CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- Excéntrica, violenta, difícil y considerada la poeta más famosa y aclamada de los cuarentas y cincuentas del siglo pasado en México, así era Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein (1918-2000), Pita Amor, que el 30 de mayo se le recordará en lo que hubieran sido sus 100 años de vida.
Nacida en la Ciudad de México, la hija de Emmanuel Amor Suverbielle y Carolina Schmidtlein García Teruel, ambos miembros de la aristocracia mexicana, fue la menor de siete hermanos y se describía a sí misma como la mujer más vanidosa y la más bonita.
En su juventud fue actriz y su belleza la inspiración de artistas como Cordelia Urueta, Martha Chapa, Alfonso Michel, Raúl Anguiano, Roberto Montenegro, Antonio Peláez, Juan Soriano y Diego Rivera -quien la pintó desnuda- lo que produjo gran escándalo en la familia Amor.
Mujer con sensibilidad a flor de piel, que le asustaba la oscuridad, siempre vivió rodeada de lujos. Sin embargo, la pérdida de la riqueza familiar en Morelos provocó que constantemente su familia recurriera al Monte de Piedad para empeñar y vender los tesoros que habían logrado rescatar del desastre económico que trajo consigo la Revolución.
Era una mujer estrafalaria porque conservaba la costumbre de cubrirse con vestidos escotados, mantones y capas; no usaba ropa interior ni medias. El escritor K. Schuessler y actualmente el más estudioso de su vida y obra, la recuerda como mujer controversial por su forma de ser y su modo de vida.
“Era un personaje con una personalidad avasalladora, que no se dejaba dominar por nadie, que nunca pasaba inadvertida y aceptó por igual placeres y amarguras”, recordó el biógrafo, quien dijo quedar asombrado por la belleza y lírica de la poeta mexicana.
Cuenta que su amigo Ángel de la Cruz, admirador de la poesía de Pita, lo retó a buscarla y entrevistarla. Y así fue, Schuessler la encontró tras una ardua búsqueda en el Hotel General Prim, situado en la calle de Versalles y General Prim, en esta ciudad, durante una noche lluviosa.
Usted es Pita Amor, preguntó el escritor, quien vio a detalle a una mujer de la tercera edad, ataviada con un enorme abrigo de mink y decenas de anillos portando en ambas manos.
“Si yo soy, que esperabas”, expresó la mujer, según Schuessler quien, tras ese encuentro, dijo sentirse maravillado por conocer a esa mujer controversial por su forma de ser, su modo de vida y que además no tenía pelos en la lengua.
Schuessler, uno de los biógrafos de Amor, definió su poesía como autorreflexiva y la comparó con el trabajo plástico de la pintora Frida Kahlo. Además, aseguró que así como ocurrió en la época de la kahlomanía ha llegado el momento de la pitamanía.
De manera frecuente, la autora de Yo soy mi casa, Decimas a Dios y Puerta Obstinada, Polvo, sus obras más emblemáticas, organizaba reuniones en su departamento en Río Duero y Pánuco en la colonia Cuauhtémoc, donde asistían hombres que la amaban y mujeres que la asediaban.
También se reunían ahí grandes personajes de la lengua escrita de la talla de Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena Garro, Juan José Arreola, Pina Pellicer y José Revueltas, por citar algunos.
Pita Amor tenía una personalidad avasalladora que no se dejaba dominar por nadie. Nunca pasaba inadvertida. Estaba demasiada enamorada de su persona, se hacía llamar “la reina de la noche”, porque tenía por costumbre recorrer desnuda el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México, tan sólo cubierta con su abrigo de mink.
Hermosa pero consentida, solitaria pero caprichosa, mujer indefinible como el universo, sin principio y fin, tuvo un hijo de nombre Manuel, para ella, Manuelito, quien a la edad de un año mueió ahogado en una pileta con agua de un jardín de tejocotes en San Jerónimo, lo que provocó una gran crisis en Amor, marcándola desde ese momento la desgracia.
Tras ese episodio, la llamada “undécima musa” no deseaba ver a nadie, su vida personal se volvió silenciosa de un día para otro, se alejó y descuidó su aspecto físico.
Años después Pita apareció a principios de los ochentas como una mujer insolente y arrebatada, pero diferente. Después de diez años, decidió dar un recital en el Ateneo Español.
Ahí mostró una memoria extraordinaria al recitar poesía mexicana, desde Sor Juana hasta Pita, pasando por Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel González Montesinos, Alfonso Reyes, Enrique González Martínez, Renato Leduc, Xavier Villaurrutia, Ramón López Velarde y Roberto Cabral del Hoyo.
Sonetista natural, escribió con obsesión sobre el miedo, la angustia y la soledad. Su poesía habla de la angustia de vivir, de Dios, de la nada; sus poemas se escribieron siempre en primera persona, tratando de la vida y su experiencia femenina.