La espesa mezcla del maíz azul combinado con la cocoa y el agua bendita con unas varas
de canela fortificaron el espíritu del Johny Barrancas, quien le pidió al madrugador
tamalero otro vaso de champurrado y apuro el trago hirviente y recobro vida cuando
degusto la mitad del tamal de dulce, cuando aparecieron tres fulanos zigzagueando por la
acera, con cara de resaca, quienes se dirigieron a donde estaba el vaporoso bote de
alimentos prehispánicos en aquel barrio de San Miguel Chalma en las faldas del cerro de
la serpiente emplumada, el gran Quetzalcóatl.
La madrugada ya se desvanecía con los rayos del “güero” Tonatiuh, a quien se
encomendó el gran Johny Abismos, cuando reconoció que uno de ellos bien descalabrado,
era el que en la noche estrellada, en la “guaracha sabrosona” del salón Alcanfores, se la
hizo de “tos feroz” sin deberla y temerla ¡San Nabor, San Juditas Tadeo, Virgencita de
Guadalupe, líbrame de los chaneques y las culebras que se atreviesen por mi camino! Dijo
más que susurrando “el gourmet de la comida autóctona” cuando llegaron los otros
noctívagos se dirigieron al que vendía los de masa y hoja de maíz, todavía temblorosos y
con el tufo a cuba libre de marrascapache pidieron unos de verde y café.
Para la buena suerte se aplastaron en banqueta sin reconocer al Johny, quien pregunto
cuanto debía y pago el consumo, para alejarse mientras musitaba “y siento que he corrido
con algo de suerte, en estas páginas dibujadas por la muerte”.. Cuando al cruzar una
capilla de la varias que había por aquel barrio, escucho en sus orejotas otro canto que los
aquietó “En el cielo una hermosa mañana en el cielo una hermosa mañana, la
Guadalupana, la Guadalupana bajo al Tepeyac, y era mexicana, y era mexicana la
guadalupana en el Tepeyac…” Gracias virgencita dijo, después de inclinarse
respetuosamente, besando la cruz que formó con el pulgar y el índice de la diestra y
declaro mirando al cielo– ¡Te juro Morenita que este fin de semana no chupare cuando
este dormido!
Recuperado un poco de la crudelia se fue hacia donde estaba el Datsun “el chemomovil de
las mil batallas” a la sombra de un frondoso pirú y se acomodó al volante y
providencialmente encontró una lata de espumosa “Modelo especial” la cual destapó y
saboreó poco a poco hasta que la terminó y miro hacia el infinito las espectaculares y
espumosas nubes que cubrían el azul diáfano de la mañana.
En aquel barrio comenzó la acción neuronal, busco en el cenicero y encontró un cigarrito
con yerba verde, mejor conocido como “carcelero”, el cual prendió con “Bic que no sabe
fallar”; inhaló y exhaló profundamente para prender una chispa en sus neurotransmisores,
en fa quedo completamente sosegado, relajado dando gracias a la Madre Gaya, la
naturaleza, por sus plantas mágicas benditas y milagrosas que le permitían hacer, más
pasadera su perra existencia y quedo jetón, en un profundo y reparador sueño que al
poco rato ya lo tenía soñando como un bendito ¿Quién lo viera?
La frondosa sombra del pirú lo protegía de los rayos solares, ahí estaba recostado en el
pastizal húmedo como si estuviera acolchonado con un Spring Air o un Sealy
posturopédico y con su sonrisa de oreja a oreja, soñando que se encontraba en Puerto
Escondido, Oaxaca, tirado en la arena chupándose unas Victorias bien helodias, mientras
en unas piedras tenía una parrilla con fuego, donde se había preparado unos huevos
cocidos. El aire de la playa le acariciaba su moreno y varonil rostro ¡ayayay!! se sentía
como si fuera “Tarzán de los monos”, recordaba la serie del actor Ron Ely, con su
taparrabos, mientras el Barrancoso traía unas bermudas y una playera que se había
comprado del Bob Marley, se sentía bien rastafari, libre como hace mucho tiempo no lo
sentía, lejos del mundanal ruido, el caos caótico, el humo y la falsa sociedad, descascaro
en un plato los de gallina y les puso sal de un sobrecito que se había agenciado del bar que
había visitado la noche anterior, donde había estado escuchando puro Reggae music, y
brindando por la naturaleza, ¡esto si era que era vida y no miserias del caos! El opíparo
desayuno le supo a gloria, se hecho unos tragos y se metió al infinito mar que ronroneaba
en la mañana.
El agua salada estaba tibia en su punto, cuando sintió que sus pies empezaban a sumirse
en la arena por lo que braceo desesperado sintiendo que se lo tragaba el fondo arenoso y
desesperado empezó a gritar lo que comúnmente gritan los condenados a muerte
¡AUXILIO! ¡AUXILIO! ¡AUXILIO! ¡AUXILIO! ¡AUXILIO!
En un instante la vida del Barrancas entrelazó sus pensamientos, no era posible pensó,
haber nacido sin haber amado, por lo que volvió a bracear y patalear cuando de manera
milagrosa sintió que una mano lo arrancaba del fondo del mar para jalarlo y arrastrarlo
hasta la arena donde quedó tirado escupiendo liquido salado pero todavía sano y salvo y
no se acordó de nada más.
Hasta después de dos horas fue cuando el casi moribundo despertó, el Johny sintió que
su cabezota estaba lista para servirse en una cazuela por lo caliente que sentía su
chirimoya que era lo único que sobresalía de la arena después de que unos escuincles
malcriados y desocupados lo habían cubierto casi por completo. Ahí estaba solo,
observando unos cangrejos que se acercaban a su narizota por lo que su mente intento
pensar rápido al ver en peligro de desaparecer el perfil griego, su único atractivo y por
donde podía respirar todavía milagrosamente, la vida le sonreía aunque nublado del
pensamiento, no sabía cómo reaccionar mientras los cangrejitos se acercaban cada vez
más, pero esa es otra historia….