El viernes 26 de septiembre, después de la medianoche, surgió la información: normalistas de Ayotzinapa habían sido emboscados por desconocidos.
La información, confusa, refería seis muertos y decenas de desaparecidos.
Ovaciones la publicó en su cintillo de la edición sabatina.
Por ahí La Jornada, si la memoria no falla, también lo traía en sus páginas.
El sábado la información comenzó a fluir.
Los nombres de los desaparecidos comenzaron a conocerse.
Aún no había claridad.
Incluso, se mencionaba al ejército y se decía que muchos de los estudiantes se habían refugiado en donde pudieron.
Y que ahí continuaban escondidos, guarecidos, por temor a ser detenidos.
La noche del domingo ya era un escándalo.
Se hablaba de entre sesenta y setenta estudiantes, normalistas, desaparecidos.
El lunes ya era nota de portada en todos los diarios y de apertura de noticiarios en radio y televisión.
Y las cifras comenzaron a ajustarse a la baja.
El gobernador de Guerrero, Angel Aguirre Rivero, emanado de las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero con sangre y corazón del Partido Revolucionario Institucional (PRI), no actuó.
Dejó pasar el tiempo y sólo se dedicó a exculparse.
José Luis Abarca, alcalde de Iguala y también del PRD, donde fue el ataque, hasta se escondió.
Se acabó el sexenio de Peña Nieto
El gobierno de Enrique Peña Nieto se terminó con la matanza y desaparición de los estudiantes.
Del Saving Mexico -esa portada en la revista Time debió costar una fortuna- al Killing Mexico.
El presidente emanado del grupo Atlacomulco, en el Estado de México, vivía una luna de miel.
Su obsesión con el Pacto por México -obra, como es sabido, de Nueva Izquierda o Los Chuchos, que dirigían el PRD- y las reformas estructurales, hizo que olvidara la violencia, la delincuencia, el crimen organizado, que su antecesor y protector, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa -pactaron impunidad a cambio de protección y complicidad – disparó con su estúpida guerra al narcotráfico.
Peña Nieto tardó en reaccionar.
Cuando lo cuestionaban, aseguraba que era un tema estatal, local.
Y tenía razón, pero mediáticamente el caso creció a tal grado
que le rebasó y se convirtió en asunto de Estado.
Una semana después, envió al procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, a asumir las riendas de las indagatorias.
El resultado es conocido.
La verdad histórica del cansado procurador -así lo declaró-, con puntos debatibles, está vigente hasta ahora.
Los normalistas continúan en calidad de desaparecidos, porque no han sido encontrados los cuerpos.
Se dijo que los quemaron en el basurero de Cocula y echados al río, pero sólo se encontraron algunos huesos en la zona.
Alexander Mora Venancio, Jhosivani Guerrero de la Cruz y Christian Alfonso Rodríguez Telumbre son los únicos que han sido identificados de entre los 43.
Restos óseos de los tres fueron enviados a la Universidad de Innsbruck, en Austria, donde se encuentra el laboratorio de genética más prestigiado en el mundo.
Peña Nieto manejó mal el caso desde el primer momento, porque lo dejó crecer y ahí se terminó su sexenio.
El mexiquense, a quien le encantaba viajar en el avión que no tenía ni Obama -López Obrador dixit- por todo el mundo, se encontraba en Europa cuando sucedió el ataque.
Miguel Angel Osorio Chong, secretario de Gobernación y hoy senador del PRI, tuvo que regresar inmediatamente.
El milagro mexicano parte dos, según sus aplaudidores, se acabó desde esa noche de septiembre.
Hoy, seis años después, no se conoce el paradero de los normalistas y lo innegable de esa verdad histórica es que están desaparecidos e ilocalizables.
Andrés Manuel López Obrador dará a conocer hoy lo que su gobierno ha encontrado.
Apenas en julio pasado se dio a conocer la identificación de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre y se dijo que la citada verdad histórica se derrumbó.
Los padres de los jóvenes tienen aún esperanza de encontrarlos y han creído en Andrés Manuel, quien desde su campaña prometió ayudarles.
No puede decepcionarlos.
No debe decepcionarlos.
El cochinero de Morena
Las tribus se disputan la dirigencia y los millones que significa Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Marcelo Ebrard Casaubon y Claudia Sheinbaum Pardo tienen a sus representantes en la disputa.
Mario Delgado Carrillo, fiel al carnal de Andrés Manuel López Obrador, parece llevar la delantera.
En la guerra no sólo está el partido, sino las candidaturas de 2021 y, obvio, la presidencial de 2024.
Y se dan con todo.
Así se llevan.
Tienen ADN perredista.
Todos vienen de allá.
Es el cochinero del PRD versión Morena.
Vámonos: Luis María Aguilar, el ministro que propone batear a AMLO y su consulta para enjuiciar expresidentes, es el que se enfrentó a éste cuando era presidente de la Corte.
Arturo Zaldívar, su sucesor, fue impulsado por Felipe Calderón a la Corte, pero es militante, fiel de Andrés Manuel.
Hagan sus apuestas.
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