La penumbra de la cueva era iluminada por decenas de velas en unos candelabros rústicos que iluminaban un altar donde sobresalía el ser alado que convocaban los mortales para que les hiciera el milagrito de alejar la oscuridad, un paro de vez en cuando contra el ángel pero del mal, tenía su armadura y una mirada tranquila, de quietud, serenidad como si es su ser interno sabía que tenía que decapitar al ángel maloso a Satanás, que con la cola entre las patas se replegaba y sus cuernos se achicaran ante el ser alado, general de todos los ángeles guardianes, Zadkiel, Gabriel, Jafiel, Uriel y toda la tropa de custodios de la bóveda celeste, o al menos así le parecía al Johnny Barrancas, que en un arranque de estado místico, afloraban en el sensaciones y emociones dulces, puras, ante la escultura de San Miguel Arcángel achicalando al chamuco, el mismo se desconocía, con la frente en el suelo inclinándose ahí, doblando la rodilla del orgullo, él quien se consideraba uno de los más blasfemos de su barrio, que se atrevía en estado burriciego a ir a regar las margaritas del atrio de la iglesia de San Lucas Matoni, no importándole que ahí estaba bien manso, entumido hasta que un aire frío llego a su regazo y la humanidad de Juanito Barrancas se estremeció en todo su ser, su cuerpo empezó a culebrear cual revolcándose en el suelo como si algún demoño se le hubiera metido y que empieza a cantar las clásicas de José Alfredo Jiménez, aarrgggggeggeuuuuuiaaaaaayyyyyyy “paloma negra paloma negra donde andarás, ya agarraste por tu cuenta la parranda, paloma negra donde andarás, ya no juegues con mi honra parrandera, si tu cariño ha de ser mío, de nadie más, paloma negra…. y que las vísceras salieron darse el rol y ya en el rollo de la sanación de purificación que se presentaba al Barrancas, comenzó a balbucear “lo siento, gracias, te amo, lo siento, gracias, te amo” hasta que quedo todo babeado y jetón expandiéndose una luz brillante, ahí junto de él apareció Don Nacho, el ahuizote, el chamán que conocía de las lluvias y los temporales, señor de las nueves, que lo acompañaba y lo cubrió con una cobija porque el frío comenzó arreciar y los ojos de San Miguel brillaron para que rodaran unas gotas cristalinas…
Los perros gruñían disputando lo que parecía un trapo con mechón, mientras los chamacos jugaban tiro a gol, hasta cuando el Brandon al tirar el balón con todas sus fuerzas para meterle gol al Pancho lanzó el balón a los matorrales, para que cuando lo iba a recoger una mueca de horror se dibujó en su rostro para luego gritar al observar el tronco de un cuerpo y, ahora sí que un vago sin cabeza ¡aaauuuuuxiiiliioo ayyyaa mammá un muerttiitoo! Y que da el batacazo del susto para que luego se acercara el Pancho y empezara a gritar ¡un cuerpo sin cabeza! El alboroto se armó a los minutos y ya era rodeado el terrorífico hallazgo, se parece al Caritas no manches es su playera, pero no tiene choya, vales cobras se la hicieron efectiva los de la FM por no entrarle. Mira los pinches perros se están almorzando la cabeza detecto el Cumbias, quien no aguanto y soltó la wuacarada salpicando a dos que tres, ¡sáquense hijos de su rabiosa! A la meda hora llegaron los matutes y ya estaban levantando las indagaciones y que ¿quién lo reconocía? Para que en la esquina la pandilla empezara a hacer conjeturas, se lo advirtieron que le tenía que apoquinar, pero les dijo que ni madres que ni que fuera su barrio, si ahí están las pinches consecuencias, se lo chingaron, mientras ya se escuchaban otras sirenas y empezaron a hacer caminito hasta desaparecer de la escena del crimen… Mientras a lo lejos en la falda del cerro donde en el último año se había levantado de manera ostentosa y por demás extraña una finca donde caminaba toda la bandera adicta día y noche, que parecía un bunker en la pedregosa cantera. Penetraron unos vatos bien hasta el queque, entre nerviosos y presurosos para que entrando se aventaran un pegue de mezcal e inhalaran de una montaña de nieve que estaba dispuesta en una mesita sobre un vidrio ahumado y echar bala en el patio como orates que retumbo el cielo.
Ya párate Juanito, ya amaneció que tenemos una jornada fuerte hay que madrugar, tenemos que seguir caminando, los guías nos están esperando y apenas hay tiempo. ¿A chinga que truco ontoy? Cuestionó el Barrancas que abriendo los de apipisca se limpió la boca que tenía un sabor amargo, sin embargo sentía una sensación de paz interna, y un gozo como hacía tiempo no sentía en su corazón ¡que pasón tan loco! y eso que recuerdo no haberme dado ni un carcelero decía en voz alta, cuando vio a Don Nacho que lo observaba con una sonrisa traviesa, de diablillo como si alguien hace una trastada y se reía para sus adentros de sus maldades y que la había hecho buena. Ay Juanito nunca te compusiste, jálale que hay que ascender la montaña. ¿Qué no vamos a echar un desayunito o algo líquido? Tengo un hambre de huérfano. En el camino nos están esperando, se levantó de rayo como si lo impulsara una fuerza extraordinaria, pero regreso y santiguo con la imagen que refulgía en la cueva. El Barrancas siguió a don Nacho, que brioso iba a abriendo las veredas en el bosque y el Juan detrás de él aguantándole el paso aunque sacando el bofe lo conseguía cuando al alzar la vista vieron una humareda que lo puso alerta. No te alarmes es una señal que nos están esperando. Una parvada de aves los recibieron para que el espectáculo dejara extasiado a Barrancas y, cuando unas morras de caballeras negras se le acercaron reconociendo su sex apell y detrás de ellas una viejecita que le espetó ¡quieto Nerón! Estás aquí para una misión, no para echar rostro, pero esa es otra historia…