La derrota no siempre significa que el perdedor este derrotado. Al menos, eso parecía en la política nacional. Sin embargo, dados los acontecimientos de las últimas elecciones federales y locales en el país todo parece indicar que las figuras que encabezan o han encabezado a la oposición han perdido y están derrotados. Es evidente que carecen de líderes que vayan por la revancha a partir de reconstruir los factores que motivaron su derrota.
La ausencia de visión, de impulsar nuevos cuadros dirigentes no es una variable de recomposición interna para quienes no entienden que su momento ya pasó, que el escenario de competencia actual los supera y que su presencia solo conduce a disminuir los intereses que representan. Perdieron las elecciones, pero ellos no; ellos ganaron al quedarse con lo poco que había a la mano por la generosidad del sistema electoral que construyeron y que es con el mismo que les ha ganado Morena. Luego, dieron un paso más al precipicio, se quedaron con las dirigencias de sus respectivos partidos.
El PAN y el PRI tienen en sus dirigencias la razón de sus derrotas. No son una opción política para el país ni una oposición seria para Morena y la 4T; su interés se limita a favorecerse del dinero público que reciben y del acceso a la opción de candidaturas plurinominales donde nadie los elige, solo ellos se ponen en una lista, pasa la elección y esperan el momento de ir a tomar protesta. Más de alguno, al menos los más representativos, asumen con ansia la posición porque es la manera de tener fuero parecido a los efectos del amparo y no ser juzgados o detenidos por cuentas pendientes en el desempeño de cargos públicos.
No representan a sus partidos ni a sus militancias, su individualidad es el resumen de todo el activismo político que realizan. Lo hacen localmente, a veces realizan giras en el extranjero, en particular hacia los Estados Unidos. Lo que asumen como un discurso no es más que demagogia elocuente, oratoria de la mala, sin ideas ni fondo derivado de que carecen de causa. Los dueños de los medios ofrecen foro abierto a lo que expresan este tipo de dirigentes, porque dan la nota para buscar el desgaste de la 4T y la presidenta del país.
Al provocar notas de coyuntura, difundirlas como fuente primaria de su alternativa política terminan por perderse en acontecimientos espontáneos que impactan unas horas y desaparecen. Esa brevedad de la coyuntura, los hace ir en busca de otras y otras para mantener ocupados sus medios y sus voceros. Es la fuente que los alimenta, pero en nada los ayuda. Por más que lo han intentado, no restan fuerza ni poder al movimiento social y político que representa la 4T. La presidenta Claudia Sheinbaum registra un nivel de aceptación entre la población sostenible y creciente.
Han logrado un efecto negativo a su proceder. Entre más golpean al movimiento progresista de Morena y aliados, más se ha fortalecido. Esto permite aproximar una hipótesis al fracaso de la oposición de derecha —moderada y extrema— que el manejo de la coyuntura no es una estrategia que los reposicione en la competencia político-electoral. Y, mientras eso ocurra, es más probable que los dueños del poder económico terminen por aceptar la nueva realidad y suelten o modifiquen su dependencia de lo que representan el PAN y el PRI como medios para lograr sus fines.
Ese rompimiento puede ocurrir antes de la aprobación de la reforma electoral, el año próximo. Eso significaría sellar el surgimiento de un nuevo régimen político en México.







