Por fin alguien se aplicó en el gobierno de la Ciudad de México: que la gente se vacune, donde sea, como quiera y donde quiera.
Finalmente, ¿cuál es el objetivo?
¡Que se vacunen!
Pero no, hay que enredarlo todo.
Lo que es fácil, hacerlo difícil.
Hasta parece que es a propósito, planeado.
Los jóvenes de 30 a 39 años, sector al que se vacuna ahora, podrán acudir a la alcaldía que deseen, de las nueve disponibles, el día que quieran, a aplicársela.
Pero no sólo ellos. Cualquiera que tenga 30 años o más.
¡Aplauso!
Esas imágenes con decenas de sillas vacías que se vieron, por ejemplo, en Atizapán, Estado de México, cuando se vacunó a los adultos mayores en febrero no deben repetirse.
O las de Naucalpan, apenas la semana pasada, ya con los treintañeros.
Con 236 mil muertes reconocidas oficialmente y más de 2.6 millones de contagios, México es el cuarto país, sólo detrás de Estados Unidos, Brasil y la India, con más muertos y casos.
La tercera ola de Covid-19 comenzó hace más de un mes y nada se hizo y fue hasta el martes de esta semana que el gobierno de Andrés Manuel lo reconoció públicamente.
El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell Ramírez repetía diariamente que los casos iban a la baja y que, a diferencia de países europeos, donde se vivía la misma tercera ofensiva del virus, aquí, por obra del espíritu santo, los hospitalizados y los muertos iban en descenso.
El uso electorero
El uso electorero de la vacuna ha sido perjudicial.
Cuando se acercaba la elección del 6 de junio, la más grande de la historia en México, hubo un día de más de un millón de dosis inyectadas.
Para ser exactos, fue el miércoles 2 de junio: 1 millón 61 mil 962, cuatro días antes de la cita en las urnas.
Andrés Manuel López Obrador dijo el jueves, un día después, que la cifra se consiguió porque aumentó el número de brigadistas y porque se ampliaron los rangos de edad.
Luego, pasadas las votaciones, se cayó hasta 230 mil diarias.
Y Hugo López-Gatell, como siempre, agazapado, erigiéndose como el salvador de la Patria.
El objetivo del gobierno de Claudia Sheinbaum es aplicar un millón 44 mil 314 dosis.
Serán diez días de programa intensivo.
Quiere que la CDMX tenga vacunados a todos los adultos de 30 o más a más tardar en diez días.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó hace unos días lo que ya se ha dicho en México: los jóvenes, por su movilidad, por su forma de pensamiento y por su oposición a lo establecido, propio de la edad, son el sector en el que la nueva ofensa del virus y sus variantes han encontrado un nicho.
Por eso el objetivo de atacar ahí.
Está comprobado científicamente que la vacuna no evita el contagio, como tal, pero sí que se desarrolle la enfermedad de forma grave y, en la mayoría de los casos, la hospitalización y muerte.
Marcelo Ebrard Casaubon, secretario de Relaciones Exteriores, de Gobernación -de facto- y, desde el lunes pasado oficialmente precandidato presidencial de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), ha recorrido el mundo en busca de vacunas.
Y ha pepenado de todo tipo.
La mayoría china, de esas que no están aprobadas ni por China y que no sirven para viajar a Europa -así que cancele sus boletos a París o a Madrid de este verano y mejor quédese en casa- porque la Unión Europea no las acepta.
Y así ha reunido, entre saldos, cajas abandonadas y laboratorios avalados pero de dudosa reputación casi 80 millones de vacunas.
Aquel primer lote que llegó a México, el 12 de enero, de 439 mil vacunas de Pfizer generó una escena cómico-dramática:
-¡Misión cumplida, señor presidente!, dijo Ebrard de pie junto a las cajas estibadas y al avión de DHL que las trajo desde Europa.
Está claro que no hay misión cumplida.
Vámonos: Michoacán está a nada de ser un Estado fallido.
¡Ya sé!
Faltan abrazos o hablar con la mamá de los malandros.
Hasta a ellos se convencerá de portarse bien.
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