El balneario era por Cuautla y costaba una módica suma, tan solo 150 pesos de los Morelos de cero siete 20, plata de ley, los que traían la imagen del “Siervo de la Nación, el Generalísimo don José María y el águila devorando la serpiente en el anverso, eran otros tiempos, de los tóficos de la Bremen, una delicia que convidaba Don Luciano cuando llegaba de la fabrica convidaba al Tenoch y a sus hermanos, sacándolo cual obra de magia de la lonchera. Ya hacia las cuentas y los sacrificios de dejar de saborear los tuinkis y los pingüinos que eran sus favoritos, pero valía la pena, el Tenoch ambicionaba a sus 10 años algún día conocer el mar, pero con el balneario de Cuautla a donde los llevaría de excursión el maestro Gabinovich estaba de lujo, pero también había que mejorar las calificaciones, porque sino el viaje sería solo una ilusión. El Tenoch era buen estudiante, regular en aquel salón de aquella colonia punk, San Chepe de la Escalera al Cielo, estaba motivado desde que días antes su compañero de mesabanco, el gran Ernesto Bastida era un cuate de verdad, le había regalado una mochila de cuero, para dejar en el rincón a la bolsa de mandado que usaba para llevar sus útiles, su compa sacaba su robusta humanidad para defenderlo de los gañanes que nunca faltaban, como el Martín, que a pesar de ser su vecino, siempre lo molestaba, gustaba demostrar su bestialidad liándose a golpes para probar que era bien hombrecito, bien macizo. Otro cacique era el Torres que ya había reprobado varios años y mañoso y larguirucho quitaba los almuerzos y las monedas de quien se le venía en gana, además de tener hipnotizadas a las compañeras del sexto “A” que les aventaba su vaho y labia a las ganosas ya adelantadas “vamos a coger mariposas”, les decía a las ingenuas que se abrían como flor en primavera ante el galán de amor del verano, amor de estudiante, de la primaria “Regente Uruchurtu”, donde la pasión ya estaba flor de piel, mientras el Tenoch se preguntaba, bien lampiño, ¿porqué a mí no me salen el bigote y el vello púbico? porque no brotaba cuando los otros grandulones parecían changos.
El Jhony Barrancas, abrió lo ojotes de apipisca para ver menor en la penumbra de la noche, ¿la madruga? le daba igual, solo quería que se acabara el ruido que le estallaba en su cabezota de chorlito y la luz verde, roja que tornaba a ponerlo fuera de sí. Prendió la luz de la lámpara y soltó un grito ¡¿auauauauuuuuuuuuu porqué a mí? se metió los Tenis Convers Allstars color sabor pistache, una sudadera y salió a la calle a otear desde el quicio, que una rueda de gente y policías miraban un cuerpo tendido ya cubierto con una sábana blanca y providencialmente ya con una veladora prendida que no se apagaba a pesar del airecillo frío que circulaba, ¡¿puta madres ahora a quien se echaron!? Llego para sus adentros. Era el “Charrito”, ya comentaban en la calle, así le decían al Charly que era bien “monoso”, no soltaba nunca “la mona”, la estopa impregnada con solventes para fugarse a un mundo irreal que ya lo enviaba vía rápida al Mictlán con unas cuchilladas, “el vicio no lo mato”. El Barrancas ya no se animo a salir, se regreso y se tiro en el camastro que tenía imán, otro que muerde el polvo, “la muerte tilica y flaca” estaba activa en los alrededores en últimos tiempos. Empezó a bullir su sombría mente, hacer el recuento, el “Cheo” había aparecido corrompido hace unas semanas, ese si le había dolido, el Eliseo, recordó y repaso el Barrancas, cuando el heavymetalero siempre traía su grabadora bajo el hombro, todavía no había putos ipods, era de las largas y a toda hora escuchaba, bueno cuando no se acababan la pilas puro heavy metal, que el Iron Mayden, Scorpions, Def Leppard, le gustaban a ese kábula. Había desaparecido, los buscaron por cielo mar y tierra, la policía, la Cruz Roja, la morgue, pero no, había aparecido totalmente descompuesto después de que los bomberos lo hubieran sacado el cuerpo que flotaba en las aguas negras del río ni-lo hules-que-apesta-a-pura-mierda. El Barrancas viajaba por el camión que cruzaba por Las Palomas cuando al pasar el río San Javier, miro otro borlote en la rivera, ahí estaba el cuerpo de aquel hijo de la noche, amigo del descarnado Edi, al que reconoció por la estatura, era chaparro el cabrón y por los Convers que colgó para irse al viaje al más allá de los muertos de ultratumba que siempre coreaba en las rolas de sus ídolos… El Barrancas prendió el radio y del aparato salieron las “Vibraciones de Radio Capital”, comenzaron las notas de “Epitafio” del King Crimson, “El rey carmesí” y Jhony volvió a pensar en la muerte, el sabía que iba a morir, pero creía que le debía tocar una mejor suerte, encontrarse una pielecita morena, pecosa, sabrosona, no era exigente, solo que le mostrara los caminos y figuras del kamasutra al dedillo se conformaba, para no enredarse más en las sabanas y hacer de la autoexploración un destino irremediable, de ser una fábrica de excremento…
El Tenoch iba viento en popa para alcanzar la meta ir a la excursión, con las austeridades, realizando una gran labor de convencimiento había conseguido el permiso y la aportación pecuniaria familiar “ son muchos sacrificios” para a conocer las Termas de la gran ciudad de Cuautla, pero ahora algo más le inquietaba, no era sencillo de explicar, la sensación, la agitación del corazón y la mente, lo que en esos días palpaba cuando se erguía su incipiente virilidad al observar a Carmela, y en particular su moreno cuerpo, aquellas exuberantes curvas de mulata y senos cual paraíso encontrado, con ya de más de 15 años y que le hacían la nombraran como la “Chocolata”, lo cual la enfurecía. El Tenoch, la miraba enlelado a la hora del recreo, cuando caminaba cual pantera en la jungla de aquella fauna en pubertad que cual remolino corrían, saltaban, cuales animalejos, ella era un pantera y él tan solo un gato, y buscaba la ocasión para admirar la obra de la naturaleza, decirle algo que la atrajera, pero otros la asediaban por aquella turgencia y salvaje belleza, era un espectáculo que generalmente terminaba mal, sus pretendientes abollados y derrotados, pero decidido el Tenoch se acerco ante la prenda amada, para quedarse mudo ante la hija de Rarotonga, quien confundiéndolo con uno que le había silbado, la mini-amazona soltó el gancho al hígado y el operkout que había aprendido en las calles de aquel barrio negro, dejando de saldo un ojo morado y el pundonor del Tenoch literalmente en lo suelos, se aguanto como los machitos, no lloró, para luego desconocido, armarse de valor y gritarle ¡ “Chocolata me gustas ”! para que la mulata lo empezara a corretear ya cuando sonaba la campana para el fin de la hora más feliz de la escuela, después de la hora de la salida, cuando en eso se apareció la directora mejor con conocida como “la Abuelita de Batman” pero esa es otra historia…