CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- Eran las 13:48 horas, cando el barullo de quienes participaban en las operaciones de rescate en Chimalpopoca y Bolívar, en la colonia Obrera, se detuvo de súbito.
En su lugar, comenzó a sonar la letra (sin música) del Himno Nacional Mexicano, con la fuerza y marcialidad que sólo los soldados le saben imprimir, mientras saludaban en posición de “firmes”. Rápidamente los socorristas y voluntarios se unieron al coro.
Con esto marcaban que habían retirado ya el último trozo de columna y concluía la búsqueda personas, después de haber rescatado a dos con vida y, lamentablemente, 21 cuerpos en total, de los que hasta ahora sólo se ha identificado a cinco.
Seguido del Himno, un soldado que había subido al segundo piso de la Escuela Primaria “Simón Bolívar” adjunta al lugar y cuyo patio se convirtió en área de maniobras del rescate y la remoción de escombros, interpretó con toda su fuerza el “Toque de Silencio” que se escuchó fuerte en toda la zona.
Todos los voluntarios se descubrieron la cabeza para escuchar, en señal de respeto por quienes perdieron la vida en esta fábrica de telas, algunos de los cuales eran extranjeros (se presume que taiwaneses y coreanos), en una historia aterradora que recordó a las costureras de 1985.
Otro momento importante ocurrió alrededor de las 12:30 horas, cuando alguien intentó cambiar la bandera que, desgarrada por el sismo, ondeaba con dificultad a la mitad del asta del patrio de la Escuela Simón Bolívar.
La encontró tan bien atada, que fue imposible y la volvió a colocar a media asta, lo que levantó un emotivo aplauso de la multitud.
Aunque las versiones previas señalaban que los trabajadores posiblemente estaban estaban encerrados y no pudieron salir, Manuel Velázquez, subsecretario de Administración y Capital Humano de la Secretaría de Finanzas de la Ciudad, quien estuvo a cargo de las operaciones, afirmó que no hay ningún indicio al respecto.
Se sabe, sí, que había personas extranjeras entre quienes lamentablemente perdieron la vida.
Se sabe también que los dueños de la fábrica eran judíos, pero también aseguró que varios de los cuerpos se encontraron en filas, en camino a la salida, lo cual indica que no tuvieron tiempo de salir, pero no quedaron amontonados ante la puerta, como habría ocurrido si estuvieran encerrados.
Hasta el momento no hay un registro de quiénes trabajaban ahí como la nómina de los trabajadores, y hasta se cuestiona si los extranjeros laboraban sin documentos migratorios.
Habían pasado 72 horas y 34 minutos del sismo de 7.1 de magnitud que sacudió violentamente a la Ciudad el martes 19 de septiembre, cuando se retiró el último trozo de la fábrica de cuatro pisos y se removieron los nueve vehículos hechos pedazos bajo el peso de los escombros.
Sobre la calle de Bolívar, quedaron los cascarones inservibles de una Jeep Renegada NBW-1793; un Nissan Versa MWR-4636; un Mazda MVC-2418; un Acura MKE-1031; un Nissan Tida MYC-6337; un Volkswagen Bora 993-XDY, un Volkswagen Polo MYB-3736; un Toyota V48-APA y un Volkswagen Vento sin placas.
Había terminado oficialmente la búsqueda de personas y la dueña del edificio había confirmado que nunca hubo el sótano que contaba la leyenda urbana, entretejida en el caos ordenado de las tumultuosas operaciones de rescate.