Se le acabo el “parque” al Juan Barrancas, los “desarmadores” de Ginebra “Oso negro” y Bonafina no le supieron ni a melón al Barrancoso, el calor extremo lo desequilibro más de lo que era su costumbre, la serenidad siempre igual se escurría por la rendija de la desesperación y la ansiedad, la paz el sosiego eran momentáneos, el latir de su corazón acompasado con el paisaje de la naturaleza todavía pródiga en flora y fauna en un tris también se lo llevo el chaneque, aquel espíritu chocarrero que se aparecía de vez en vez, cuando se le antojaba sus huevos. Sentía incendiar su humanidad, cómo se prendía en un santiamén y el olor a azufre se difuminaba y miro a lo lejos como las aves de rapiña iban por la carne rostizada, un banquete digno de zopilotes que en el cielo habían planeado, en una formación en círculo, pero ahora que la olorosa presa estaba a apuntó de rechupete, enfilaron a su blanco obedeciendo a su canija naturaleza, el Barrancas cogió una vara del suelo y con movimiento veloz encendió el árbol que le había dado sombra y cobijo para tenerlo a buen recaudo, y corriendo como un bonzo, cual flama humana, en protesta por la oscuridad de los últimos tiempos, alcanzo la cueva que solo algunos conocían en un despeñadero cubierto de huizaches, flores silvestres, sábilas y algunos magueyes que se habían salvado de lo barbacoyeros. En el interior de la sombra de la oquedad natural había un camino secreto donde a pesar de estar protegido por murciélagos en la entrada, pasando el batyretén cual baticueva, se filtraba una haz de luz que dejaba ver un ojo de agua, al cual el Jhony se inclinó para abrevar y apagar el fuego que lo quemaba por dentro, y que en su fugaz mente lo hacía ver como una antorcha humana, sentía en su cuerpo un calor quemante que lo arrollaba en sus sentidos, como si hubiera inhalado polvo maldito una infernal temporada, de una maldición que no lo dejaba descansar y lo conducía a disturbios de la mente. Ahí se aplacó un rato, para ya al pardear la tarde salir del refugio sacando de su morral de manera prodigiosa la botella del “Anís del Mico” que guardaba unos tragos que le revolvieron las tripas, pero que de inmediato lo centraron y busco y encontró un porro de siguaraya de su autocultivo para calmar los nervios y el hambre de perro callejero. Comenzó el descenso de la Sierra, las luces de las luminarias de las calles y las casas lo avisparon, y cuando menos lo pensó ya caminaba por la vereda del camposanto que se ubicaba a las faldas del cerro donde ya los cantones también se levantaban, iba bien relajado, “campechano” cuando vio a corta distancia a dos morras que arreglaban una tumba con unos ángeles, las que le hicieron una seña para que acercara, tenían buen lejos, y el alma solitaria del Jhony a todo le tiraba, no iba a desaprovechar de un encuentro cercano del tercer tipo con unas reinas y apuró el paso, pisando las demás tumbas atropelladamente que se dio un madrazo en un florero en medio de las cejas, marcándole un tercer ojo y haciendo que se cayera de trompa — ¡ Azotó la res “— grito una de las chicas de cabellera negra y pantalones de mezclilla, tenis; se carcajearon ¡qué paso mi Jhony ya no chupe como cosaco! que anda tirándose al suelo pa escupir jajajaja. —Chale ya me agarraron de “botana”, ¿qué transita por sus venas? repuso, ya no me acuerdo que coto, pero como que las conozco ¿que hacen tan solitarias por estos rumbos? — Pues aquí vivimos— ¡Ayayay! ahora me van salir con que son insepulta. —Pues más o menos mi Barrancas, a poco no te a cuerdas de lo que paso hace dos que tres años—. Pues de fumar tanto guarumo se la van a uno las cabras. –Fue en la fiesta de San Lucas Matoni burro, conéctate. Haber desmenucen la memoria que soy todo oído: A poco no te acuerdas que andabas con el Jenrruchos y que entramos a un toquín que no nos dejaban pasar y que la Chagüa andaba bien hasta las chanclas y que había salido de la correccional y que se encuentra al “chivatón” y que se va sobres y a la de sin susto que le dijo al Gordo: “los chivas se mueren y que le avienta toda la carga de la “matona” y que me la aprenden pero que se va de fuga cuando llegaron los “cachuchones” que se iban la trepar y ya también se lo iban a subir y la corretiza, pies para que quiero y que terminamos por Temoluco. ¡Jajajajaja! no manches tu bóxer de marrón a poco eran ustedes las que hicieron que sacáramos el bofe. El Jenrruchos ya después se fue a su casa, ese día – ya iba recordando el Juan– a dónde íbamos nos las hacían de pleito y ya después la pasamos a todo lo que da, después del susto no, aja…
