CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- A 60 años de su muerte, Pedro Infante es un caso único en el firmamento artístico de México y América Latina, pues aunque es una figura que sobresalió en el milenio pasado, en el presente sigue teniendo repercusión como fenómeno social.
Le llaman el “Ídolo inmortal” porque después de él no ha existido otro que se le compare. Al perder la vida, el 15 de abril de 1957, a través de un accidente en avioneta, el actor y cantante se convirtió en el mito, en la leyenda y en el icono del fanatismo.
“Pedro Infante murió a los 39 años en la cúspide de su carrera. Fue un hombre de talento histriónico poco común, un verdadero polifacético. Lo mismo interpretó en cine a un carpintero, que a un sacerdote, un motociclista, un millonario o a un indio en dramas y comedia”, afirmó el sociólogo Baltazar Gómez Pérez.
No solo cantó boleros, también huapangos, rancheras y en el idioma inglés, alcanzando una tesitura perfecta mediante más de 300 canciones grabadas.
“En el trato diario, poseía un gran carisma. Era sencillo, amable con el público, caritativo, alegre, enamoradizo, pícaro, bromista, cantador y sin poses, por lo que el pueblo comenzó a verlo como su imagen ante el mundo; como el charro que representaba a toda una cultura”, añadió el experto.