusa.
-Hasta ahora no hemos sentido muy claramente una posición. Respetamos mucho la consistencia de su apoyo de identidad territorial, pero hoy necesitamos una declaración que condene la agresión rusa, que hasta ahora no la hemos sentido, dijo la diplomática ucraniana para rematar:
-Ucrania rompió relaciones diplomáticas con Rusia, invitamos a nuestros socios a seguir nuestro ejemplo, sentenció.
Está claro que la condena de México no se hizo con Andrés Manuel convencido, pero no tenía opción: fue una decisión de política exterior, con base en el manual del buen país.
Ahora sí actuó con sensibilidad, dejando a un lado el arrebato y la posición extremista y pensando en la lógica.
Los errores en relaciones exteriores se pagan.
Basta recordar cómo Vicente Fox Quesada tardó más de una semana en llamar a George W. Bush para solidarizarse después de los atentados a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 y la relación jamás volvió a ser la misma.
Ambos se reunieron en febrero de ese mismo año en el rancho San Cristóbal, en la primera gira al exterior del presidente de Estados Unidos, cuando Fox buscaba la enchilada completa, un acuerdo migratorio que jamás llegó.
La condena enérgica deja bien parado a México ante la opinión internacional, aunque en realidad su peso sea poco menos que nada.
Sí, no importa lo que diga Andrés Manuel o Marcelo.
O el ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York.
Pura politiquería, como dice López Obrador.
¿O a poco cree usted que Putin está muy preocupado por lo que se diga en el Zócalo?
El Ejército milusos
Ayer confirmó López Obrador que el Ejército mexicano se hará cargo de todos los aeropuertos del país.
De la seguridad.
Y que se apoyará con la Marina.
Esa que el exembajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, dijo a Washington que era la única preparada para enfrentar al narcotráfico.
¿Lo recuerda?
Fue WikiLeaks donde se reveló.
Y no le faltaba razón.
Aún recuerdo al candidato López Obrador acusando a Felipe Calderón –con toda razón, por cierto- de sentarse en el Ejército para legitimar su gobierno del aiga sido como aiga sido.
Y a Enrique Peña Nieto, con sus dizque “ataques quirúrgicos”.
Prometió que, en cuanto llegara a Los Pinos –hoy Palacio- el Ejército volvería a los cuarteles.
Mentira.
Hoy México está militarizado.
Ciento por ciento.
El Ejército es milusos.
Y, el colmo, todavía lo agradece.
Vámonos: Eduardo LópezBetancourt fue destituido del Tribunal Universitario. Acusa a Alejandro Gertz Manero de atacarlo, de acosarlo.
Es acusado de acoso sexual.
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