CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- Al hablar de cine dramático es irremediable remontarnos a las producciones de origen francés, cuyas historias reúnen las características necesarias para ser equiparables con las clásicas tragedias griegas y mantienen al público en constante expectación para asombrarlo una y otra vez.
Para el escritor y editor Martín Solares, este es el caso de la obra literaria de Pierre Dumarchais, que incluso mejoró al ser transportada al cine, así lo expresó el ponente durante su participación en Charlas sobre cine francés, en la Sala 4, Arcady Boytler.
Organizado por la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), la Dirección de Literatura de la UNAM y la Cineteca Nacional, el ciclo se realiza cada lunes desde agosto pasado y retoma grandes obras de la literatura francesa que han sido adaptadas al cine. En esta ocasión, Muelle de brumas (Le quai des brumes, 1938), de Marcel Carné, fue analizada por Martín Solares.
Durante la conversación, admitió no ser un minucioso experto en la amplia historia de la cinematografía francesa; sin embargo, reconoció que esta entrega de Marcel Carné se encuentra entre sus favoritas, debido a que el director cerró un círculo perfecto de tinte poético, al iniciar y concluir con escenas en las que abunda la niebla.
Muelle de brumas representa la adaptación al cine de la novela de Dumarchais en manos del guionista Jacques Prévert, de quien el ponente reconoció que “hace una labor extraordinaria; conserva el modo de hablar de la gente en la calle, porque todos los diálogos son extremadamente verosímiles, nadie parece sobreactuado, dicen las palabras justas, como si las hubieran contado”.
La película sitúa al espectador en la Francia de la Primera Guerra Mundial, donde un desertor del ejército (Jean Gabin) llega a Le Havre —una ciudad permanentemente envuelta en niebla— y adopta una nueva identidad al huir de su pasado. Su rumbo cambia al conocer a la joven Nelly (Michele Morgan) y al verse envuelto en un misterioso suceso.
Martín Solares invitó al público a reflexionar sobre la cinta, comparándola con el clásico Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Declaró que para él se trata de una “Casablanca francesa, mucho más trágica, más poética, en la que hasta los personajes secundarios tienen una frase genial”.
Aseguró que en la historia intervienen tres personajes “invisibles”: el primero es Maurice, quien sólo es mencionado a lo largo del filme; el segundo es la niebla, de la cual Solares comenta que “ningún personaje la percibe de la misma forma”.
El tercer y más importante personaje oculto, según el escritor, es el azar, que en la película opera “como una maquinaria que altera el devenir de los personajes, enriqueciéndolos continuamente y ordenando cada uno de los sucesos, de tal manera que pareciera cuidadosamente calculada, a la altura de un inolvidable drama griego”.
Muelle de brumas reúne así elementos imprescindibles para ser considerado uno de los mejores dramas franceses: la labor poética de Marcel Carné y Jacques Prévert, los simbolismos de la niebla y el papel del azar, además de la figura del héroe que escapa de una guerra sin sentido para forjar su propia historia, que para Martín Solares finaliza de la mejor manera: “con un beso de la mujer amada”.
Charlas sobre cine francés continuará el próximo lunes 19 de septiembre, a las 18:00 horas, con la proyección Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, Georges Franju, 1959), comentada por María Baranda. La entrada es libre solicitando las cortesías de acceso en la taquilla 5 de la Cineteca Nacional.