CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- A 17 días de haberse inaugurado la exposición “Caravaggio. Una obra, un legado”, que se presenta en el Museo Nacional de Arte (Munal) en esta ciudad, ha registrado más de 26 mil visitantes, reporto el área de prensa del recinto.
Un curioso recorrido por la influencia del pintor italiano Michelangelo Merisi da Caravaggio en Europa y el Nuevo Mundo, a través de 16 piezas, es lo que está atrapando las miradas de los capitalinos.
La exhibición ha sido un éxito, tanto, que largas filas de visitantes se aprecian en la explanada Manuel Tolsá para poder ingresar y admirar, no solo a las obras mencionadas sino también a la instalación multisensorial titulada ‘Caravaggio Experience’, donde se pueden admirar 57 de las obras más representativas del lombardo expuestas de forma digital.
La muestra, estructurada en colaboración de los Museos Capitolinos de Roma y con el apoyo de Microsoft, presenta un primer núcleo titulado “De Italia a México: el legado de Caravaggio”, en el que se hace hincapié en la herencia artística y la apropiación del caravaggismo en Europa y su tránsito hacia México.
Como un segundo segmento se encuentra “Las innovaciones estéticas: naturalismo, tenebrismo y teatralidad”, en el cual se revelan los recursos plásticos del artista adoptados por pintores novohispanos y mexicanos.
Como tercer núcleo, se presenta “Buenaventura”, la pintura que logra que Caravaggio pise tierras mexicanas por segunda vez desde los años 70, la pieza, representa sin lugar a dudas un claro ejemplo de cómo el autor logró trabajar un cuidado juego de luces y sombras, uno de los primeros experimentos del lombardo.
Su papel en la historia del arte es tan destacado que, incluso, hay un movimiento bautizado como caravaggismo, que destacó por dar lugar preferente a las emociones, la sensación casi palpable de espacio y profundidad.
La obra, de 1596, muestra una dinámica escena entre dos jóvenes abstraída por Caravaggio directamente de las calles de Roma a finales del siglo XVI. Una gitana, que se distingue por su indumentaria con turbante y un manto anudado al hombro, sostiene la palma derecha de un distinguido caballero adolescente para practicar la quiromancia, interpretando las líneas de su mano.
En medio de un juego de miradas entre los personajes, se advierte un íntimo cortejo que la mujer aprovecha para deslizar suavemente el anillo que porta el ingenuo joven en su dedo anular.
Se trata de una de las primeras piezas que realizó el artista después de dejar el taller de su maestro, Guiseppe Cesari (1568-1640).