TULTITLÁN, Méx. La pequeña Naomí juega con sus “tíos” en la Casa del Migrante “San Juan Diego”, ubicada en Lechería. Ella y su madre, Lilian, se embarcaron en un peligroso viaje. Salieron del Departamento de Cortés, en el norte de Honduras, y su destino es Estados Unidos. El camino para la niña está lleno de distracciones, pero para su madre de sufrimientos.
“(He encontrado) muchas cosas. Mucho sufre en el camino uno y más cuando uno viene con niños, mi niña de dos años, no a cualquiera le deseo esto. Uno aguanta hambres, lluvias, todo”, relata.
Agrega: “Mira, muchas cosas malas en el camino. Huye de migración, huye de federales, huye de secuestradores, de todo. No es fácil venir hasta acá y gracias a Dios estoy bien, con mi niña, hasta acá. Pienso seguir”.
Lilian y la pequeña Naomi se refugiaron en la Casa del Migrante San Juan Diego. Forman parte del grupo de más de 100 centroamericanos que participaron en la Marcha por la Paz convocada por el poeta Javier Sicilia, quienes también externaron su “¡Ya basta!” a las agresiones de que son objeto en su paso por México.
Lilian ya estuvo en Estados Unidos, país en donde nació su hijo, quien es un adolescente de 14 años y radica allá. Regresó a Honduras porque quería vivir en su patria, pero la pobreza la volvió a embarcar en el tren, para nuevamente ir en busca de la ilusión de un futuro mejor.
“Quería estar en mi país, quería vivir mis últimos días en mi país, pero no. Me decepcioné cuando llegué a Honduras. Muchas cosas, mucha pobreza, mucho sufre la familia en Honduras. Allá no está nada fácil la vida, mucho secuestro, demasiado”, dice.
Pero las cosas no están mejor en México. Los migrantes centroamericanos son secuestrados, extorsionados y asesinados por el crimen organizado. A los peligros de viajar en el tren su suma la posibilidad de caer en las garras de delincuentes.
Y eso lo sabe Lilian: “Uno pasa pensando que lo vayan a secuestrar, a matar, pero uno lo que busca es el futuro de uno, más por los hijos. No importa lo que le vaya a pasar a uno, para uno no importa”.
Naomi juega con los adultos en la Casa del Migrante de Lechería. Ríe con ellos, se trepa en ellos, comparte sus alimentos con ellos, se siente protegida por ellos.
Lilian asegura que no existe apoyo del gobierno de México hacia los migrantes. Las policías no intervienen cuando son agredidos por delincuentes, pero en cambio los persiguen a lo largo de casi todo el trayecto.
“Una amiga mía se fue, en la frontera la mataron con sus dos niños, uno de siete años y la niña de cinco años. Eran de Honduras y no quiero que pase yo con mi hija eso”, menciona.