Una amenaza seria ronda sobre la democracia mexicana, esa democracia que ha costado décadas de diseño, construcción y consolidación.
Esa democracia tan cuestionada, elección tras elección, desde el fraude electoral en favor de Pascual Ortiz Rubio y en perjuicio de José Vasconcelos (en 1929), que a la larga llevó a Manuel Gómez Morín a fundar el Partido Acción Nacional, como una opción ciudadana real para construir democracia, ciudadanía y lograr una alternancia en el poder.
Esa democracia que recorrió un largo camino para que, durante la larga lucha de Acción Nacional, se respetara e hiciera valer el voto ciudadano, se reconociera el derecho al voto de las mujeres, se obtuviera un padrón electoral fidedigno y confiable, se implementara la credencial de elector con fotografía, se instaurara un Instituto Electoral autónomo (para que las elecciones no las organizara el propio gobierno), entre otros más.
Todos esos peldaños que tuvieron que escalarse, entre debates parlamentarios, impugnaciones, consensos y acuerdos, para lograr una democracia en desarrollo y, en un futuro, campañas más equitativas, con elecciones que dieran certeza a los resultados y legitimaran al gobierno emanado de las mismas. Por cierto, proceso que López Obrador atestiguó enmudecido y desde la comodidad del PRI.
La democracia mexicana tuvo que ir superando todos los obstáculos y tentaciones antidemocráticas del PRI, hasta lograr por primera vez la alternancia, en el año 2000; y, posteriormente, si no su perfeccionamiento, lograr un sistema articulado y legal, para brindar certeza en los resultados electorales y dejar atrás todo cuestionamiento, rabieta y espectáculo que cuestionaran su legitimidad. Principalmente, por parte del mismo López Obrador.
Para lograr esta democracia se requirió de un entramado jurídico, organizacional y operativo, que ha requerido una gran inversión. Sólo así, se ha logrado una estructura electoral competente, en lo federal y en la mayoría de los órganos locales: plantillas de servidores electorales de carrera, sistemas informáticos especializados, programas de educación y promoción de la cultura democrática, un sistema de fiscalización y monitoreo de las actividades de los partidos y un sistema jurisdiccional que resuelva de manera oportuna todas las quejas e impugnaciones vertidas, antes, durante y posteriores a cada proceso electoral.
Después de años de cuestionar a las instituciones electorales y exigir un sistema democrático impecable a toda costa y costo, una vez logrado su objetivo de llegar a la Presidencia de la República, López Obrador sale con su tan recurrente cuento de falsa austeridad y señala con su dedo flamígero a todas las instituciones autónomas, que le estorban y limitan sus tentaciones totalitarias. Entre ellas, los órganos electorales federal y locales, los cuales ya le son prescindibles, vanos, frívolos y ostentosos.
Ahora, AMLO trabaja en el diseño de su nuevo sistema político-electoral, ideal para él y su perpetuación en la concentración de poder, ad hoc a su ADN de viejo priista, autoritario y centralista: un SISTEMA UNIPARTIDISTA.
El Sistema Unipartidista es un sistema de partido político único legal o, bien, existan legalmente varios partidos políticos, pero donde las normas jurídicas (o de facto) establecen el acaparamiento del poder político por el único partido, en el caso de la Transformación de 4ta.: Morena.
Si bien no es una Dictadura, si será una Dictadura Perfecta Renovada (como Mario Vargas Llosa nombró y definió al sistema de partido hegemónico del PRI), pues la celebración de elecciones libres legitimaría al sistema.
Los sistemas unipartidistas son muy recurridos por los regímenes populistas, nacionalistas, comunistas y fascistas. En la actualidad, los podemos referenciar en los sistemas políticos de Cuba, China, Vietnam, Rusia y Venezuela. Cualquier parecido con la personalidad de gobierno de López Obrador, no es mera coincidencia.
Hoy, en la agenda legislativa de Morena se pretende realizar la reforma constitucional en materia político-electoral. Los consejeros electorales del INE la han definido como una “contrarreforma democrática”, impulsada con el falso argumento populista de disminuir el costo de la democracia y, en el fondo, buscar un control absoluto del presidente, suprimiendo la autonomía del sistema electoral actual, debilitando toda oposición y garantizando las mayorías a Morena.
Entre las trampas en la propuesta de AMLO-Morena, se han detectado las siguientes:
• La revocación del mandato, que busca que el presidente haga campaña en 2021 y, así, influya en la elección para renovar la cámara de diputados, 16 gubernaturas y los congresos locales.
• Las consultas para decidir temas sustantivos, como la mejor forma de evadir los procesos legislativos en el Congreso; consultas que ya emplea López Obrador a mano alzada, para decidir sobre obras federales en los municipios, según la conveniencia del presidente.
• Eliminar la Representación Proporcional en el Congreso, tiene como fin suprimir la representatividad de otros partidos políticos y no reconocer el porcentaje de votos que obtuvieron en una elección, para integrar el Congreso. En este esquema, no tiene representación la población que votó por otra opción electoral y sólo los que logran mayorías. Por ejemplo, con el resultado de la elección de 2018: de 300 diputados, 220 serían de Morena y sus aliados (73% del Congreso), siendo que sólo obtuvieron el 43.5% de los votos. Logrando así, una sobre representación del partido hegemónico.
• Reducir el financiamiento a los partidos de oposición, propuesta muy conveniente para Morena, ahora enquistados en el poder, los programas electoreros y clientelares del gobierno federal sustituirán los recursos que dejen de percibir y se debilita sólo a la oposición.
• Centralizar las elecciones, desapareciendo los órganos electorales estatales y encargando al INE, además de las elecciones federales, las elecciones de gobernadores, diputados locales y ayuntamientos, vulnerando así el federalismo, la autonomía y la autodeterminación de los estados, para organizar sus elecciones y elegir a sus autoridades.
• Modificar y aumentar el número de consejeros del INE para construir una mayoría afín al gobierno, con la aprobación de la mayoría de Morena y sus aliados; además de buscar aprobar a los 32 consejos locales (al desaparecer los institutos estatales) y los 300 consejos distritales.
• Y, que el padrón electoral quede en manos del gobierno, con el fin de que los datos de 90 millones de ciudadanos sean administrados y actualizados por la Secretaría de Gobernación. Así las ambiciones de poder absoluto y perpetuo de López Obrador se reflejan en las propuestas de Morena, las cuales buscan transitar de una democracia en proceso de consolidación, a un sistema de partido único y hegemónico, perpetuado en el poder. Ese mismo sistema arcaico, en el cual, se formó López Obrador en los 70´s: El PRI. Pues no conoce