Si señor, como lo está leyendo y lo piensa; México ahora tiene petróleo, litio y votos para hacer frente a las presiones de política exterior de los Estados Unidos y a las declaraciones amenazantes propias de las campañas electorales del vecino del norte que, cada que quiere, pretende agarrar de piñata a nuestro país. Solo que esta vez, el presidente en turno no requirió de su apoyo y voto de confianza cuando ganó las elecciones, como sí lo necesitaron presidentes como Porfirio Díaz, Álvaro Obregón, José López Portillo, Carlos Salinas, Felipe Calderón y nuestro paisano Enrique Peña.
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, tiene el respaldo de millones de votos y la solidaridad de un pueblo que aprueba su desempeño. Y eso no ocurre solo en el territorio nacional. Cada que va a los Estados Unidos, los paisanos migrantes y amigos latinoamericanos salen a recibir al presidente de México con diversas muestras de afecto. Lo quieren ver, saludar, hablar con él, tomarse una foto o simplemente decirle “estamos con usted presidente”. Nunca en la historia del país había ocurrido algo parecido.
En más de las veces, los presidentes mexicanos pasaron desapercibidos durante sus visitas a la Casa Blanca y, cuando acudían paisanos a verlos, era para recriminarles su proceder. Sus comitivas se hacían acompañar de decenas de periodistas mexicanos para que los entrevistaran y algo pudiera publicarse en la prensa nacional. Al no ser noticia, ellos tenían que generarla. Normalmente, el boletín estaba lleno de cosas irrelevantes.
Con el presidente López Obrador ocurre lo contrario, allá o en Centroamérica. Por si existe alguna duda, solo hay que recordar la marcha del 22 de noviembre de 2022 donde caminó por seis horas, acompañado por más un millón personas. Algo parecido va a ocurrir el próximo 18 de marzo, fecha en que ha convocado al pueblo a la celebración del 85 Aniversario de la Expropiación Petrolera. Estas acciones demuestran que el presidente ha recuperado el peso del nacionalismo y eso mueve a los mexicanos de una forma vigorosa. Como dirían los panistas: mueve las almas.
El PRI lo tuvo, fue su bandera política, su origen fundacional y lo perdió. Morena y el Lopezobradorista lo revivieron y ahora es su arma de movilización política en México y, como ha quedado en evidencia, también en los Estados Unidos, donde los partidos requieren del voto latino, entre ellos, del voto de los mexicanos. Son cuarenta millones de connacionales; sobran razones para dimensionar la influencia que ahora tienen en la democracia estadounidense y en la lucha por el poder político en las cámaras, como en la presidencia de aquel país.
En su nuevo contexto geopolítico, México ha recuperado su rectoría en materia energética, al modificar los términos acordados por la administración del presidente Peña durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio. La nacionalización del litio y su vinculación comercial y productiva con su socio norteamericano ha fortalecido el desarrollo económico de México. A ese contexto de política exterior, se suma el poder que representan los electores mexicanos en las elecciones de los Estados Unidos. Un llamado del presidente López Obrador puede cambiar la correlación de fuerzas entre republicanos y demócratas.
Con toda claridad, el presidente dijo: a México se le respeta, no somos una colonia; si continúan las descalificaciones al país: Ni un voto a los republicanos. Los seguidores de “Va por México” hubieran querido que los narcos mexicanos fueran declarados terroristas para una invasión militar norteamericana rápida y furiosa, pero les ocurrió lo mismo que a la élite aristocrática porfirista: en 1910, los gringos apoyaron la revolución, no a ellos.
Por Norberto Hernández