CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- El silbido empezó entre los efectivos militares, levantaron los puños y con ellos el resto de la gente que estaba presente, el silencio fue demandado, entre los escombros se había escuchado un sonido.
Hubo un grito de un paramédico solicitando una camilla y tanques de oxigeno, las miradas de los presentes se llenaron de ilusión, y quienes trabajaban en quitar los pedazos de concreto incrementaron su esfuerzo.
Unos segundos después, otro rescatista gritó pidiendo gasas, la gente empezó a intercambiar miradas, una angustia empezó a sentirse en el aire, y con ella la intriga mezclada con ansiedad.
Pasaron varios minutos, y el mismo silbido se hizo presente una y otra vez, levantando la seguridad de poder rescatar una persona, mientras los voluntarios y peatones que acababan de llegar, buscaban maneras de ayudar.
Así, se distribuían líquidos, comida y tapabocas, y se les informaba constantemente sobre una fuga de gas, recordando mantener teléfonos celulares apagados.