La exhalación al cigarrillo oloroso a petate quemado pego de inmediato a los pulmones del Juan Barrancas, al igual que a los neurotransmisores, la tos de perro sacudió su menguada humanidad, –Era de la regañona juar juar– se burló el Nopaltzin. Ayayay a poco muy conocedor, a ver mi príncipe póngase a ver si como ronca duerme, jaja. El noble chichimeca, igual exhalo y el fuego del porro chirrió cual fogata al amanecer. Amigo Barrancas cada vez estoy más convencido porque teníamos que chocar la mano, eres todo un cabezota, quien te viera tan seriecito con esa cara de comanche y bien macizo. Bueno, bueno, rola la bacha, es toque y rol le decía a al principado, cuando los guerreros ya sacaban una pipa de arcilla hermosamente labrada y, pidieron al bandolero –A ver préstame el Bic que no sabe fallar kimosabi. Ay güey, si de que aprenden, aprenden rápido mis vales, y aquello se volvió un quemadero de petate que empezó a relajar los cuerpos y la jovialidad comenzó reinar en medio de las tumbas del camposanto, que eran iluminadas ya por algunas luciérnagas, el canto de los grillos, y el vuelo de los zancudos, que eran derribados por unas antorchas que aparecieron milagrosamente, porque los chupasangre que traían juidos a los visitantes, quienes ascendían entre las cruces, las flores, árboles, los angelitos, las imágenes dela Virgen Tonatzin, que era reverenciada inclinándose de manera respetuosa y entonado un canto alegre como un silbido parecido al cenzontle, cuando aparecieron las casi extintas lechuzas y garzas del vecindario que se refugiaban en gigantes eucaliptos junto al río que corría a la orilla de la ciudad amurallada.
El Juan se frunció cuando vio el huizache iluminado por las teas de chapopote, estaba frondoso acompañado con unas siemprevivas y unas flores secas, ahí reposaban los restos de su abuela materna, María de la Luz, Luchita, la madre de Pachis, la que lo acatarraba con las tablas de multiplicar hasta que se las aprendió con la ayuda de otra tabla, “para no ser un bueno para nada” al menos tenía que agradecerle a aquella madre de la revolución que se salvó de los carranclanes, los villistas, los huertistas hijosdesuchi… siendo joven por sus lunares que plateaban sus trenzas y la hacían pasar por mayor en plena juventud, cuando temeraria como otras jovencitas se lanzaba a los furgones del ferrocarril para recoger granos de maíz y poder tener algo de bastimento en medio de la conflagración de los desheredados que habrían de capitalizar los caciques de siempre como en la actualidad.
Es tu raíz verdad, preguntó el Nopalzint al Barrancas, que se le nublo la vista. Sí es mi abuela materna y ese huizache es cuando paso el cometa Kohutec y lo trajimos de San Luis Potosí hace años. ¡Ay cabrón ya me saliste hasta astrónomo mi Barrancas! Te digo que me sorprendes, bueno abuela arrivederchi, se secó los oclayos, sigamos que también tengo que visitar a otros seres queridos más arriba…
Las palabras del Barrancas fueron cortadas por un silbido que abrió paso a otros, hasta levantar un ruido casi ensordecedor, al menos así le parecía a Juan Barrancas, que se tapaba las orejas. Te las mocho y te las dejo parejas, se reía el Nopaltzin a sus costillas, quien alzaba su lanza al igual que sus compas, el Cacama, Tizoc, el Tenoch los más cercanos que lo rodearon como en presagio de un ataque inesperado iluminándolo con las antorchas y no tardaron en repeler un ataque de cientos de murciélagos que fueron chamuscados por las teas que prendieron llamas cual serpiente emplumada convertida en dragón chino, la embestida duro unos minutos que le parecieron una eternidad al Jon, que pensaba que la yerba que había fumado le estaba generando alucinaciones, pero cuando vio a las batiaves regadas por el suelo se dio cuenta que la historia de Nopaltzin se estaba poniendo tersa y se le bajo la borrachera. Después de visita de las aves nocturnas, se hizo un silencio, para que el príncipe Nopaltzin hablara a la pandilla chichimeca: Ya saben que estamos aquí algunos de nuestros más apreciados enemigos, dijo con sorna, pero no hay falla, no van a poder herir al Gran Tlatoani quien está por regresar del viaje milenario. Por donde estaba un pirú frondoso, majestuoso se iluminó un haz de luz, un umbral, una puerta de colores de neón, anaranjado, azul, amarillo, rojo, que refulgían como la boca de un volcán sacando chispas. — Es la hora indicada, todos vamos a entrar, tú por delante Juanito Barrancas, eres el invitado de honor, para que los guarda-espaldas del Nopaltzin lo alzaran en vilo a la de “huevo a la norteña” y de manera voluntaria cruzaran aquel portal del tiempo.
La carrera agito a los tunantes quienes traspasaron el túnel del tiempo y cayeron confortablemente en una mansión, era un gran jardín, con flores y unos parasoles mesas con bebidas y bocadillos y sillas para disfrutar del sol, que rodeaban el punto central de aquel espacio, donde un piano de cola sonaba a todo lo que daba. Tundiendo las teclas un desgarbado trajeado e inspirado personaje, del cual pendía un cigarrillo de su boca, de su rostro traslucía una herida en la mejilla, mientras que otro caballero con traje pachucón y sombrero con pluma de pavorreal, lo acompañaba con su aguardentosa voz con una rola: Veracruz, rinconcito donde se meces las olas a la orilla del mar… teniendo como marco un ocaso rojo encendido en el mar infinito, mientras el Barrancas se tallo los ojotes para reconocer a los artistas que estaban rodeados por algunas damas que chupaban como cosacos en elegantes y escuchaban la melodía que le recordaron que estaba en una misión secreta contra la oscuridad con el príncipe Nopaltzin… pero esa sería otra historia….