Pareciera tan simple, tan trivial y tan cotidiano, lo hemos escuchado en misa, en oraciones, y suena tan sencillo, que hasta desapercibido puede pasar por nuestros oídos.
Paz a los hombres de buena voluntad, bienaventurados, benditos, afortunados, o símplemente sencillos, tan simples que pasan inadvertidos por la vida.
Pues no, el hecho de no darle la relevancia debida a lo trascendente e importante de educar a todo niño o niña para ser hombres de bien ha llevado a nuestra sociedad a lo que hoy pareciera no tener una solución.
No enfatizar el civismo, los valores y lo que verdaderamente puede ayudar al hombre y su espíritu a crecer y brillar, nos está llevando a vivir consecuencias apocalípticas.
Creo que se ha trivializado la frase, ya que pareciera muy sencilla y fácil de alcanzar; cualquiera lo puede ser, basta con proponérselo. Pues no es cierto, ser hombres y mujeres de buena voluntad implica un ejercicio de desprendimiento y sinceridad, en el cual nuestro modo de vida sea coherente en el actuar, en el hablar y en toda actividad donde nuestro paso influya en las vidas y destinos de otros.
Pero la recompensa es inmensa, ya que primero viviremos en paz y seremos exitosos por añadidura, en lo poco y en lo mucho, ya que un hombre de buena voluntad, que dice la verdad, que vive de manera coherente conforme a lo que es, a lo que dice y a lo que hace ha logrado el éxito ya desde el momento en que duerme tranquilo y camina con la frente en alto.
Un hombre de buena voluntad es sujeto de crédito y no únicamente económico, sino de credibilidad, la gente cree en él y lo sigue. Y aunque pareciera que camina lento, pues no utiliza los atajos ni caminos fáciles, siempre busca el camino de la luz y la verdad.
Un hombre de buena voluntad es confiable, no maneja dobles discursos ni tiene compromisos ocultos ni busca, a través de la traición o la corrupción, vender su actuar ni entregar a sus amigos a cambio de unas monedas ni de poder.
Ni con todas las trampas ni con todo el dinero, ni con todo el odio ni con todas las jugadas truculentas, podrá ser detenido, y cuando este hombre, o esta mujer, logre sembrar la semilla de la esperanza, una idea, una aventura en el corazón de sus amigos y de su familia, entonces ni el tiempo ni la carne podrán detenerlo.
Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad, porque de ellos será el éxito y qué mejor ejemplo que aquel pequeño niño que nació en un pesebre hace 2011 años y que vino a traer esperanza y a ratificar que ésta existe para todos.
Si vemos a través de la historia, la Iglesia, que se sustenta en aquel niño, posteriormente se vuelve prepotente e incluso “mensajera de Dios” para imponer reyes y monarcas coronando en su nombre a emperadores y reyes, quienes a su vez oprimían a sus pueblos, jamás nadie hubiera pensado que sería Napoleón quien mostraría que no se requería del dedo de Dios para ser emperador, dejando como legado el código que lleva su nombre, El código Napoleónico, que hasta hoy fundamenta las leyes de nuestro país y como eje fundamental defiende en su primer libro defiende a LAS PERSONAS.
Y así, en la historia universal la opresión que los pueblos han sufrido con los grandes imperios que parecían invulnerables, desde que los judíos fueron liberados de la esclavitud de los egipcios o incluso mucho antes –los griegos, el imperio romano, los aztecas, los españoles y en fechas más recientes hasta la gran Unión Soviética–, todos, absolutamente todos, se creyeron invencibles.
Creyeron que podían imponer eternamente su voluntad y caprichos sobre su pueblo, pero bastó con que el pueblo hiciera ciudadanos, con capacidad de razonamiento y amor por ellos, por sus familias y finalmente por sus prójimos y entonces los hombres de buena voluntad a lo largo de la historia han podido acabar con la tiranía y el sufrimiento, por más complicado e imposible que pareciera lograrlo.
Hoy más que nunca México necesita de este tipo de hombres, que no dejen de creer en la verdad, en la paz y en amor. Y así, ni mafias ni partidos políticos, ni el peor de los tiranos, por más famosos y poderosos que parezcan, podrán imponer su autoritarismo ni opresión sobre un pueblo que hace ciudadanos concientes en busca de ser hombres de buena voluntad.
Enrique Espinosa, empresario mexiquense.