Un año después, ¿cuál es el saldo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador?
El 1 de diciembre de 2018 la esperanza del cambio desbordó las calles.
Tres veces compitió. En 2006, Felipe Calderón, el gobierno federal y la mafia del poder lo despojaron del triunfo.
En el rostro de los capitalinos que salieron a aplaudir a su paso durante el trayecto a la Cámara de Diputados desde su domicilio para jurar como presidente de México, parte de los 31.1 millones que votaron por él, se reflejaba la fe.
Lo consideraban el cambio, la salvación del país por la pobreza creciente pero, principalmente, por los 240 mil muertos de la guerra contra el narcotráfico que comenzó Calderón y continuó Enrique Peña.
Pocas veces se ha visto tanto fervor, tanto apoyo, tanta sinceridad y espontaneidad, tanta euforia sin acarreos, sin sembrados, sin discursos escritos desde el poder.
Tanta satisfacción por echar al PRI de la Presidencia, producto del hartazgo.
Andrés Manuel es el presidente más aclamado, más aplaudido, más querido que ha llegado al poder en la era reciente.
Su popularidad fluctuaba entre 70 y 78 por ciento. En algunas encuestas hasta 82 por ciento.
¿Increíble? Sí.
López Obrador representaba el sueño de los mexicanos oprimidos, pisoteados, explotados, ninguneados por una clase política millonaria que cada vez se enriquecía más, mientras ellos, los jodidos, cada vez se empobrecían más.
No conozco un político o ex político pobre.
¿Y usted?
Fueron 78 años de gobiernos del PRI y 12 del PAN.
Y el saldo, un insulto a la inteligencia: 56 millones de mexicanos en pobreza, 11.5 en pobreza extrema, 35 millones considerados clase media y el resto, unos 20 millones, con ingresos altos y muy altos.
Al asumir, López Obrador en un discurso formal prometió un México distinto, con justicia social, sin corrupción, con crecimiento de 4 por ciento, sin devaluación, sin gasolinazos, con Pemex fortalecido y autosuficiencia y el fin de la violencia, de las muertes y de la guerra.
Por la noche, en el Zócalo, más cómodo, en su terreno, el de la grilla, el de la política masiva, con un discurso más popular, dijo que México sería otro.
Y se dejó querer.
Pero el ejercicio de gobierno desgasta.
Falló en crecimiento y seguridad, aunque a cambio generó estabilidad con disciplina fiscal.
Crecimiento cero y hasta negativo, de -0.2 a 0.2 por ciento-según el Banco de México.
Subejercicio de 160 mil millones de pesos.
Desempleo en 3.60 por ciento en octubre, desde 3.2 por ciento de 2018.
Canceló el aeropuerto de Texcoco, envió el avión que no tuvo ni Obama a oxidarse a un deshuesadero en California, Estados Unidos; acabó con las estancias infantiles, provocó una crisis de gasolina por el combate a la ordeña, hubo escasez de medicamentos, acabó con miles de empleos en el gobierno y ordenó ahorros que rayaron en lo obsesivo.
Y se refugió en el Ejército.
Lo que siempre criticó. La Guardia Nacional es militar.
La diferencia es que ha ordenado, como comandante supremo de las Fuerzas Armadas, no responder al fuego ni a los ataques del crimen y del narcotráfico.
Abrazos, no balazos.
“¡Fuchi, guácala!”, ha dicho.
Y lo han criticado, lo han censurado.
La semana que concluye, señaló los cinco momentos más complicados de su gobierno y los cinco mejores o aciertos.
-Vamos bien, no hemos tenido problemas graves, afortunadamente. En política se requiere virtud y fortuna, suerte. Cinco momentos difíciles, pero no muchos: Hidalgo y los 137 muertos; aranceles; la guerra en Sinaloa, la más corta de la historia, unas cuatro horas; los LeBaron y Evo.
No mencionó la presión que ejerció y ejerce Donald Trump, a quien ha evitado.
Y en campaña –existen hasta videos– siempre dijo que contestaría y haría entender al republicano.
También destacó los cinco mejores pasajes.
Pensiones a sectores vulnerables, lucha contra la corrupción, eliminación de lujos en el gobierno y que no hubo devaluación ni se crearon impuestos nuevos ni aumentó la deuda.
Y se apoderó de la Suprema Corte, donde colocó a Arturo Zaldívar Lelo de Larrea; de la Fiscalía General de la República, con Alejandro Gertz Manero; de la Judicatura, donde acaba de enviar a Bernando Bátiz; de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, con Rosario Piedra.
Y va por el INE, al que ya le recortó mil millones de pesos. Quiere la cabeza de Lorenzo Córdova Vianello.
Y la oposición que no existe.
Ni en el PAN ni en el PRI y, mucho menos, en lo que queda del PRD hay un líder, un personaje que sobresalga. A todos los tiene hipnotizados, sometidos.
Un año en que han nadado de a muertito.
No gravitan, están entregados.
No hay alguien que empiece a despuntar.
No hay un Andrés Manuel López Obrador, pues.
La clave será la elección intermedia, la de 2021.
Y las gubernaturas. Serán catorce en disputa.
De esa elección dependerá la presidencial de 2024.
El sexenio, que será quinquenio con nueve meses –el relevo será ahora en septiembre-, aún promete, porque López Obrador parece haber entendido que no puede aislar al país, vivir en su realidad, tiene que abrirse al mundo.
Y así, salvo que ocurra una auténtica tragedia o sacudida, la elección de 2021 será ganada nuevamente por Andrés Manuel y Morena.
Vámonos: ¿Ven cómo sí se puede?
Las mujeres marcharon de nuevo ayer.
No hubo pintas ni vidrios rotos.
Sólo ejecutaron el performance que le dio la vuelta al mundo. El de las chilenas,
Un violador en tu camino
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