Los acordes de la guitarra se escucharon potentes en la estación del Metro Balderas. ahí estaba bien plantado el músico con pelo grifo, lentes oscuros y su sonrisa cual Chazer Cats de la “Alicia en el país de las maravillas”, ya se había fumado unos cigarrillos de hojas de maíz y “mostaza” de exportación y bien prendido en pleno anden, pero bien solitario como alma en pena por cierto, sacaba aquellos versos que alguna ocasión lo hicieran famoso en el reino de los mortales: “hágase de aquí señor operador este es un secuestro yo manejo el convoy/ hace muchos años que a mi novia perdí por estas multitudes que se forman aquí la busque en andenes y en salas de espera/ pero ella se perdió en la estación de Balderas/ fue en la estación del metro Balderas donde yo perdí a mi amor/ hoy estoy dispuesto a mandarlo todo al carajo/ llévame hacia Hidalgo o hacía donde quieras/ pero no me lleves noooo a la estación del metro Balderas/ o noo nooo fue en la estación del metro Balderas una bola de gente se la llevo/ llévame a Copilco o a Contreras pero no me lleves al metro Balderas por que ahí perdí a mi amor…” cuando ya acabo la rola que pasa el convoy y se subió el “Profeta del nopal” el “Rockdrigo” González y que le empiezan a aplaudir y que no podía creerlo, ahí en el “gusano” de metal anaranjado, retacado de seres descarnados solicitándole al profeta el “Rancho Electrónico” y que se prende con aquella de “era un gran rancho electrónico/ con nopales automático/ con Marías ciclotrónicas y sarapes de neón/ era un gran tiempo de híbridos/ de panzones que estaban tísicos/ en la campechana mental/ en la vil penetración cultural/ en el agandalle norteño imperial/ en la vulgar falta de identidad… “ A toda velocidad sin hacer paradas llego a la estación cosmopolita por excelencia, ya venida a menos, se bajo en Metro Insurgentes, donde otros músicos lo esperaban en el mural de la estación para el “palomazo” por los “fieles difuntos”, con flores de cempasúchil, frascos de tequila, unas cagüamas bien “muertas”, quemando copal y “petate” bien olorosos, ya eran las tres de la madrugada, solo los insepultos y suicidas podrían ver el espectáculo comenzaba el penúltimo mes del año…
Y que transa ese maquillaje que pex mi Chagüa, ni que fuera día de muertos exclamó el Juan a las morras. que sacaron de su mochila unas latas de “Modelo Especial”, ayy Juan ya no sabes ni en donde, ni en que fecha vives, estamos a dos de noviembre y en el umbral del Mictlán mira a tu alrededor, Barrancas miro como centellaban los ojos de las chicas en las cuencas oscuras de su mirada, que pálidas fumaban mientras la niebla ya cubría el panteón y en las demás tumbas bailaban los descarnados alumbrados por veladoras, antorchas y se dejaba escuchar la música festiva, otra melancólica, donde había músicos que alegraban la zona sagrada. A lo lejos reconoció el árbol por donde estaba sepultadas sus abuelas y parientes que ya lo llamaban ¡Juan que milagrazo que te dejas ver! Hace tiempo que te esperábamos móndrigo. “Ya te habías escapado de muchas, siempre fuiste “cabeza dura” le decía su abuela María de la Luz, nunca te compusiste, pero acércate que no mordemos ya ni dientes tenemos. El Barrancas recordó en un instante pasajes de su desastrosa y divertida existencia. Ahora flotaba ahí en medio de la nada, cuando le aparecieron sus amigos que se habían “adelantado” como el “Cheo” que traía siempre su grabadora para despertar a medio mundo a la madrugada por las calles del barrio con el “ruido” del heavy nopal y detrás lo acompañaba el David Castro, un entrañable amigo, bohemio que con su guitarra se discutía en los fines de semana cuando “inflaban” como desesperados y se repasaban las del Chava Flores, el Tri suol, las rancheras de José Alfredo, los boleros y lo que salía del, pecho hirviente de rabia y de las aguardentosas voces que se la amanecían para deleite y disturbio del barrio. Y ya también ahí se asomaba aquella chica a la que siempre le había traído ganas y que se la pasaba rockeando y muriendo lentamente con su lata de solvente cual “Muñequita sintética”, en aquel árbol alcahuete de las noches inolvidables, la Morena que iba directa, caminaba hacia donde se encontraba congelado, una estatua, levitaba sobre la niebla pero esa es otra historia….